Presentación

La pintura de la voz (palabras con que el filósofo y escritor francés François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, calificó el arte de la escritura) nace con la pretensión de ser un lugar de intercambio de opiniones sobre literatura.
Cuando el tiempo me lo permita, iré publicando noticias interesantes del mundo literario, comentarios de libros que he leído recientemente, de mis obras favoritas, etc
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martes, 10 de diciembre de 2013

Segundas lecturas: Alto riesgo


Alto riesgo (2001)
Ken Follet

Mayo de 1944, se acerca el Día D. Un grupo de la Resistencia francesa trata de asaltar una central de comunicaciones alemana instalada en un antiguo castillo del siglo XVII, en el pueblo de Saint-Cécile, cerca de Reims. La agente británica Flick y su marido Michel, un líder local de la Resistencia, dirigen el ataque, pero éste resulta ser un fracaso. Los alemanes no saben dónde ni cuándo tendrá lugar el desembarco aliado, pero presienten que será pronto y están preparados. Michel es herido y se escabulle. Flick siente que su mundo se ha puesto patas arriba. Destruido su grupo y desaparecido Michel, tiene que regresar sola al cuartel general del MI6 en Londres.

El fallido asalto a la central telefónica presenta a los personajes principales de la novela. Felicity “Flick” Clairet tiene el rango de mayor en el British Special Operations Executive. Es una agente experta, responsable de sabotajes, que ha sobrevivido a varias operaciones de riesgo para convertirse en uno de los elementos más eficientes en el norte de Francia. Flick está infelizmente casada con Michel Clairet, que le es infiel con una joven francesa.

De vuelta en Inglaterra, Flick logra vencer la inicial reticencia de sus superiores, que dudan de ella tras su fracaso, y organiza un nuevo asalto al château. Flick goza de una última oportunidad de lograr con éxito su objetivo, pero el desafío parece casi imposible. Flick sabe que la habilidad de los alemanes para repeler el ataque aliado depende de las comunicaciones, y en los días previos a la invasión ningún otro objetivo es de mayor valor estratégico que el sistema de comunicaciones. Por tanto, es esencial asaltar el château en manos de la Gestapo. El nuevo plan requiere la participación de un equipo exclusivamente femenino, ninguna de ellas soldados profesionales, que han de ser adiestradas en muy poco días. En el grupo se hallan Ruby Romain, una ruda convicta; Geraldine Knight, una veterana aficionada a los bares y experta en explosivos; Diana Colefield, una noble lesbiana; y Greta, un travesti de noche e ingeniera de comunicaciones de día.

Capaz de asesinar a sangre fría, Flick es una mujer de sangre caliente. Desencantada e infeliz en su matrimonio, decide embarcarse en una relación incierta con Paul Chancellor, un oficial de inteligencia norteamericano que se encuentra a cargo de la misión. Flick, Michel y Paul forman una especie de triángulo a lo Casablanca.

Con el nombre clave de “las abubillas”, el grupo dirigido por Flick intentará infiltrarse en la central telefónica haciéndose pasar por limpiadoras. Pero Dieter Franck, un inteligente mayor de la Gestapo, las está esperando. Franck es un especialista en contraespionaje del Tercer Reich y aficionado a la morfina. Es un maestro de la psicología y la tortura física, encargado de acabar con la Resistencia en el norte de Francia, cuyos pasos sigue de manera infatigable. Ha convertido en su objetivo personal capturar a Flick y someterla a uno de sus brutales interrogatorios.

Gracias a la interceptación de la radio de un soldado británico que es enviado a Francia, Frank logra averiguar los planes de Flick. Hay secretos que Flick desconoce: en las filas alemanas, en su propio equipo, entre aquellos en los que más confía, e incluso dentro de sí misma. Junto a Franck trabaja el Sturmbannführer Willi Weber, el brutal guardián del château. Entre los dos, y gracias a la extraordinaria defensa del centro de comunicaciones, tratarán de impedir el éxito del ataque de Flick… mas sin éxito.

Novela con una argumento muy elaborado en la que todos los cabos están atados y bien atados, a pesar de que los hilos argumentales interrelaciones a un buen número de personajes. De nuevo, encontramos una buena historia personal con un potente trasfondo histórico; algo en lo que Ken Follet es un maestro consagrado. Y todo ello a pesar de los vanos intentos que ha habido y habrá de denostarlo, tan sólo por escribir un best-seller detrás de otro… Si es que la envidia es muy mala. No puede negarse que hoy en día hay pocos escritores en el mundo que vendan tanto como él, gracias a una literatura sencilla, como es la suya, pero de enorme mérito.

La trama de la novela es ágil y sugerente. Hay tensión y los personajes son de carne y hueso, en especial los femeninos, otra de las marcas características de Ken Follet.

Alto riesgo es, a mi juicio, una de las mejores novelas de Ken Follet. La leí poco tiempo después de su publicación y aunque he leído gran parte de la obra del afamado escritor galés, me he decidió por volver a leerla y comentarla –incluyendo esta crítica en el apartado Segundas lecturas de este blog–, por considerarla, en muchos aspectos, superior al resto de su producción, e incluso al célebre Los pilares de la tierra. De todas las novelas escritas por Ken Follet ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, creo que Alto riesgo es la mejor, por encima de La clave está en Rebecca o La isla de las tormentas, que también son buenas novelas y comparten características con la que nos ocupa.

En definitiva, un buen thriller con un brillante ritmo narrativo, en el que hay aventura, historia de amor, violencia explícita, tortura y escenas de sexo, que por cierto tan bien se le dan a Ken Follet, quien no puede resistirse a incluir una bien subida de tono en todas sus novelas. Su argumento une de forma espléndida drama, historia y emociones tangibles. Ken Follet sabe cómo contar una historia fantástica y cautivar al lector, de eso no hay duda.

A.G.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Lecturas recientes: El cartero siempre llama dos veces


El cartero siempre llama dos veces (1934)
James M. Cain

“They threw me off the hay truck about noon” (Hacia mediodía me arrojaron del camión de heno). Así empieza esta novela, en lo que a mi juicio es uno de los mejores comienzos jamás escritos. Sencillo, pero cargado de información. El personaje principal, Frank Chambers, cuenta la historia en primera persona, y con esta simple línea revela todo lo que necesitamos saber de él. Es un perdedor, rechazado una vez tras otra por la sociedad.

Frank Chambers llega a Twin Oaks Tavern, un restaurante-gasolinera de carretera, con la idea de sacarle una comida gratis al dueño. Pero allí se topa con Cora, una mujer que no es atractiva en el sentido clásico del término, mas posee una bonita figura y un aire que, en palabras de Frank, hace que un hombre desee besarla de inmediato. Cora es una mujer provocadora y hosca. Está casada con el griego Nick Papanakis, el candoroso dueño del negocio. Un hombre mucho mayor que trata tan sólo de vivir de forma honesta de su negocio, y para el que formar una familia con su joven esposa no parece sino un sueño.

