Presentación

La pintura de la voz (palabras con que el filósofo y escritor francés François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, calificó el arte de la escritura) nace con la pretensión de ser un lugar de intercambio de opiniones sobre literatura.
Cuando el tiempo me lo permita, iré publicando noticias interesantes del mundo literario, comentarios de libros que he leído recientemente, de mis obras favoritas, etc
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lunes, 27 de abril de 2009

Lecturas recientes: Las palmeras salvajes


Las palmeras salvajes (1939)
William Faulkner

Las palmeras salvajes, a la que originalmente su autor dio el título de Si yo de ti me olvidara, Jerusalén, una expresión tomada del Libro de los Salmos, se trata en realidad de dos historias, dos novelas breves, que van alternándose, Palmeras salvajes y El Viejo, hasta conformar una intensa novela en la que William Faulkner narra de forma magistral los sentimientos de los seres humanos y su enfrentamiento con las fuerzas de la naturaleza y, sobre todo, con sus propias pasiones y ambiciones: el amor, el abandono, la pérdida, la injusticia existencial, la imposibilidad de ser feliz.

El particular modo en que las dos historias van alternándose, en un alarde de imaginación y talento narrativo, dotan a la novela de una fuerza irresistible y van trazando la trayectoria de unos personajes a merced de terribles acontecimientos. Por un lado está la desgraciada historia de amor entre Harry Wilbourne y Carlota Rittenmeyer, en la que su protagonista sacrifica todo por amor; y por otro, el relato del presidiario sin nombre que asiste al desbordamiento del río Misisipí en 1927 y su lucha contra las devastadoras fuerzas de la naturaleza para salvar la vida de una mujer que no conoce.

En efecto, la historia que da el título al libro es la de los amores de Harry, un médico sin trabajo de Nueva Orleáns, y Carlota, una mujer casada insatisfecha que abandona a su rico marido para vivir con él una odisea de subempleos y subviviendas que concluye con la petición de ella de que le practique la interrupción del indeseado embarazo con que se ha encontrado, tal como acaba de hacer con la esposa del encargado de una mina en la que ha intentado trabajar como sanitario. A pesar de su rechazo inicial, Harry realiza el aborto con tan mala fortuna que la mujer entra en una lenta agonía que la llevará a la muerte. En sus últimos momentos de conciencia, cuando se dispone a transportarla al hospital la ambulancia a la que Harry ha tenido que recurrir, Carlota sólo piensa en decirle a Harry que huya e intente hacer creer a los médicos que no ha sido él quien le ha practicado la ilícita operación. No sirve de nada porque Harry se entrega mansamente y se declara culpable en el juicio que tiene lugar a continuación, con ella ya muerta. Tras ser condenado a cincuenta años de trabajos forzados, el marido de Carlota (que juega un ambiguo papel de figura amenazante y a la vez cómplice de la pareja en el triángulo que dibuja la novela) entrega subrepticiamente a Harry una pastilla de cianuro para que se suicide. En un final de novela estremecedor, Faulkner describe cómo Harry aplasta con el pie la pastilla de cianuro contra el suelo de su celda y decide vivir, no porque tenga interés en la vida sino porque dice que, entre el vacío y la pena, decide elegir la pena.

La otra historia, El Viejo (en referencia al apelativo Old Man que se da en el Sur al río Misisipí), narra la peripecia de un joven preso en un campo de trabajos forzados cuando intenta ser evacuado por los guardas de la prisión, junto a sus compañeros, por sobrevenir una grandiosa inundación en la región. Al intentar salvar a una mujer embarazada del árbol en que se ha refugiado, el preso protagonista se pierde de sus guardianes e inicia una odisea en la que tiene que asistir al parto a la mujer, y buscar con qué alimentarla a ella y al bebé, además de intentar preservar el pequeño bote en que viajan, y todo ello para que, al regresar mansamente a prisión, le condenen a diez años más por intento de fuga, simplemente para arreglar el problema burocrático en que se han metido las autoridades del lugar al darle precipitadamente de baja, como presunto fallecido en la inundación.

