Presentación

La pintura de la voz (palabras con que el filósofo y escritor francés François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, calificó el arte de la escritura) nace con la pretensión de ser un lugar de intercambio de opiniones sobre literatura.
Cuando el tiempo me lo permita, iré publicando noticias interesantes del mundo literario, comentarios de libros que he leído recientemente, de mis obras favoritas, etc
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viernes, 28 de octubre de 2011

Sorpresas gratas: Me llamo Rojo


Mi nombre es Rojo (1988)

Orhan Pamuk

Un manuscrito iluminado está en el centro del misterioso asesinato de Maese Donoso, uno de los cuatro maestros iluminadores a los que se les ha encargado ilustrar un manuscrito secreto para el Sultán. A diferencia de otras ilustraciones turcas, las suyas incorporan las nuevas técnicas de los “francos”, esto es, la pintura veneciana, pues utilizan la perspectiva, las sombras y, lo más atrevido de todo, retratos reconocibles de personas.

Mi nombre es Rojo es un libro sobre el arte y la realidad, sobre el propósito del arte y sus peligros. Se trata de un thriller filosófico construido en torno a la confrontación entre dos formas distintas de percibir el significado artístico: entre la novedad ofrecida por los pintores francos a través de la brillantez de la pintura veneciana y la tradición; entre lo viejo y lo nuevo; entre la tradición y el cambio y sus representantes: la civilización musulmana y la cristiana… el Este y el Oeste.

El resultado de tal confrontación es el rechazo de la imagen a favor de un mayor realismo. Lo que importa es la perfección del rojo que jamás cambia, compuesto a partir del escarabajo disecado procedente de los territorios áridos del Indostán, y no la delicadez francesa de las veladuras. Los miniaturistas de Pamuk se quedan ciegos en su servicio obsesivo al arte. Pero lo que supondría el final de la carrera artista de un pintor veneciano, no es sino un motivo de distinción en Estambul. La memoria es tan duradera y la técnica tan perfecta que el artista ciego sigue transmitiendo su arte e incluso refinándolo.

La historia transcurre en Estambul en 1591, uno año antes de la celebración de los mil años de la Hégira (el viaje de Mahoma desde la Meca a Medina). El largo declive del Imperio Otomano ha comenzado. Una decadencia tanto económica como política que también se plasma en el arte. Pamuk bosqueja un Estambul alegre en una época de plagas, fuegos y guerra en la que la represión religiosa coexiste con el decadente comportamiento social y sexual.

La novela comienza de un modo dramático: la primera voz corresponde a una persona muerta, Maese Donoso, cuyo asesino es un personaje recurrente que cuenta su historia de forma anónima y como un personaje no identificado por los demás como el asesino hasta el final. Pamuk, en lo que quizá sea su mayor error, no consigue caracterizar adecuadamente a los tres principales sospechosos de asesinato. Son colegas ilustradores de Maese Donoso, y aunque aparecen distinguidos por los nombres coloristas de Cigüeña, Mariposa y Aceituna, resulta difícil distinguirlos hasta los capítulos finales. En su deseo de hacerlos parecer a todos sospechosos factibles, Pamuk emborrona las líneas que separan a unos de otros, de tal forma que el lector pierde implicación en la resolución del caso de asesinato.

La novela está construida desde una perspectiva individualizadora utilizada de un modo inteligente. Pamuk se sirve de más de una docena de voces narrativas que presenten visiones diferentes: cada capítulo ofrece una perspectiva particular, esto es, la verdad tal como la experimenta cada personaje. La mayor parte de ellos son humanos, pero también encontramos un perro, un caballo, un árbol, una moneda e incluso el color rojo. Mediante esta alquimia narrativa, Pamuk logra la comprensión de ambos mundos, el agonizante y el emergente. La Muerte goza incluso de su propio capítulo, como un personaje más. Negro, un ilustrador, está encargado de descubrir al asesino que ha matado a uno de los pérfidos nuevos miniaturistas. Irónicamente, el asesino se traiciona a sí mismo con un estilo artístico peculiar y reconocible que demuestra su implicación. No hay escapatoria de los avances del nuevo mundo para sus enemigos. Pero Mi nombre es Rojo también trata el tema del amor: entre Negro y Shekure (su prima viuda), en cuya relación actúa como intermediaria Esther, una vendedora de tejidos; y el amor de la propia Shekure hacia sus hijos y su tío asesinado. Ahora bien, la mayor parte de las expresiones de sentimiento y las acciones que les suceden son mayoritariamente desilusionantes. Shekure tiene la excusa de que es una mujer (más o menos casada), lo cual la limita a la hora de hacer ciertas cosas; además tiene que pensar en sus hijos. Negro, por su parte, es un amante satisfecho sólo de forma moderadamente satisfactoria.

Mi nombre es Rojo es una obra profunda con profundas raíces. Lejos de ser una simple novela histórica, es una novela ambiciosa e ingente con un hilo narrativo que une pasado y presente, el arte elevado y el popular, que examina las intersecciones entre religión, creatividad y deseo humano. Del mismo modo que El nombre de la rosa de Umberto Eco, la novela de Pamuk combina la intriga mundana con la erudición y una sensibilidad posmoderna. Encantadora, aunque pedante en ocasiones, es una novela de lectura amena e incluso fascinante, si bien puede resultar algo lenta y excesivamente elaborada, circunstancias que exigen al lector un notable esfuerzo.

A.G.

jueves, 6 de octubre de 2011

Lecturas recientes: El rodaballo



El rodaballo (1977)
Günter Grass

Novela difícil, barroca… fabulosa y satírica que conjuga dosis proporcionales de poesía y sensualidad, tan sólo (o nada menos) que para contar la historia del hombre. Eso sí, a través de nueve mujeres protagonistas (Awa -la mítica diosa de tres pechos-, Wigga o Mestwina) y los correspondientes nueve meses de gestación que viven diferentes periodos históricos desde los tiempos remotos de la Edad de Piedra hasta el alzamiento de los obreros de Gdansk. Un mito de creación épica visto a través de un hombre reencarnado una y otra vez y su también reencarnada mujer, Ilsebill que está siempre en la cocina.

La historia, una mezcla de cuento popular e historia contemporánea, transcurre a lo largo de miles de años que presencian la lucha eterna entre sexos y clases sociales; entre progreso y superstición. Compañeros desde tiempos inmemoriales, los dos protagonistas han sido testigos de la lucha de la mujer por superar la dominación masculina y hacerse con el control.

En todas estas etapas están presentes la comida y, por supuesto, el Rodaballo, el pez parlante; un pez mítico cuyos conocimiento y poderes mágicos han sido los responsables de la supremacía masculina. No en vano, en ciertas fases de la lectura de la obra podemos considerar a ésta como algo muy próximo un libro de cocina; un viaje culinario a lo largo de los siglos… una fascinante oda literaria a la comida. Con cada mes hay una nueva cocinera, con un nuevo nombre y la misma lucha. A pesar de las instrucciones pacientes del Rodaballo, el narrador no aprende nada. Nada de mujeres.

Uno de los aspectos censurables de la novela es el caos que reina a lo largo de sus más de seiscientas páginas, que puede llevar a crispar los nervios del lector más voluntarioso empeñado en comprender la obra en toda su magnitud. A mí personalmente no me ha gustado mucho El rodaballo. Es probablemente uno de los libros más difíciles de leer del Nobel alemán. Me quedo, por supuesto, con el Tambor de hojalata, que ya comentamos en este blog.

A.G.