A Nick le cae simpático Frank. Necesita ayuda en el negocio y le ofrece trabajo. Frank no es de esos tipos a los que le guste quedarse en ningún sitio mucho tiempo. Pero le basta conocer a Cora para aceptar el trabajo. Cora había llegado a California como reina de la belleza de una escuela secundaria de Iowa, con la vana esperanza de llegar a ser algo más. Se casó con Nick, un hombre mucho mayor que él, por pura desesperación. Frank no tarda en averiguar que Cora no está enamorada de Frank. Odia a su marido, según ella misma confiesa.

Para Frank, Cora es un sueño, todo lo que él siempre ha querido. Cora, por su parte, ve a Frank como el hombre que ha estado siempre esperando, un tipo guapo y duro en apariencia, mas con la fuerza de voluntad de una marioneta. Lo único que tiene que hacer es ella es tomar la cuerdas y manejarlas. No es de extrañar, pues, que Frank y Cora comiencen a tontear e incluso ideen un plan para librarse de Nick. Su primer intento de matar al griego fracasa. La segunda vez, sin embargo, Frank y Cora son más cuidadosos. Matan al griego, pero son arrestados. El asunto se les pone difícil, pero el astuto abogado Katz, logra que los suelten, gracias a sus ingeniosas manipulaciones. Frank quiere marcharse de allí con Cora, pero ella se niega, pues disfruta del negocio. Ha que ha empezado a hacer dinero y desea solicitar una licencia para vender cerveza y servirla en una terraza, delante del restaurante.

Cora y Frank se ven atrapados en una espiral de deseo y alcohol. Una complicada relación de amor-odio, mutua desconfianza y hasta infidelidad por parte de él, aderezada con astutos hombres de leyes y complicadas pólizas de seguros, que los conduce inexorablemente a un final trágico y demoledor.

El cartero siempre llama dos veces es una novela breve y rápida, mas brutal y sofocante. Su argumento, simple y directo, es precisamente lo que le da el encanto: un hombre se enamora de la mujer de su jefe y, con la ayuda y ánimo de ella, decide matarlo como única manera de estar juntos. Gente mala que toma malas decisiones, permitiendo que la codicia y el egoísmo decidan por ellos, y que debe apañárselas con las consecuencias de sus actos.

Se trata, por otro lado, de un libro con un alto contenido sexual para la época en que fue escrito. Puede parecer soso en comparación con lo que se escribe hoy en día, pero algunos de sus párrafos debieron de resultaron bastante escandalosos en su época. Del mismo modo, el hecho de que aparezcan personajes, sobre todo femeninos, que reaccionan tan apasionadamente y se ven completamente dominados y consumidos por el sexo, era también bastante inaudito. A la vez, encontrarnos en sus páginas una violencia tan cínica y eficiente, sin ninguna ambigüedad moral, que el libro fue prohibido en Boston.

Una de las principales virtudes de esta novela, aparte de la historia que cuenta, es el ritmo de la narración. Cada capítulo es una lectura rápida con un final que te lleva inexorablemente a leer el siguiente. La novela carece de descripciones, todo es acción.

El título de la novela es un misterio. En ningún lugar encontramos una sola línea que siquiera se parezca al título. Pero lo curioso es que el título funciona. Hace pensar en la certeza de la muerte, tanto como la llegada del cartero, quien, si no respondes a su llamada la primera vez, volverá a llamar una segunda. Y eso es exactamente lo que ocurre en la novela. Hay una oportunidad de no responder a la primera llamada, de no tomar una mala decisión (su primer intento de asesinar al griego fracasa, pero Cora y Frank salen indemnes), pero hay una segunda llamada que los dos deciden responder. Sin embargo, lo que se encuentran detrás de la puerta no es un paquete postal, sino el destino grabado a fuego en los mismísimos muros del infierno.

Basado en un asesinato real, la novela se convirtió en un éxito de ventas inmediato. Hoy en día está considerada como una de las novelas negras más importantes del siglo XX. Su autor, James M. Cain, nació en Annapolis (Maryland) en 1892. Se ganó la vida como periodista, guionista y novelista. Sus novelas contribuyeron, junto a las de Dashiel Hammett y Raymond Chandler, a formar la llamada “escuela de novela negra norteamericana”. Cain se resistió, no obstante, a pertenecer a ningún tipo de escuela. A diferencia de ellos, Cain se centra, en lugar de en los detectives, en personas ordinarias que se convierten en criminales; seres solitarios y lascivos, codiciosos y aburridos. Muchas de sus novelas, entre las que destacan Pacto de sangre (que pronto comentaré aquí), Una serenata, Mildred Pierce, La mariposa o Galatea, han sido llevadas a la gran pantalla. El propio Chandler adaptó Pacto de sangre para el cine, con el resultado de una de las mejores películas de cine negro.

El cartero siempre llama dos veces ha tenido seis adaptaciones cinematográficas, si bien las dos más conocidas son la primera de ellas, una cita dirigida por Tay Garnett en 1946, y protagonizada por John Garfield y Lana Turner (¡cómo olvidar sus piernas!); y la de 1981, de Bob Rafelson, protagonizada por Jack Nicholson y Jessica Lange, y de la que jamás olvidaremos aquella tórrida escena de los dos protagonistas sobre la mesa de la cocina.

A.G.







Lana Turner,  en su primera aparición
en la versión cinematográfica de 1946.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Lecturas recientes: El día de la langosta


El día de la langosta (1939)
Nathanael West

Tod Hackett, graduado en Bellas Artes por Yale, ha sido contratado para trabajar como diseñador de vestuario y escenarios en Hollywood. Después de tres meses en su nuevo trabajo, aún se maravilla de la gente y la arquitectura de la ciudad, que en realidad no son sino mascarada y artificio. A Tod le interesan más, no obstante, los emigrantes de condición baja del Medio-Oeste que se arremolinan entorno a la ciudad y observan este mundo de farsa. Tod, que ha etiquetado a esta gente como aquellos que “han venido a California a morir”, se cree un auténtico artista y, como tal, decide pintarlos en su prometedora obra maestra, una escena apocalíptica que titula “Los Ángeles en llamas”.

En el poco tiempo que lleva en la ciudad, Tod ha trabado amistad con una colección variopinta de personajes, de parias que fueron a Hollywood en busca de un sueño. Entre ellos se encuentran Abe Kusich, un beligerante corredor de apuestas, Harry Greener, un antiguo payaso de vodevil, y su hija Faye, una joven actriz en ciernes de la que Tod se enamora. Faye sabe de los sentimientos de Tod pero se niega a corresponderle. Afirma que no pueden ser otra cosa sino amigos, puesto que Tod no tiene dinero y no es “particularmente guapo”. Tod mantiene, sin embargo, sus esperanzas una vez que el padre de Faye enferma y él va a verlo a su casa por las noches.

Harry enfermó en la casa de Homer Simpson, un solitario hombre de negocios explotado por Faye. No hay certeza de que Matt Groening lo tuviera en mente cuando creó Los Simpson, si bien hay algunas similitudes entre la novela de West y la serie de televisión: ambos Homer Simpson son seres simples y buenos, y comparten la extraña cualidad de estar siempre fuera de su elemento. Además, tanto la novela como la serie de dibujos animados resultan divertidamente sardónicas e incisivas.