En un principio, según afirmó el propio Faulkner, había un solo tema, la historia de Charlotte Rittenmeyer y Harry Wilbourne. Solamente después de haber comenzado el libro comprendió su autor que debía dividirse en dos relatos. Cuando terminó la primera parte de Las palmeras salvajes, afirmaba Faulkner, advirtió que le faltaba algo, porque la narración necesitaba énfasis, algo que le diera relieve, como el contrapunto en música. Entonces se puso a escribir El viejo, con el que siguió hasta que se elevó el tono de nuevo. Faulkner concluye que si finalmente hay dos historias diferentes, sólo es por azar, tal vez por necesidad. Pero en realidad la historia es la de Charlotte y Wilbourne".

Como cada obra de Faulkner, Las palmeras salvajes es un audaz experimento técnico y un documento de casi intolerable verdad. Su estilo es apasionado, minucioso y alucinatorio. La admirable traducción de Jorge Luis Borges lo transmite en toda su intensidad.

En Las palmeras salvajes, William Faulkner vuelve (tal como le gustaba hacer) a desembarcar en un punto cualquiera de su narración, sin haber dado apenas noticia de los antecedentes que han desencadenado aquella situación que va contando con minuciosidad, a la que aporta múltiples digresiones, que va cercando desde múltiples puntos de vista, usando una microscópica visión para diseccionar un nimio detalle o, por el contrario, distanciándose hasta alturas que dan vértigo para ofrecer la panorámica completa de un acontecimiento, no siempre central. A la misma vez, el autor explota su afición por perderse por paisajes y tramas secundarias, todo ello movido por la autoridad de un estilo prístino. Esta querencia por los saltos temporales y espaciales obligan al lector a prestar una especial atención si se quiere comprender y reconstruir mentalmente la linealidad de la narración.

Las palmeras salvajes no es sino un ejemplo más de la complicada narrativa faulkneriana. Como el mismo define, esta novela, es una especie de “contrapunto estético”. Este contrapunto le da un ritmo narrativo que de otra manera la estructura no sería digna del tema que se esta tratando Pues la compleja estructura, las diferentes voces narrativas, las digresiones, los saltos temporales y las dos historias funcionando paralelamente, arman el imbricado mapa de múltiples caracteres que definen a los hombres y mujeres, el cual esta limitado y determinado por dos acontecimientos irreversibles de la existencia humana: el nacimiento y la muerte. Y si hay un tema el cual ponga en relación ambas historias y, a esto dos acontecimiento irremediables, ese tema es la perdida y el encuentro del amor. De esta manera, forma y contenido marchan juntos en esta novela para tratar de ilustrar la complicada realidad del hombre. Dos historias, dos hombres, dos mujeres y dos acontecimientos paralelos siempre marcados por pares de opuestos.
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Personalmente no considero Las palmeras salvajes una de las mejores novelas de Faulkner, sin por ello negar sus méritos indudables. A mi juicio dista notablemente del excelso nivel y perfección técnica que logró su autor con obras sublimes -con las que he sufrido y me he deleitado sobre manera- tales como El ruido y la furia, Luz de agosto, Mientras agonizo o la trilogía de los Snopes (El villorrio, La ciudad y La Mansión).
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A.G.

martes, 21 de abril de 2009

Sorpresas gratas: La buena tierra

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La buena tierra (1931)
Pearl S. Buck

Esta espléndida novela cuenta la historia de tres generaciones de campesinos en la China de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Se centra en la vida de Wang Lung, un pobre campesino que ama la tierra que le da de comer y que se siente bien trabajándola, y se inicia con los preparativos de su boda con O-Lan, una esclava de la casa rica de la aldea donde vive. Wang Lung y O-Lan trabajan la tierra y tienen hijos, pero la hambruna les lleva a marchar a la ciudad, donde no tienen más remedio que mendigar para subsistir. Sin embargo, es precisamente gracias a su estancia en la ciudad que logran volver a su pueblo con el dinero y las semillas necesarias para poder empezar la siembra después de la hambruna. A partir de ahí, la buena gestión de las tierras de Wang Lung (un hombre de carácter débil y cambiante que experimenta una notable evolución hasta el mismo día de su muerte, en que se ha convertido en un hombre duro y soberbio) le permite prosperar y enriquecerse, aunque esta nueva prosperidad le acarrea nuevos problemas, en especial cuando sus hijos se van haciendo mayores.

