Rebeca (1938)
Daphne du Maurier
De pequeña, Daphne du
Maurier pasó un tiempo en una casa llamada Milton Hall, cerca de Peterborough,
al norte de Cambridge. Era una casa enorme y muy grande con una vasta entrada,
muchas habitaciones y una gobernanta al mando de un numeroso personal, en la
que incluso a los niños se les servía el desayuno. A Daphne le gustó la casa y
ésta siempre permaneció en su memoria. Siendo adulta, Daphne descubrió
Menability, la casa de la familia Rashleigh, situada a las afueras de Fowey, en
Cornwall. Era una casa enorme, escondida al final de un largo camino con
enormes tierras rodeadas de bosques y un paseo que llevaba a la casa, ubicada
junto al mar con dos playas al abrigo de una pequeña cueva. La combinación de
estas dos casas acabaría convirtiéndose en Manderley, la mansión en que
transcurre la acción de Rebeca. En
Milton Hall concibió también el personaje de la siniestra sra. Danvers, inspirada en
la alta y oscura ama de llaves de la casa.
Daphne du Maurier bosquejó
una idea de lo que sería la novela a finales del verano de 1937, cuando marchó
a Alejandría (Egipto) en compañía de su marido, el oficial de granaderos Tommy
Browning, dejando a sus dos hijas en Cornwall. De regreso en su casa de
Ferryside (Cornwall), finalizó la novela, que fue publicada en abril de 1938.
Rebeca recibió excelentes críticas en Inglaterra y, en contra de las primeras
opiniones de la crítica norteamericana, acabó convirtiéndose en una de las
mejores novelas inglesas del siglo XX. Ha sido tal su éxito desde entonces que
la editorial
Virago reconoce que vende 4.000 ejemplares de la novela al mes y que nunca ha
dejado de editarse. Daphne de Maurier no dejó nunca de mostrar su sorpresa al respecto de la
popularidad de Rebecca, pues ella no
la concibió más que como un estudio sobre los celos.
Rebeca ha sido interpretada de diferentes formas. En primer lugar, se la
consideró una historia de la Cenicienta, cuyo papel central es ayudado por el
hombre con el que se casa, más que por más tradicional de un hada madrina. Más
tarde, fue descrita como el primer gran romance gótico del siglo XX. En efecto,
contiene elementos de la novela gótica y ha sido comparada a menudo con Jane Eyre, de Charlotte Brontë, con una
casa influida tan poderosamente por sus antiguos habitantes, el héroe taciturno
(Maxim), la mujer loca (la sra. Danvers), la tensión creciente, y finalmente la
casa destruida por el fuego.
Existe otra corriente de pensamiento que
considera que el triángulo narrativo de Rebecca
es una reproducción de la relación entre Daphne du Maurier y su padre y su
madre; o quizá Daphne, su marido Tommy y su anterior novio, Jan Ricardo, quien
firmaba su cartas con una maravillosa R,
una portentosa floritura que es emulada en la novela. En todo caso, parece
indudable que la anónima segunda señora de Winter no es sino la mismísima
Daphne du Maurier. Mucha gente se ha preguntado por qué la segunda esposa de
Maxim de Winter no tiene nombre. La respuesta de la autora era que no consiguió
pensar en ninguno, de tal modo que se convirtió en un desafío desde el punto de
vista de la técnica narrativa escribir toda la historia sin mencionar su
nombre. (Curiosamente, en el guión de la película de Hitchcock, es referida como “I”
(yo), pero todos la llamaban Daphne en el rodaje.) Esto resultó ser un
modo muy efectivo de hacer que su personaje pareciera una persona menor que
Rebeca, de modo que le resulte a Maxim menos capaz y atractiva y tan poco relevante
para el personal de Manderley.
En 1939 Daphne du Maurier adaptó la novela
para el teatro. La historia deja al lector inquieto con muchas
cuestiones sin respuesta, de modo que es lógico que haya habido varios intentos
de escribir secuelas de la misma: La sra.
de Winter (1993), de Susan Hill, y El
cuento de Rebeca (2001), de Sally Beauman, ambas al parecer con un notable
éxito.
Para aquel que desconozca la historia de
Rebecca, no bastarán más de un par de
frases para resumir un simple argumento detrás del que se esconde mucho más de
lo que pueda parecer. Una mujer joven conoce a un apuesto caballero y se
enamora de él. Se casan y se van a vivir a la mansión familiar del marido. La
joven no tarta en descubrir la presencia de Rebeca, la difunta esposa de su
marido, en cada rincón de la casa. La sombra de Rebeca es alargada y casi logra,
aun muerta desde hace un año, acabar con el nuevo matrimonio.