Homer acaba de trasladarse a Los Ángeles desde Iowa por prescripción médica después de haber sufrido un episodio grave de neumonía. No trabaja y vive del dinero que ha ahorrado. Trata de olvidar los recuerdos de su primero y único encuentro casi-sexual, que ocurrió en el hotel de Iowa donde había trabajado de contable. Homer comienza a cortejar a Faye, mientras Tod, con la sensación de que Homer puede ser el tipo de gente que quiere pintar en “Los Ángeles en llamas”, se hace amigo de él. Homer y Tod no sólo son admiradores de Faye, sino que Tod acompaña a Faye en una acampada en las montañas donde viven su ex novio Earle Shoop y su compañero Miguel. Los tres hombres desean a Faye, que disfruta de la situación.

Tiempo después muere el padre de Faye y ésta se va a vivir con Homer, en una especie de “acuerdo de negocios”. Homer le proporciona a Faye comida y alojamiento, y se compromete a comprarle ropas elegantes que le permitan tener más oportunidades en su carrera artística. La trama se complica. Ahora bien, tendréis que leer el libro si queréis saber el final de la historia.

El día de la langosta es una obra visionaria. West, en su infinito sarcasmo, predice la perversidad y lo grotesco de nuestro mundo. También su
puso un desafío radical a la literatura modernista. Los modernistas se oponían a la cultura de masas, mientras West no sólo la muestra, sino que la convierte en una parte esencial de la novela. West critica el mundo de Hollywood y la mentalidad de las masas; el sueño americano convertido en una pesadilla.

Nathanael West es un excelente analista de la vida norteamericana del siglo XX, un logro cuya génesis se encuentra en los cinco años que pasó observando Hollywood. West fue a Hollywood en 1933 como guionista, y pasó allí la mayor parte del resto de su vida. Vivió en una casa de apartamentos similar a la que describe en la novela. Hollywood se estaba convirtiendo en la “fábrica de sueños” del país. Los alrededores de Los Ángeles también eran atractivos, debido al clima de California y la presencia de famosos.

West concibió su novela poco tiempo después de llegar a Hollywood. Pero tras un largo periodo de preparación, no se puso a trabajar en serio en ella hasta 1937, y la terminó en 1938. El título alude a la plaga de langosta descrita en la Biblia.

El año 1939, cuando Europa ardía en llamas y Estados Unidos aún se agarraba a la esperanza de no tener que intervenir en la guerra, resultó ser un momento milagroso para la ficción engendrada en Los Ángeles. Fue el año en que se publicaron El sueño eterno, de Raymond Chandler, Pregúntale al polvo, de John Fante, y El día de la langosta. Tres novelas que destilan de un modo peculiar –y muy distinto la una de las otras–, la ciudad de la que escriben, y que han seguido dictando el modo en que aún se percibe a Los Ángeles.

El día de la langosta es el que muestra menos compasión de los tres. Refleja en toda su crudeza el odio, la desilusión y la violencia que bulle bajo la superficie brillante y acogedora de la ciudad. La idea de Los Ángeles como un lugar apocalíptico ya aparece en obras anteriores de esa misma década, si bien es West quien la cristaliza.

Nathanael West murió en un accidente de coche en 1940, a la edad de treinta y siete años, cuando volvía de un viaje a México. La legenda afirma que conducía a toda velocidad para llegar a tiempo al funeral de Francis Scott Fitzgerald.

Aunque no muy apreciado en vida, las novelas de West comenzaron a ser reconocidas en los años 50. Hoy en día su obra se tiene en gran estima y se le considera como uno de los autores que han configurado el canon literario norteamericano.

A.G.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Lecturas recientes: Malas deudas


Malas deudas (1996)
Peter Temple

Jack Irish no está aún recuperado del todo de la pérdida de Isabel, su segunda esposa, que fue asesinada por uno de los clientes de Jack. Durante un tiempo Jack ahogó sus penas en el alcohol. Más tarde abandonó su trabajo de abogado criminalista. Ahora la mayor parte de sus ingresos provienen de las comisiones por el cobro de deudas o de su búsqueda de testigos. Le gusta el fútbol y apuesta en las carreras de caballos. Su pasatiempo principal es trabajar con la madera ayudando a un maestro ebanista.

Un día Jack Irish escucha en su contestador unos enigmáticos mensajes telefónicos de un tal Danny McKillop, que quiero verlo de inmediato. Irish no recuerda nada del tal McKillop y no tiene prisa en contactar con él. La vida es lo bastante dura como para indagar en antiguos problemas. Su equipo de fútbol favorito sigue perdiendo y su mente está ocupada en otras preocupaciones. Más tarde, hurgando en sus antiguos papeles, Irish encuentra el caso en que se vio involucrado McKillop. En 1984 Danny McKillop fue procesado por haber atropellado a Anne Jepperson, una activista política de veinte años muy conocida por la opinión pública. McKillop fue encontrado durmiendo una hora más tarde a los pies de su coche; llevaba un nivel de alcoholemia en sangre de 0,1. Los restos encontrados en su coche encajaban con los de la víctima y un testigo que afirmaba haberlo visto claramente al conductor lo identificó en una rueda de reconocimiento. McKillop, que había sido condenado tiempo atrás por conducir bajo los efectos del alcohol, fue acusado de asesinato y condenado a diez años de cárcel.

Irish intenta localizar a McKillop, pero es demasiado tarde. McKillop aparece muerto a tiros de la policía frente al pub en el que había citado a su ex abogado. Irish se siente culpable por no haber podido ayudar a McKillop en dos ocasiones y está determinado a encontrar la verdad con la ayuda de la periodista Linda Hiller, con quien acabará involucrado en una tórrida relación amorosa. Se ve obligado a volver a sumergirse en su oscuro y peligroso pasado. Comienza a indagar en las circunstancias de su asesinato y se ve inmerso en una investigación que pone en serio riesgo su propia vida. No tarda en darse cuenta de que alguien quiere matarlo para evitar que la verdad salga a la luz. No todo es como parece ser, de tal modo que Irish no es capaz de identificar en quién puede realmente confiar. Descubre corrupción al más alto nivel, oscuros secretos sexuales que implican a peces gordos de diversos estamentos, chanchullos inmobiliarios y asesinatos. Perseguido por matones y turbios ex policías, Irish lucha desesperadamente por descubrir lo que ocurre, mientras aumenta el número de asesinatos.

Novela absorbente y vertiginosa, hace gala de un buen sentido del humor, acción, suspense y un amplio repertorio de buenos personajes. Su argumento está sólidamente elaborado –todos los cabos están atados y bien atados–, mas se halla salpicado de interesantes giros que ponen de repente todo patas arriba. Peter Temple exhibe en su relato un estilo narrativo muy personal, difícil de catalogar: directo y sin artificio, con un lenguaje llano aunque vulgar en ocasiones.