Pearl S. Buck proporciona en la que fue su segunda novela una visión impecable de la China precomunista, de sus paisajes y costumbres. Retrata magistralmente el orden agrario tradicional y las rígidas estructuras sociales de la China imperial, que convive con una pintura hermosa, y a la vez profunda, del alma oriental, del estoicismo de los campesinos frente a la miseria y el hambre y de su vínculo primordial con la tierra... la vida diaria de personas reales, con sus dolores y sufrimientos, sus anhelos; la sumisión de la mujer y su despreciado valor como persona por una sociedad que la ignora y relega hasta el mero papel de un ser reproductor y marginado.

La buena tierra es, en definitiva, una reflexión sobre el significado y el drama de la vida tal y como se vive en cualquier tiempo y en cualquier lugar de la Tierra. Pearl S. Buck demuestra un profundo conocimiento del alma oriental, pues muestra una inolvidable pintura de la China más sensible, de nervios finos bajo la coraza de su racial estoicismo.

Quizá uno de sus rasgos más admirables de la novela sea su estilo sencillo y profundo. Es una obra hermosa con un lenguaje llano, fluido y rápido; una narración rica en emociones que engancha desde la primera página, que cautiva profundamente al lector hasta el final. La considero una novela imprescindible; una inesperada sorpresa que me ha causado una gratísima impresión.

La buena tierra fue publicada en 1931 y de inmediato cosechó un éxito tal que el año siguiente le fue concedido el prestigioso Premio Pulitzer y posteriormente la medalla William Dean Howells, hasta convertirse en una de las obras de referencia que acercan a Occidente el sentir oriental y describen las agudas tensiones sociales que desembocaron en la proclamación de la República Popular China en 1949. La buena tierra es la primera y más importante obra de una trilogía, junto con Los hijos de Wang Lung y La familia dispersa, y fue decisiva para que su autora recibiera el Nobel de Literatura.
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A.G.

viernes, 17 de abril de 2009

Sorpresas gratas: La escuela


La escuela (2008)
Alejandro García Calatayud

Obra ganadora del XII Premio de Nueva Novela Corta Salvador García Aguilar (Rojales, 2008)

En estos tiempos, cuando ya está próximo a cumplirse setenta años del final de aquella trágica guerra civil que dividió a los españoles, y cuando desde algunas instituciones se está procediendo a reabrir viejas heridas bajo el pretexto de una llamada memoria histórica, sorprende ver cómo un joven escritor, que aún no ha cumplido los cuarenta, realiza su particular revisión de ese período bélico y de los inmediatos años de posguerra, con la objetividad, la imparcialidad y el distanciamiento que alguno de nosotros desearíamos ver en algunos dirigentes políticos y algunas estrellas judiciales.

En efecto, Alejandro García Calatayud se acerca a esos duros y difíciles años de la historia de España, con la mirada de quien no intenta buscar ni buenos ni malos, ni culpables ni inocentes, porque en definitiva todos tuvieron su parte de culpa y, por ello, a fin de cuentas, todos resultaron perdedores. Perdieron quienes pagaron con sus vidas el fanatismo y la incultura propios de aquellas gentes, unas con cultura y otras sin ella, que no supieron o no quisieron ver en el vecino, en el amigo o en el hermano, a alguien con quien se podía convivir, incluso desde la necesaria discrepancia, y decidieron verlo como un enemigo al que había que liquidar. De ese modo, el odio visceral se fue abriendo paso, hasta provocar la muerte de unos y de otros: de los ricos terratenientes que oprimían a los pobres trabajadores, pero también de éstos últimos; de los curas y señoritos de los pueblos y, posteriormente, de quienes habían acabado con las vidas de éstos. Por eso, hoy, ahora, en este momento, me interesa mucho resaltar que la mirada de este joven escritor ciudarrealeño [...] se centra en dos asuntos que, en lugar de separar y enfrentar a las personas, deberían contribuir a fomentar el entendimiento y la concordia. Me refiero a la educación y el amor.

