Presentación

La pintura de la voz (palabras con que el filósofo y escritor francés François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, calificó el arte de la escritura) nace con la pretensión de ser un lugar de intercambio de opiniones sobre literatura.
Cuando el tiempo me lo permita, iré publicando noticias interesantes del mundo literario, comentarios de libros que he leído recientemente, de mis obras favoritas, etc
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lunes, 28 de mayo de 2018

Sorpresas gratas: El simpatizante


El simpatizante (2015)
Viet Thanh Nguyen

El protagonista sin nombre de esta ambiciosa novela (un personaje memorable a pesar de su anonimato) es un vietnamita americanizado, un intelectual cohibido al que definen las divisiones que le vienen dada por su nacimiento: hijo ilegítimo de un cura católico francés (al que odia) y una joven aldeana vietnamita, crece en total desacuerdo con el mundo que le rodea. La dualidad se encuentra, por tanto, se encuentra literalmente en la sangre del protagonista, que emerge con una conciencia de esta doble identidad como fuente tanto de dolor como poder, se marcha a Estados Unidos en la década de los 60 en busca de una adecuada educación universitaria y el conocimiento de todo aquello que tiene de bárbaro y brillante la vida en América. Pasados unos años, regresa a Vietnam para ayudar a mantener a raya la situación. Con el tiempo, se encuentra  perfectamente dispuesto para el espionaje, que él mismo persigue mientras trabaja en el ejército de Vietnam del sur y sirviendo como de ayuda de confianza de un general con una fuerte conexión con la CIA.

El simpatizane comienza con un guiño a El hombre invisible, de Ralph Ellison, que ya comentamos en este blog. La mencionada novela ofrece una especie de patrón a Nguyen, cuyo narrador-protagonista (sin nombre, como en la novela de Ellison) trata en su relato de darle sentido a su doble vida desde una posición de conciliación; en este caso, como prisionero obligado a hacer una confesión política. En este sentido, El Simpatizante puede ser leído desde diferentes ópticas: como una novela de espías, una novela bélica, una novela de inmigrantes, una novela de ideas, una novela política, una novela universitaria, una novela sobre el cine, y una novela acerca de otras novelas.

El narrador es la figura protagonista de una historia marcada por la efervescencia del napalm y un complejo entramado de ideales que hicieron sufrir a un país en el que muchas manos quisieron tomar parte. La primera singularidad que aporta el personaje de esta novela queda retratada en las primeras líneas: “Soy un espía, un agente infiltrado, un topo, un hombre con dos caras. Previsiblemente, quizá, también tengo dos mentes […] Simplemente soy capaz de ver cualquier cuestión desde ambos lados”. Esta característica no solo estimulará el desarrollo de un relato extraordinario, sino que funcionará también como metáfora de la dualidad existente en un contexto tan delicado como éste.

Valiéndose de una confesión escrita, el protagonista compone una radiografía exhaustiva del Vietnam de aquel entonces, pero también de ese otro país que hasta el momento se había otorgado a sí mismo la posesión en exclusividad de la voz didáctica y analista: Estados Unidos. Este espía, o topo, o capitán del ejército de Vietnam del Sur que funciona a su vez como infiltrado de las filas comunistas, es también un ser humano que no puede evitar retratar ambas posturas de una misma guerra. A pesar de aferrarse a un tono aséptico, camuflado de una objetividad ficticia, llena de reflexión todo su relato. Pero lo hace de una manera lúcida y valiosa, forzando al lector a encajar las piezas como si de un puzle introspectivo se tratase.

La caída de Saigón en 1975 en manos de las fuerzas comunistas y la desesperada huida de los ciudadanos de Vietnam del Sur (un pasaje de la novela, a mi juicio, de una espléndida construcción narrativa, trepidante y emotiva) es uno de los momentos álgidos de la novela. El narrador, al que se le refiere simplemente como el Capitán, describe con una brillantez conmovedora la llamada de los cohetes Katiusha que sisean en la distancia como bibliotecarios que piden silencio. No muy lejos de los cohetes, entre cuerpos carbonizados y C-130s alcanzados por el fuego enemigo, el Capitán y el General, junto con la familia de éste y su buen amigo Bon (un asesino profesional cuya familia son abatidos en la huida), consiguen a duras penas abandonar el país.

A partir de este momento, Nguyen sosiega el paso una vez que los refugiados se han instalado en California. Comienza entonces el relato de la vida de los inmigrantes vietnamientas durante las décadas de los 70 y los 80, y su alienación, nostalgia y conflictos generacionales, entre tiendas de licor y el ambiente de restaurante étnicos. El Capitán encuentra trabajo en una Universidad, bajo la supervisión de un académico orientalista, mientras permanece en contacto con el General y sus planes para organizar una contrarrevolución. Los esfuerzos del general se ven alimentados por su razonable paranoia acerca de la existencia de espías e informadores en las filas de la comunidad de exiliados de Vietnam del Sur. Mientras tanto, el Capitán, trabajando en colaboración con Bon, debe ejecutar órdenes letales contra hombres inocentes para apaciguar al General y proteger su propia vida. El General, por su parte, se ve mezclado con políticos americanos anticomunistas con ideas megalómanas, que llevan a la filmación de una película bélica (que en cierto sentido no es sin una crítica ácida de Apocalypse Now).

A medida que la acción avanza, con saltos temporales bien engarzados, aumenta la sensación de dualidad que propone Nguyen: el narrador es un ser capaz de ver las cosas desde ambos márgenes, sí, pero también de sufrirlas, por mucho que le cueste aceptarlo. Y en ese sufrimiento se despliegan y recogen las acciones más reveladoras, las decisiones más representativas, las consecuencias que todo el mundo conoce pero que hasta entonces solo habían gozado de un único punto de vista explicativo.

La novela debut de Nguyen, nacido en Vietnam pero criado en Estados Unidos, nos trae una perspectiva diferente de la guerra y sus consecuencias a lo existente tanto en el cine como en la literatura. Su opera prima llena un vacío en la literatura, dando voz a quienes antes no la tenían, mientras nos lleva a los demás a mirar con una nueva luz unos acontecimientos que ocurrieron hace cuarenta años. Pero la novela va más allá de su contexto histórico para presentar temas más universales: los conceptos eternos erróneos y los malentendidos entre el Este y el Oeste, y el dilema moral afrontado por la gente forzada a elegir no entre el bien y el mal, sino entre el bien y el bien.

Viet Thanh Nguyen ha sabido interpretar con una astucia y una clarividencia excepcionales esa máxima de erigir el punto de vista en herramienta fundamental de la narración. Lo ha hecho, además, con un propósito tan sugerente como necesario: abordar la guerra de Vietnam, tratada y retratada hasta la extenuación, mediante la construcción de una voz propia y representativa de quienes más la sufrieron y menos margen tuvieron para exponer sus propias valoraciones y consideraciones.

Gracias a la minuciosidad de este escritor nacido en Vietnam pero evacuado de niño a EE.UU. (hecho que ayuda a entender el sacrificio realizado para poner en pie un relato tan exigente), conceptos como el comunismo o el nacionalismo se despojan de esa capa de futilidad que el paso de los años y una machaconería desmedida les habían echado encima. Por detrás de estas concepciones o líneas de pensamiento asoma la vida de distintas personas que sufrieron en sus propias carnes las causas y consecuencias de un conflicto atroz, un conflicto armado de otros muchos pequeños conflictos.

El simpatizante fue galardonado con el premio Pulitzer en 2016, gracia a su novedosa y estimulante visión de la guera de Vietnam; a su perfecta captura del horror y lo absurdo de la guerra y sus consecuencias.

A.G.