Malas deudas es la primera novela de las cuatro que hasta la fecha constituyen la serie de Jack Irish. Obtuvo en 1997 el prestigioso premio de literatura criminal Ned Kelly. Con el paso de los años, novela tras novela, Peter Temple ha añadido a su haber otros notables premios literarios, entre los que se cuenta el Premio Miles Franklin, el mayor galardón literario de Australia, por su novela Verdad, publicada en 2009.

A.G.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Sorpresas gratas: Los mares del Sur


Los mares del Sur (1979)
Manuel Vázquez Montalbán

Un importante hombre de negocios llamado Carlos Stuart Pedrell, un rico empresario de la construcción al que se suponía de viaje por la Polinesia, aparece muerto en un barrio del extrarradio de Barcelona. Lo acompaña una nota manuscrita en la que se lee: “Ya nadie me llevará al sur”. Su viuda, de repente revitalizada por haberse desembarazado de un matrimonio nulo e infeliz, contrata al detective Pepe Carvalho para investigar qué le ocurrió a su marido durante el año que estuvo desaparecido y las causas de su misteriosa muerte. Durante la investigación, Carvalho se entrevista con familiares y amigos de la víctima procedentes de diferentes estratos: desde la izquierda más radical y sindicalista hasta la derecha fascistoide y policial. Gracias a ellos recompone la figura de Pedrell: su personalidad, sus aficiones intelectuales y, en especial, su obsesión por seguir los pasos de Gauguin y exiliarse en los mares del sur, donde empezar una nueva vida.

La novela está ambientada en la peculiar Barcelona de la transición, un tiempo de profunda crisis económica, de modo que refleja el sentimiento de frustración y los conflictos personales y colectivos propios de la época. Montalbán retrata de un modo espléndido la sociedad barcelonesa. Por un lado, se halla la burguesía, encarnada por empresarios sin escrúpulos que se enriquecen con la construcción con materiales de mala calidad de nuevos barrios obreros en el extrarradio de la ciudad, sin servicios básicos. En el lado opuesto se encuentran los desencantados trabajadores que habitan el barrio obrero de San Magín. La novela está poblada por curiosos personajes que se desenvuelven en ambientes no menos singulares: el Rabal, el Barrio Chino y el propio San Magín.

Carvalho demuestra ser un gran conocedor de los bajos fondos y los barrios marginales de Barcelona. Montalbán retrata también el salvaje capitalismo, principalmente inmobiliario, de la Barcelona de la época y la desvertebración social y urbana que provoca tal capitalismo especulativo. En efecto, Carvalho intercala su investigación con frecuentes regresiones y agudas reflexiones sobre la nueva etapa democrática de España y sobre su propia identidad. Los mares del Sur nos presenta una realidad que no parece haber cambiado mucho en treinta y cinco años. En esencia todo sigue igual: las corruptelas, las luchas de poder y la marginación.

Pepe Carvalho es un detective inspirado en los típicos detectives de la literatura negra norteamericana: es un hombre culto y cínico, mas culto y de refinado gusto culinario, a lo que añade una notable carga de erotismo. En el transcurso de la narración descubrimos algo más acerca de nuestro hombre. Carvalho es un ex militante comunista de origen gallego que acabó, tras un rápido paso por la trena, en agente de la CIA y, posteriormente, detective privado, asentado definitivamente en Barcelona. Un tipo pesimista y profundamente desilusionado con la política, cuya finalidad es no sólo resolver los crímenes que se le plantean, sino esclarecer la verdadera motivación de los mismos, en tanto reflejo inequívoco de la intrínseca debilidad humana.

Acompañan a nuestro héroe otros personajes singulares, bastante arquetípicos, a decir verdad: la Charo, su novia prostituta, Biscúter, su fiel escudero, y Bromuro, su amigo y compañero de veladas gastronómicas.

La tercera entrega de la serie del detective privado Pepe Carvalho, tras Yo maté a Kennedy y Tatuaje, supuso un fracaso de ventas. Sin embargo, la novela cayó accidentalmente en las manos de un influyente crítico literario que la propuso para el Premio de Literatura de París, galardón que en efecto consiguió. La obra fue también merecedora del Premio Planeta en el año 1979.

Los mares del sur me ha resultado una lectura muy interesante y enriquecedora. Es la primera novela que he leído de su autor. He de confesar, no obstante, que por raro que pueda parecer llegué a Vázquez Montalbán de un modo indirecto. Lo hice gracias a Andrea Camilleri, un reconocido admirador de la obra del catalán, a quien rindió merecido tributo bautizando a su comisario con el nombre de Salvo Montalbano; un personaje claramente inspirado en Pepe Carvalho, si bien caracterizado con unos rasgos que lo convierten en un héroe con personalidad propia que pasa de ser un mero trasunto del gallego afincado en Barcelona. A pesar de las indudables virtudes de las obras de Camilleri, que no he tenido reparos en ensalzar en este blog, es de justicia reconocer que el maestro supera ampliamente al discípulo. La profundidad de la escritura de Vázquez Montalbán (a lo que hay que unir la aguda crítica social y política) eleva a su autor a la esfera de los pocos elegidos que han revolucionado la prosa española y cuya lectura es absolutamente imprescindible para todo buen amante de la literatura escrita en nuestra lengua.

A.G.

martes, 22 de octubre de 2013

Lecturas recientes: Hasta el último momento


Hasta el último momento (2002)
Junge, Traudl

Gertraud (Traudl) Humps nació en Múnich. Su padre, cervecero y teniente en la reserva, fue uno de los primeros miembros del Partido Nazi. Participó en el Putsch de Hitler el 9 de noviembre de 1923 y en 1925 dejó a su mujer Hildegard y sus dos hijas Traudl e Inge. Más tarde llegó a ser General de las SS en la reserva.

Traudl creció en el ambiente del advenimiento del régimen nazi y se inscribió en la Liga de Muchachas Alemanas. Trabajó de secretaria, aunque su sueño era trasladarse a Berlín y convertirse en bailarina profesional. Aunque fue contrata por la compañía de danza Deutsche Tanzbühne de Berlín, su jefe no aceptó su petición de despido y le impidió marcharse a la capital. Pero finalmente, gracias a los contactos de su hermana, consiguió ir a Berlín en la primavera de 1942.

En diciembre de 1942 supo, por medio de la bailarina Beate Eberbach (la cuñada de Albert Bormann) que había quedado vacante un puesto de secretaria en la Cancillería y logró colocarse entre las postulantes. El primer encuentro de Traudl con Hitler tuvo lugar unos días más tarde. Ella y otras dos chicas que había solicitado el puesto de secretaria estaban durmiendo en un tren en las afueras de la Guarida del Lobo, el cuartel general de Hitler en Prusia oriental, cuando se les llamó para que acudieran a donde se encontraba el Führer. El pánico cundió entre ellas. Temblaban de tal forma que no eran capaces de encontrar sus zapatos o de abrocharse los botones. Tras el examen al que las sometió Hitler, Traudl supo que ella era la elegida. Se encargaría de redactar de cartas y documentos de orden doméstico, administrativo y personal. Tenía veintidós años, no sabía nada de política. Tan sólo pensó que sería emocionante desempeñar un puesto tan especial.