La educación parece ser, en principio, el elemento vertebrador de la novela o, al menos, así lo indica el título de la misma, La escuela. Y es que, en efecto, la obra ganadora de este XII Premio de Novela Corta Salvador García Aguilar relata las dos historias vividas por sendos maestros en un pequeño pueblo de la Mancha. Uno de ellos, el primero, Miguel, cuenta en primera persona todo lo que le ocurre entre marzo de 1935 y abril de 1939. Él es testigo directo de todos los acontecimientos que se van produciendo en ese pueblo y de las noticias que hasta allí llegan, procedentes del resto de España. Y lo va escribiendo en un diario, con una sorprendente voluntad de exactitud e imparcialidad, además de con un relato cargado de elementos costumbristas y folclóricos. Y a todo ello, le añade unas muy interesantes pinceladas relativas al arte de la poesía; con emotivos recuerdos y homenajes a un poeta como es Juan Alcaide y al gran Federico García Lorca. También él es el maestro que deja profunda huella en sus jóvenes discípulos, gracias a su enorme vocación de enseñar y al deseo de transmitir a los alumnos una educación natural, muy próxima a aquellos principios que inspiraron, por ejemplo, a la Institución Libre de Enseñanza. Escribe Miguel en su diario este párrafo tan bonito:

La docencia es algo nuevo para mí: fascinante, enriquecedor... un mundo apasionante cuando estás rodeados de muchachos tan necesitados de que alguien les haga pensar, que les plantee dudas, que les ayude a entender el porqué de las cosas: cuál es el motivo por el que la noche sucede al día y el verano a la primavera; cómo se reproducen las plantas y los animales que viven a su alrededor; qué hace que una espuerta de uvas se convierta, tras un complicado proceso químico, en un rico caldo que ellos mismos toman de vez en cuando sobre rebanadas de pan con pimentón...

No tengo la menor duda que el ganador de la novela, como nosotros, que somos profesores la mayoría, se ha reflejado en estas palabras, porque creo que ésta es en realidad la verdadera esencia de la enseñanza.

En cambio, la historia del otro maestro, Esteban, con menos protagonismo que Miguel, aparece contada en tercera persona por un narrador cuya identidad desconocemos. Esteban es el maestro que llega al pueblo poco después de terminada la guerra, con apenas veinte años, y se ve obligado a considerar sus iniciales planteamientos sobre la enseñanza, tras descubrir, por ejemplo, que los alumnos no tienen ni idea de hacer divisiones con decimales. Él les pone una división: 3487,35 dividido entre 25,62. Esta circunstancia provoca un humorístico diálogo acerca de la eficacia de este tipo de operaciones matemáticas.

―Verá, maestro, nosotros no sabemos hacer esas cuentas.
―¿Que no saben...? ¿No han estudiado nada de aritmética...? –los chicos negaron con la cabeza- ¿... ni álgebra? ¿... ni trigonometría, claro?
―Verá, maestro –intervino otro de los muchachos- El maestro Miguel nos decía que nunca nos haría falta saber multiplicar ni dividir con tantos decimales, porque jamás nos íbamos a encontrar con... con medio cochino andando por la calle... con tres ovejas y media comiendo hierba o... con 8’76 espuertas –los demás rieron.
―¿Y quién le dice a usted –respondió Esteban- que no vaya a encontrarse con un litro y medio de vino, con dos fanegas y media de tierra o con 2,75 arrobas de aceite?

Y junto al asunto de la educación, decíamos antes, el otro gran tema de la novela y que contribuye a dar unidad argumental a las historias de Miguel y de Esteban, es el amor. Porque ambos maestros se van a ver atraídos por los encantos naturales de una humilde mujer de pueblo, Fermina Hurtado, a la que ellos harán objeto de su atención, de su afecto y de su amor. De modo que los dos maestros, cada uno a su manera y con intensidad y resultados diferentes, serán los encargados de dar una nueva lección, pero esta vez fuera de las cuatro paredes de la escuela. Cuando alguien ama de veras, incluso la renuncia a la propia felicidad adquiere pleno sentido, y por ello mismo engrandece aún más a la persona que es capaz de ofrecer semejante lección de amor. Para terminar, quiero expresar públicamente mi cordial felicitación a Alejandro por su deliciosa novela, deseándole, además, un excelente futuro en esta dura tarea de las letras y la literatura.
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Transcripción de la presentación del XII Premio de Nueva Novela Corta Salvador García Aguilar (Rojales, Alicante, 14 de noviembre de 2008)
Autor: Manuel Cifo (miembro del tribunal del premio), a quien el propietario de este blog agradece sinceramente sus amables palabras.
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A.G.