En efecto, Maxim y su futura segunda
esposa se conocen en Montecarlo. Pronto nos enteramos de que la esposa de Maxim,
Rebeca, murió ahogada en el mar, y él no parece haberse recuperado de su
pérdida. La narradora, una muchacha joven que trabaja de dama de compañía para
la excéntrica sra. van Hopper. Al llegar a Manderley, tras la luna de miel, la
narradora emprende una dolorosa lucha contra la “otra mujer”, Rebeca, cuya
presencia como hemos visto no deja de torturarla. La nueva sra. de Winter es
comparada constantemente con Rebeca, que era querida y admirada por todos, y la
crueldad de la malvada sra. Danvers, quien idolatraba a su señora. La narradora
trata de encontrar su propia identidad en contra del legado de Rebeca. Sin
embargo, a medida que avanza la historia descubrimos que Rebeca no era tan
angelical como la creían todos y que su muerte no fue en realidad un trágico
accidente mientras navegaba sola en su balandro. Maxim odiaba a Rebeca, que
hacía lo que quería y lo engañaba con otros hombres. Se citaba con ellos en
Londres, donde pasaba largas temporadas, o en la cabaña que se hizo construir
junto a la playa y en la que Maxim, harto de su mujer y consciente de su poder
de destrucción, la mata de un tiro. Maxim se ve obligado a confesarle a su
esposa el crimen, una vez que un buzo, mientras realizaba labores de salvamento
en un barco encallado en la costa, descubre un cadáver en un balandro hundido
en el fondo del mar. Maxim le cuenta a su esposa cómo llevó el cuerpo de Rebeca
al barco y lo hizo hundirse. Las primeras pesquisas llevan a pensar que Rebeca
se suicidó, pero Jack Favell, que afirma ser primo de Rebeca, si bien era en
realidad uno de sus amantes, acusa a Maxim de haberla asesinado. El magistrado
local, el coronel Julyan, investiga el asunto y descubre que el día de su
muerte Rebeca estuvo en la consulta de un tal doctor Baker, en Londres. Favel y
el matrimonio de Winter acompañan al coronel a Londres. La narradora está
segura de que el doctor desvelará que Rebeca estaba embarazada, revelando así
el motivo de la venganza de Maxim. Sin embargo, la verdad es bien diferente.
Rebeca estaba gravemente enferma de cáncer, y además era estéril, debido a una
malformación en el útero. Había mentido a Maxim, a quien había dicho que estaba
esperando un niño de otro padre. Su enfermedad terminal proporciona un motivo
más que plausible para su suicidio, y Maxim se salva. Pero no ocurre lo mismo con Manderley. La sra. Danvers ha
desaparecido y la mansión arde en llamas en medio de la noche.
Ambas señoras de Winter fueron trazadas
a partir de la propia Daphne du Maurier. Su hijo reconoce en una entrevista
reciente que siempre identificó a su madre con la segunda, si bien era tan
fuerte y tan buena navegando como Rebeca.
Laurence Olivier inmortalizó al
taciturno Maxim en la extraordinaria versión cinematográfica de Alfred
Hitchhock (1940). Daphne lo adoraba, pensaba que era extraordinario. Olivier
quiso que el papel de su segunda esposa lo hubiera hecho Vivien Leigh, pero a
nadie se le escapa que habría sido ridículo, pues la Leigh habría echado a la sra.
Danver nada más llegar a Manderley. En su lugar, fue elegida para el papel la
encantadora Joan Fontaine, que borda el papel de joven inocente acorralada por
la difunta Rebeca y la malvada sra. Danvers. Es difícil no quedar prendado de
la belleza de Joan Fontaine y de su interpretación sublime; de verse
involucrado en su angustia, sus temores y su amor sin medida por Maxim. Joan Fontaine,
recientemente fallecida a la edad de 96 años, fue nominada al Óscar a la Mejor
Actriz en 1940, si bien habría de esperar hasta el año siguiente para recibir
la estatuilla por su no menos magistral interpretación en Sospecha, también de Alfred Hitchcock, junto a Cary Grant.
Rebeca es una lectura
lenta, aunque en absoluto tediosa. La autora crea gradualmente una atmósfera
insoportablemente tensa. Se percibe la atmósfera cuando la sra. Danvers entra
en la habitación y la sra. de Winter está sola; el suspense y el misterio que
se encierra en la yuxtaposición entre el presente y el pasado; en la paulatina revelación
descarnada de la dura realidad. Rebeca es una novela fascinante y
poderosa, escrita de un modo exquisito, un clásico ameno y rico en matices,
inolvidable. Una obra maestra. Una de las novelas que más he disfrutado en mi
vida y que, a buen seguro, más hondo recuerdo dejarán en mí. “Un libro que”, en
palabras de Stephen King, “todo aspirante a escritor de éxito debería leer”.
A.G.