Durante los siguientes tres años, Traudl vivió con Hitler en sus varios bunkers. Paseo y habló con él, y escuchó sus peroratas sobre los temas más diversos. Hitler incluso interfirió en su vida, algo que tanto le gustaba hacer. Instó a Traudl a contraer matrimonio, tras un período de compromiso más bien breve, con Hans Hermann Junge, oficial de las SS y ayuda de cámara de Hitler. Su marido murió en combate en un avión de observación en las cercanías de Dreux (Normandía) el 13 de agosto de 1944, apenas un año después de su boda.

Cuando el Ejército Rojo comenzó a avanzar sobre el este de Europa tras la caída de Stalingrado, la Guarida del Lobo tuvo que ser abandonada. Traudl, junto con Gerda Christian (la otra secretaria de Hitler), acompañó al Führer y su séquito a su último destino, el búnker de la Cancillería.

Durante este tiempo, Traudl no dudó ni por un segundo que estaba en presencia de un líder bueno y sabio, aunque ella jamás fue miembro del partido. Sólo cuando el ruido de la artillería soviética se hizo ensordecedor, comenzó a cuestionarse ciertas cosas. Con todo, permaneció con Hitler hasta el mismísimo final.

Mientras Berlín caía y resultaba daba a entender a todos que planeaba suicidarse, Traudl se despidió y recibió dos regalos: veneno, de parte de su jefe (las cápsulas de cianuro había sido proporcionadas por el sanguinario Heinrich Himmler), y un abrigo de piel de zorro de su nueva esposa, Eva Braun. Después de su suicidio, Traudl se fue a la habitación donde Hitler y su esposa se habían dado muerte. Allí, entre la sangre, encontró un pañuelo de gasa rosa, un revólver Walther PPK semiautomático y una cápsula de veneno. La cápsula se parecía a “un pintalabios vacío”, afirma. Habiendo redactado el testamento político y privado de Hitler, y después del asesinato por su propia madre de los seis hijos del matrimonio Goebbels y la muerte de la sanguinaria pareja, Traudl abandonó el búnker. Era el 30 de abril de 1945. Salió al exterior en compañía de Otto Günsche, Erich Kempka y Martin Bormann, tratando de romper el cerco de las tropas soviéticas. Mas no tardó en ser capturada por soldados rusos, quienes la entregaron a los estadounidense. Considerándola una simple simpatizante del régimen, éstos la pusieron en libertad en 1947. Jamás fue procesada por ningún crimen.

Traudl Junge redactó su relato de los años de la guerra en 1947. Éste fue publicado por primera vez en 1989 en el libro Voces del búnker, de Pierre Galante y Eugene Silianoff.

La narración de Traudl demuestra que era una persona que se fijaba en los detalles. Sitúa a Hitler en el centro de la vida doméstica. El efecto es sorprendente y constituye lo que podríamos llamar la “banalidad del mal”. Hitler es presentado como una criatura macilenta, carismática pero debilucha. Es vegetariano y sigue una dieta estricta, si bien exime de su cumplimiento al personal a su cargo en Berghof. Sus únicos vicios son los huevos fritos y el puré de patata.

A medida que la situación empeora para Alemania, la narrativa de Traudl va adoptando una nueva urgencia. Ella fue testigo de excepción del fallido atentado urdido por von Stauffenberg el 20 de julio de 1944. Tras la explosión de la bomba, Traudl pudo a duras penas aguantar la risa al ver a Hitler despeinado y con los pantalones hechos trizas. Traudl también formó parte de del puñado de acólitos que permanecieron en el búnker de la Cancillería del Reich cuando Hitler asumió definitivamente que todo está perdido. Traudl recuerda que todos hablaban de cuál era la mejor forma de morir. Durante esos días Traudl jugó con los seis hijos de Goebbels, sabiendo que en el bolso de su madre estaba el veneno que acabaría con sus vidas. Incluso discutió las virtudes del cianuro con Eva, que deseaba que el suyo fuera un cadáver hermoso, y asistió a la boda de una cocinera.

En sus memorias Traudl Junge describe también la lucha por la supervivencia en el inmediato caos después de la guerra y cómo gradualmente fueron mejorando sus condiciones de vida. Años después Traudl Junge trabajó como periodista en diferentes medios. En 1959 publicó el libro Animales con vida de familia.

En los últimos años de su vida, Traudl comenzó a considerar la responsabilidad personal de los horrores perpetrados por el líder al que sirvió, y sufrió un período de depresión. Aquellas reflexiones la llevaron a declararse en contra de las atrocidades del régimen nazi, de tal modo que aceptaba finalmente su responsabilidad personal por no haberse opuesto a los nazis. Afirmó que durante el ejercicio de sus labores durante la Alemania nazi nunca llegó a saber del genocidio perpetrado por el régimen de Hitler, debido a su fascinación por el carisma paternal de su jefe. Traudl Junge murió en Berlín en 2002.

Hasta el último momento es un notable documento histórico. Está precedido por una introducción de su editora, Melissa Müller, una periodista y escritora austriaca que a mediados de los 90 escribió un libro sobre Anna Frank. Años más tarde, mientras investigaba para un proyecto acerca de los artistas en el Tercer Reich, conoció a Traudl Junge. Durante sus encuentros se gestó Hasta el último momento.

Melissa Müller enmarca biográficamente el texto de Traudl Junge a través de una introducción biográfica y un amplio epílogo basado en conversaciones con ella los últimos años de su vida, como una anciana deprimida, culpable y sola. Pero ante todo es un recuerdo doloroso de cómo es posible que una persona –o incluso una nación entera–  puede lentamente caminar como un sonámbulo hacia el pecado.

Melissa Müller responde así a la pregunta de cómo pudo suceder que aquella joven ingenua ocupara un lugar junto al hombre que destruyó la vida de millones de personas. Müller explica también cómo veía Traudl Junge su pasado, el mismo que la acompañó toda su vida como una sombra, y describe su horror al reconocer su ingenuidad y su culpa.

En 2004 se estrenó la película El hundimiento, dirigida por el alemán Oliver Hirschbiegel. Su guión se basa principalmente en las memorias de Traudl y el libro homónimo de Joachim Fest, que comentamos aquí recientemente.

A.G.

viernes, 18 de octubre de 2013

Sorpresas gratas: No quisiera estar en sus zapatos


No quisiera estar en sus zapatos (1943)
William Irish

Tom Quinn y su esposa Ann comparten un diminuto apartamento de una habitación en un extraño edificio de Nueva York. Sueñan con convertirse en bailarines famosos. Las noches les resultan insoportables debido a los maullidos de los gatos. Desesperado, incapaz de conciliar el sueño, Tom les tira sus zapatos para callen como último remedio a su pesadilla. Pero su mujer no tarda en cuestionar lo que acaba de hacer y le obliga a bajar a por ellos. (Se encuentran acuciados por una precaria situación económica.) Sin embargo, Tom no consigue encontrarlos. Tom tiene un problema en los pies y calza zapatos ortopédicos. El día siguiente los zapatos aparecen frente a su puerta. Hasta ahí todo podría parecer normal.

Pero a pocas manzanas del edificio, un anciano que se alimentaba de latas de conserva aparece asesinado en su casa de madera en ruinas. La policía, en la persona del detective Clint Judd, ha encontrado la huella de un zapato ortopédico en el lugar del crimen. Las pesquisas de la policía no tardan en implicar a Tom en el sangriento asesinato. Las sospechas, fundadas en sus zapatos, se ven acrecentadas cuando la policía encuentra en poder de Tom una cartera con una gran cantidad de dinero (en billetes viejos de 20 dólares) que afirma haberse encontrado en la calle. Podemos fácilmente imaginar las consecuencias fatales para Tom, no sólo a nivel judicial sino a nivel familiar. La historia se va tornando cada vez más angustiosa para Tom, que se ve abocado a un final fatal. La elaborada trama tejida por William Irish nos conduce por vericuetos insospechados donde nada resulta ser lo que parece, donde la lógica y lo tangible no siempre reflejan la realidad.

Tom es juzgado y condenado a la pena de muerte. La noche antes de su ejecución Ann busca la ayuda de Judd para probar la inocencia de Tom. Aparece entonces un sospechoso, Kosloff, pero una impecable coartada lo exculpa. ¿Qué ocurre al final? Tendréis que leerlo para averiguar el desenlace de este intrigante relato.

William Irish (seudónimo de Cornell Woolrich) es uno de los indudables precursores de la novela de suspense, en tanto subgénero de la novela negra. En sus novelas los personajes se ven atrapados de un modo fatal en una atmósfera sobrecogedora. El universo del escritor desata los miedos atávicos, no sólo de los protagonistas de sus obras, sino en las almas de los lectores. Nada es superfluo ni gratuito.

Sus novelas y relatos han servido de inspiración a una treintena de películas. La más conocida de ellas es La ventana indiscreta, obra maestra del cine de suspense, dirigida por Alfred Hichcock, y basada en el cuento It had to be murder (1942). No quisiera estar en sus zapatos fue llevada a la gran pantalla por William Nigh en 1948.

A.G.

viernes, 11 de octubre de 2013

Lecturas recientes: La voz del violín


La voz del violín (1997)
Andrea Camilleri

La cuarta entrega de la serie de Montalbano se inicia con un absurdo accidente en una solitaria carretera de las cercanías de Vigàta. Alguien ha chocado con un coche aparcado a la puerta de un chalet, pero nadie denuncia el suceso. La sospecha lleva a Salvo Montalbano a colarse en la vivienda, que resulta estar en reforma, sin dudar en saltarse de nuevo todas las normas establecidas. En su interior descubre el cadáver desnudo de una hermosa joven siciliana, esposa de un médico de Bolonia. Entre sus escasas pertenencias figura un violín guardado en su estuche. Sus joyas han desaparecido. Acto seguido, Montalbano elimina sus huellas del lugar del crimen y organiza, gracias a su peculiar maestría, el descubrimiento “oficial” del cuerpo.

En un primer momento son varios los sospechosos del asesinato de Michela Licalzi: el marido de la víctima, un reputado médico boloñés mucho mayor que ella, que no parece afectado por su muerte; su amante, un anticuario que vive también en Bolonia; Anna, la mejor amiga de la fallecida, cuyos encantos no pasan desapercibidos para Montalbano; y un pariente de su marido. Las primeras pesquisas policiales apuntan al pariente de la fallecida, un joven desequilibrado admirador suyo, que desapareció la misma noche del crimen. Unos días después de que Montalbano iniciara la investigación, el joven pariente muere a disparos de la policía en una escena que hace sospechar a Salvo de que algo siniestro se oculta tras esta acción aparentemente inopinada. Montalbano se topa de bruces con una jerarquía policial cuyo único interés parece ser cerrar casos y presentar resultados, más que hacer las cosas cómo es debido y cazar a los auténticos culpables de los delitos.

La voz del violín vuelve a exhibir una de las principales virtudes de la saga: una escritura ágil que nos conduce a toda velocidad por los acontecimientos, y tras la cual se oculta una indudable calidad literaria. Encontramos de nuevo sabias pinceladas de humor a lo largo de trama y una cada vez más rica caracterización de los personajes secundarios. En este caso me gustaría destacar al incomparable Catarella, que es enviado a hacer un curso de informática y resulta ser el primero de la case; y por supuesto el personaje de Livia, cuya peculiar relación con Salvo no parece atravesar uno de sus mejores momentos. En este sentido resulta imprescindible la lectura de El ladrón de meriendas, la novela anterior, cuyos acontecimientos van a determinar el desarrollo posterior de la relación entre Livia y Salvo. Y qué decir de Montalbano, el singular inspector vigatés, con su cinismo e irrespetuosidad, su lenguaje directo y natural (y a veces grosero, mas sin excesos), y su fascinación (casi obsesiva) por la gastronomía y las mujeres.

Camilleri vuelve a erigirse en el fustigador impertérrito de todos esos colectivos degenerados que han conducido a Italia al lamentable estado que denuncia el escritor: la burguesía, capaz de todo por dinero, la omnipresente mafia, la injusta justica, la policía corrupta y chapucera, los periodistas parciales… ese microcosmos siciliano que tan bien retrata Camilleri.

A.G.

sábado, 5 de octubre de 2013

Sorpresas gratas: El largo adiós


El largo adiós (1953)
Raymond Chandler

El detective privado Philip Marlowe se desenvuelve a sus anchas en esta pieza imprescindible de la novela negra americana, la sexta novela protagonizada por este notable personaje, un héroe imperfecto y magullado, mezcla de dureza distante y amargo romanticismo.

Las características más significativas de su personaje se han desarrollado plenamente desde sus tempranos inicios en El confidente. Aunque Chandler escribirá una última novela, Playback, tenemos la impresión de que El largo adiós es ciertamente un largo adiós al mundo de policías corruptos, más corruptos incluso que los gánsteres o el propio Marlowe.

En esta ocasión Marlowe conoce a Terry Lennox, un veterano de guerra con la cara devastada por antiguas cicatrices de guerra y una fallida cirugía plástica. Esta nueva e inesperada amistad introduce a Marlowe en una tupida red de decadencia, corrupción y asesinato… el decadente Los Ángeles de los años 50.

Lennox es un borracho empedernido y tiene una esposa riquísima y ninfómana de la que no tardó en divorciarse y con la que volvió a casarse años más tarde. Durante uno de los encuentros entre Marlowe y Terry, éste acusa a su mujer Sylvia de infidelidad. Tiempo después Sylvia es encontrada muerta. La policía averigua que unos días antes Marlowe había llevado a Lennox a Tijuana y sospecha de que el marido sea el asesino. Pero no hay pruebas de su implicación en el asesinato. Marlowe, por su parte, se niega a cooperar con Harlan Potter, el abogado que ha enviado el padre millonario de Sylvia.

En paralelo a este asunto se desarrolla una segunda trama que en realidad acaba por revelarse estrechamente ligada con el affair Terry-Sylvia. El representante literario Howard Spencer contrata a Marlowe para que tutorice al novelista Roger Wade, un sólido autorretrato del propio Chandler, quien también se había convertido en un célebre escritor alcohólico de media edad que se odiaba a sí mismo. El dipsómano Wade no es capaz de terminar su novela y se encuentra perdido, pero su mujer, la sorprendente rubia Eileen, proporciona datos esenciales sobre el doctor que cuida de su marido. Marlowe se sirve de ellos para emprender un arduo trabajo destinado a revelar el secreto que se esconde tras la vida de tan oscuros personajes.

La similitud entre Raymond Chandler y el autodestructivo Roger Wade no es el único punto de encuentro entre el autor y los protagonistas de El largo adiós. Al igual que Terry Lennox, Chandler fue un ex soldado con cicatrices de la Primera Guerra Mundial cuyos días de juventud en Dabneuy Oil estuvieron llenos de cochazos y asuntos ilícitos. Con Philip Marlowe comparte Chandler la fe en ideales de otro tiempo: el carácter, fidelidad y respeto por la creación.

El argumento está lleno de giros. Chandler desarrolla muchos hilos narrativos diferentes y aparentemente inconexos y logra unirlos al final con tanta limpieza que el lector no puede evitar quedarse atónito ante el modo en que se ha llegado al desenlace final.

El largo adiós es una de las obras emblemáticas de su género. Una novela que demostró por primera vez que este tipo de ficción podía servir como vehículo de crítica social. En realidad, la novela transciende la simple ficción y se convierte en un profundo lamento sobre la oscuridad de la condición humana.

Marlowe es el único personaje de la novela interesado de verdad en encontrar la verdad sobre lo que le ocurrió a su amigo. La policía, los representantes oficiales de la ley, están presentados como estúpidos rufianes. En el mundo cínico y corrupto de Chandler, la ley es algo maleable. Todos actúan de acuerdo con sus propios intereses: dinero, silencio, sexo. Chandler es también el único que muestra una pizca de conciencia, algo tan inquietante como las cicatrices fantasmas en el rostro de Terry Lennox.

Gran parte de culpa de esta perfección narrativa la tiene la espléndida escritura de Chandler, que tan notable influencia ha ejercido en la novela posterior. Su escritura fresca y sus ágiles diálogos ayudan a construir una prosa directa. Chandler es también un maestro en la descripción de lugares y ambientes. Además, sus personajes son seres vivos, con sus vestidos, que Marlowe se extiende en describir, sus gestos y su modo peculiar de hablar.

A.G.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Lecturas recientes: Out


Out (1997)
Natsuo Kirino

Nos hallamos ante la triste historia de Masako Katori, una mujer japonesa que trabaja en un agotador turno de noche de una fábrica de comida precocinada. Su vida es aburrida y deprimente. Odia su trabajo y mantiene a duras penas un hogar roto hace mucho tiempo. Pero algo distinto viene a romper esta monotonía. Un acontecimiento que va a cambiar su vida para siempre.

Yamamoto, el marido de su compañera Yayoi, es un alcohólico violento, obsesionado con una joven prostituta llamada Anna, que trabaja en un club regentado por un gánster psicópata llamado Mitsuyoshi Satake. Yamamoto ha perdido todos los ahorros de la pareja jugando al bacarrá en el club de Satake. Una noche, Satake golpea a Yamamoto y lo echa del local. Cuando Yamamoto llega a casa, su mujer, llevada por la cólera y la desesperación, lo estrangula con su propio cinturón. Yayoi les cuenta lo ocurrido a sus compañeras de confianza y éstas, lideradas por Masako, acuerdan descuartizar el cuerpo de Yamamoto y deshacerse de él en bolsas de basuras que dispersan por Tokio. Pero alguien encuentra unos trozos del cuerpo de Yamamoto y la policía inicia sus investigaciones. Las primeras sospechas se dirigen a Satake, que es liberado, no obstante, por falta de pruebas. Satake, que ha perdido su club, desea venganza y se empeña en encontrar al auténtico asesino.

Por supuesto, no voy a desvelar el desenlace de la historia. Sólo diré que hay más descuartizamientos, chantaje, avaricia, rencor y crueldad. No en vano, las compañeras de trabajo de Masako, una vez implicadas en el asunto, tratan, cada una a su manera, de sacar el máximo partido de su colaboración nada desinteresada. Sin embargo, ninguna de ellas es capaz de prever las nefastas consecuencias de los acontecimientos que las relacionan. Y es que cuando una persona se mancha las manos de sangre, ya nada vuelve a ser lo mismo.

Masako es una mujer inteligente que a sus cuarenta años se halla abocada a esa vida miserable de la que hemos hablado al comienzo. Podría haber tenido un futuro prometedor, pero está cansada de luchar contra el machismo laboral que la ha derrotado y no tiene más remedio que desempeñar un trabajo duro y alienante que le impide casi tener contacto con su marido y su hijo. En este sentido, Out refleja de forma espléndida las dificultades económicas de las clases bajas japonesas, obligadas a trabajar sin descanso para poder llegar a fin de mes, mientras son bombardeadas por una despiadada sociedad de consumo a la que no pueden hacer frente sin hipotecarse hasta el cuello.

Las otras protagonistas de la novela son: Yoshie, La Maestra, una mujer adulta que ha de cuidar de sus dos hijas y su suegra inválida; Kuniko, una treintañera obsesionada por la moda, mas insatisfecha con su trabajo y su vida; y la mencionada Yayoi, una mujer joven y atractiva, madre de dos niños.

Out es una espléndida novela negra con un argumento muy original que parte de un crimen doméstico y se complica cada vez más con todo tipo de incidentes siniestros y misteriosos. En ella se combinan el thriller, aderezado con unas pinceladas de gore, y una buena dosis de áspera crítica social que dirige su mirada a la discriminación laboral y social que sufre la mujer japonesa de nuestro tiempo. Out aborda también otros temas como el feminismo, el racismo hacia los mestizos, la atracción sexual por los adolescentes y la falta de estímulos laborales. A pesar de mostrar principalmente este cúmulo de desbocadas bajas pasiones, de violencia desatada con resultados impredecibles, Out ensalza también la amistad y la lealtad.

Natsuo Kirino nació en Japón en 1951. Ha ganado varios premios que la han llevado a coronarse como la indiscutible reina japonesa del crimen.

A.G.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Lecturas recientes: Los últimos días de Hitler


Los últimos días de Hitler (1947)
Hugh Trevor-Roper

En septiembre de 1945, el destino de Adolf Hitler era un misterio. Había desaparecido. Stalin estaba obsesionado con encontrarlo, vivo o muerto, pero las tropas rusas que entraron en el búnker de Hitler en Berlín a comienzos de mayo no encontraron más que unos huesos calcinados mal enterrados que podrían pertenecer a él. Su sucesor, el almirante Karl Dönitz, a quien el mismo Hitler nombró como tal cuando comprendió que su final era inminente, insistía en que Hitler había luchado hasta su último aliento contra el Ejército Rojo, mientras los Soviéticos denunciaba que aún seguía vivo, en manos de los Aliados. En julio el propio Stalin había dicho a Truman, durante la Conferencia de Potsdam, que pensaba que Hitler estaba con vida en España o Argentina. La falta de certeza sobre la muerte de Hitler llegó a comprometer la seguridad en la Alemania ocupada e incluso originó una tensión creciente entre los rusos y los británicos: El Reich de los mil años no podía ser proclamado oficialmente muerto si el Führer seguía vivo.

En este estado de confusión y ante la necesidad de dar una respuesta definitiva al asunto, el Servicio Secreto Británico de Inteligencia envió a Berlín a Hugh Trevor-Roper. El joven oficial inglés, que conocía el país, hablaba alemán y tenía experiencia en interrogar a prisioneros nazis, recibió la ardua tarea de investigar acerca de los últimos días de Hitler y redactar un informe “definitivo” sobre su muerte. Para ello, tuvo acceso a archivos norteamericanos de contraespionaje y prisioneros alemanes. Su estudio se centra en los últimos diez días de la vida de Hitler (20-29 de abril) en el búnker subterráneo de Berlín y reconstruye los alucinantes días finales.

Trevor-Roper no pudo hallar evidencia física de la muerte de Hitler, pues su cuerpo había sido incinerado, como él mismo había ordenado hacer. Ante esta dificultad, hubo de dirigir sus investigaciones a la búsqueda de testigos oculares de tanto su suicidio como de su incineración. Trevor-Roper recorrió Alemania, dedujo quiénes serían los últimos ocupantes del búnker e interrogó a los que seguían vivos. Su testigo más famoso fue el arquitecto y ex ministro nazi Albert Speer, que había desafiado a Hitler negándose a destruir las infraestructuras alemanas ante el avance del Ejército Rojo. Pero Speer no estuvo en el búnker los últimos días, si bien fue a despedirse de su señor unos días antes. Así pues, Trevor-Roper entrevistó a secretarias, mayordomos, doctores y guardias del búnker. Los diferentes testimonios le permitieron demostrar que Hitler se había suicidado.

El libro está estructurado en torno a siete capítulos. Destaca, a mi juicio, el preciso análisis que hace el autor de lo que él denomina la corte de Hitler, que define como “incalculable en su capacidad para la intriga, como si se tratara de un sultanato oriental”. Trevor-Roper esboza vívidos retratos de los infames miembros del círculo más próximo de Hitler: el perverso y banal asesino Heinrich Himmler, el brillante y vil propagandista Joseph Goebbels, el chiflado drogadicto amante del lujo Hermann Göring, el fiel segundón Martin Bormann y Albert Speer, la figura más interesante; el único que contaba con la inteligencia y los escrúpulos para ver lo que era realmente el nazismo, del que sin embargo fue cómplice.

El resto de capítulos desgrana los acontecimientos finales: la derrota alemana, el asedio del búnker, la decisión de suicidarse, la traición de Göring, los infanticidios cometidos por Magda Goebbels, el testamento político y vital de Hitler (y de Goebbels, tras la muerte de su amo) y el suicidio de Hitler y su ya esposa Eva, y posterior incineración de los cuerpos en el jardín de la Cancillería del Reich.

Los últimos días de Hitler es una obra imprescindible. Cuidadosamente documentada, se revela como uno de los estudios más notables y reveladores, si no el que más, de aquellos días apocalípticos de destrucción; del final de aquella paranoia, de la mayor locura y desgracia que ha vivido la humanidad... del hundimiento (como lo llamaría años más tarde Joachim Fest) de aquel demente cabo austriaco que embaucó a su pueblo y que, por suerte para todos, no logró su objetivo de aniquilar al mundo entero y llevárselo a la tumba con él.

La publicación de Los últimos días de Hitler causó una enorme sensación y convirtió a su autor en rico y famoso a la edad de treinta y tres años. También lanzó su carrera profesional, que se movería entre el periodismo popular y la escritura académica. Trevor-Roper (1914-2003) fue profesor de historia y colaborador de The Times y The New Statesman.

A.G.

jueves, 29 de agosto de 2013

Lecturas recientes: El ladrón de meriendas


El ladrón de meriendas (1996)
Andrea Camilleri

En la tercera entrega de la “serie” del inspector Montalbano, el singular inspector siciliano se despierta una mañana con la noticia del asesinato a tiros de un tunecino, mientras se encontraba a bordo de un barco de pesca. Poco después aparece en un ascensor otro cadáver, el de un comerciante jubilado llamado Lapecora; le han clavado un cuchillo de cocina. Aparentemente no existe relación alguna entre ambas muertes, pero el inspector Montalbano comienza a investigar el segundo de los asesinatos y no tarda en descubrir el nexo de unión entre ambas: la tunecina Karima, que se encuentra en paradero desconocido, y de cuyo hijo habrá de hacerse cargo Montalbano. La joven resulta ser la amante de Lapecora. Pero lo que no parece ser más que un crimen pasional resulta ser mucho más complicado, pues extiende sus ramificaciones hasta el turbio mundo de los servicios secretos y su guerra sucia contra el terrorismo internacional.

Andrea Camilleri construye en El ladrón de meriendas un mundo absolutamente verosímil y demuestra una total implicación en el mundo que le ha tocado vivir. Refleja con crudeza, mediante el comisario Salvo Montalbano, la dura existencia de los inmigrantes ilegales norteafricanos, y en especial de la infancia, que buscan una vida mejor en Europa. Camilleri retomará este mismo asunto en una obra posterior: Un giro decisivo.

Encontramos también en El ladrón de meriendas un nuevo giro en la relación entre Montalbano y Livia, quien afirma no sentirse satisfecha con su relación (se ven de vez en cuando y durante poco tiempo). Livia, que se ha encariñado con François (el hijo de Karima), quiere un compromiso por parte de Montalbano y tener hijos con él. Pero la actitud de Livia asusta a Montalbano, que no parece preparado ni dispuesto a afrontar un cambio de tales dimensiones en su vida. Su actitud traerá nuevas tensiones a su relación.

El ladrón de meriendas exhibe algunas de las principales virtudes de la serie de Montalbano, comunes a todos las novelas de la serie: un uso hábil y comedido del lenguaje llano, un acertado ritmo narrativo (alternancia de pasajes ágiles con otros pausados), amplios pasajes dedicados a cantar las excelencias de la gastronomía siciliana y un excelente retrato de la vida siciliana: los asesinos actúan movidos por los celos, la venganza u otros motivos triviales. Y, por supuesto, mucho humor e ironía.

El comisario Montalbano vuelve a manifestarse como una hombre inteligente, comprensivo y perspicaz, a la vez que un ser entrañable y buen conocedor de las miserias humanas.

A.G.