La escuela (2008)
Alejandro García Calatayud
Obra ganadora del XII Premio de Nueva Novela Corta Salvador García Aguilar (Rojales, 2008)
En estos tiempos, cuando ya está próximo a cumplirse setenta años del final de aquella trágica guerra civil que dividió a los españoles, y cuando desde algunas instituciones se está procediendo a reabrir viejas heridas bajo el pretexto de una llamada memoria histórica, sorprende ver cómo un joven escritor, que aún no ha cumplido los cuarenta, realiza su particular revisión de ese período bélico y de los inmediatos años de posguerra, con la objetividad, la imparcialidad y el distanciamiento que alguno de nosotros desearíamos ver en algunos dirigentes políticos y algunas estrellas judiciales.
En efecto, Alejandro García Calatayud se acerca a esos duros y difíciles años de la historia de España, con la mirada de quien no intenta buscar ni buenos ni malos, ni culpables ni inocentes, porque en definitiva todos tuvieron su parte de culpa y, por ello, a fin de cuentas, todos resultaron perdedores. Perdieron quienes pagaron con sus vidas el fanatismo y la incultura propios de aquellas gentes, unas con cultura y otras sin ella, que no supieron o no quisieron ver en el vecino, en el amigo o en el hermano, a alguien con quien se podía convivir, incluso desde la necesaria discrepancia, y decidieron verlo como un enemigo al que había que liquidar. De ese modo, el odio visceral se fue abriendo paso, hasta provocar la muerte de unos y de otros: de los ricos terratenientes que oprimían a los pobres trabajadores, pero también de éstos últimos; de los curas y señoritos de los pueblos y, posteriormente, de quienes habían acabado con las vidas de éstos. Por eso, hoy, ahora, en este momento, me interesa mucho resaltar que la mirada de este joven escritor ciudarrealeño [...] se centra en dos asuntos que, en lugar de separar y enfrentar a las personas, deberían contribuir a fomentar el entendimiento y la concordia. Me refiero a la educación y el amor.
La educación parece ser, en principio, el elemento vertebrador de la novela o, al menos, así lo indica el título de la misma, La escuela. Y es que, en efecto, la obra ganadora de este XII Premio de Novela Corta Salvador García Aguilar relata las dos historias vividas por sendos maestros en un pequeño pueblo de la Mancha. Uno de ellos, el primero, Miguel, cuenta en primera persona todo lo que le ocurre entre marzo de 1935 y abril de 1939. Él es testigo directo de todos los acontecimientos que se van produciendo en ese pueblo y de las noticias que hasta allí llegan, procedentes del resto de España. Y lo va escribiendo en un diario, con una sorprendente voluntad de exactitud e imparcialidad, además de con un relato cargado de elementos costumbristas y folclóricos. Y a todo ello, le añade unas muy interesantes pinceladas relativas al arte de la poesía; con emotivos recuerdos y homenajes a un poeta como es Juan Alcaide y al gran Federico García Lorca. También él es el maestro que deja profunda huella en sus jóvenes discípulos, gracias a su enorme vocación de enseñar y al deseo de transmitir a los alumnos una educación natural, muy próxima a aquellos principios que inspiraron, por ejemplo, a la Institución Libre de Enseñanza. Escribe Miguel en su diario este párrafo tan bonito:
La docencia es algo nuevo para mí: fascinante, enriquecedor... un mundo apasionante cuando estás rodeados de muchachos tan necesitados de que alguien les haga pensar, que les plantee dudas, que les ayude a entender el porqué de las cosas: cuál es el motivo por el que la noche sucede al día y el verano a la primavera; cómo se reproducen las plantas y los animales que viven a su alrededor; qué hace que una espuerta de uvas se convierta, tras un complicado proceso químico, en un rico caldo que ellos mismos toman de vez en cuando sobre rebanadas de pan con pimentón...
No tengo la menor duda que el ganador de la novela, como nosotros, que somos profesores la mayoría, se ha reflejado en estas palabras, porque creo que ésta es en realidad la verdadera esencia de la enseñanza.
La docencia es algo nuevo para mí: fascinante, enriquecedor... un mundo apasionante cuando estás rodeados de muchachos tan necesitados de que alguien les haga pensar, que les plantee dudas, que les ayude a entender el porqué de las cosas: cuál es el motivo por el que la noche sucede al día y el verano a la primavera; cómo se reproducen las plantas y los animales que viven a su alrededor; qué hace que una espuerta de uvas se convierta, tras un complicado proceso químico, en un rico caldo que ellos mismos toman de vez en cuando sobre rebanadas de pan con pimentón...
No tengo la menor duda que el ganador de la novela, como nosotros, que somos profesores la mayoría, se ha reflejado en estas palabras, porque creo que ésta es en realidad la verdadera esencia de la enseñanza.
En cambio, la historia del otro maestro, Esteban, con menos protagonismo que Miguel, aparece contada en tercera persona por un narrador cuya identidad desconocemos. Esteban es el maestro que llega al pueblo poco después de terminada la guerra, con apenas veinte años, y se ve obligado a considerar sus iniciales planteamientos sobre la enseñanza, tras descubrir, por ejemplo, que los alumnos no tienen ni idea de hacer divisiones con decimales. Él les pone una división: 3487,35 dividido entre 25,62. Esta circunstancia provoca un humorístico diálogo acerca de la eficacia de este tipo de operaciones matemáticas.
―Verá, maestro, nosotros no sabemos hacer esas cuentas.
―¿Que no saben...? ¿No han estudiado nada de aritmética...? –los chicos negaron con la cabeza- ¿... ni álgebra? ¿... ni trigonometría, claro?
―Verá, maestro –intervino otro de los muchachos- El maestro Miguel nos decía que nunca nos haría falta saber multiplicar ni dividir con tantos decimales, porque jamás nos íbamos a encontrar con... con medio cochino andando por la calle... con tres ovejas y media comiendo hierba o... con 8’76 espuertas –los demás rieron.
―¿Y quién le dice a usted –respondió Esteban- que no vaya a encontrarse con un litro y medio de vino, con dos fanegas y media de tierra o con 2,75 arrobas de aceite?
Y junto al asunto de la educación, decíamos antes, el otro gran tema de la novela y que contribuye a dar unidad argumental a las historias de Miguel y de Esteban, es el amor. Porque ambos maestros se van a ver atraídos por los encantos naturales de una humilde mujer de pueblo, Fermina Hurtado, a la que ellos harán objeto de su atención, de su afecto y de su amor. De modo que los dos maestros, cada uno a su manera y con intensidad y resultados diferentes, serán los encargados de dar una nueva lección, pero esta vez fuera de las cuatro paredes de la escuela. Cuando alguien ama de veras, incluso la renuncia a la propia felicidad adquiere pleno sentido, y por ello mismo engrandece aún más a la persona que es capaz de ofrecer semejante lección de amor. Para terminar, quiero expresar públicamente mi cordial felicitación a Alejandro por su deliciosa novela, deseándole, además, un excelente futuro en esta dura tarea de las letras y la literatura.
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Transcripción de la presentación del XII Premio de Nueva Novela Corta Salvador García Aguilar (Rojales, Alicante, 14 de noviembre de 2008)
Autor: Manuel Cifo (miembro del tribunal del premio), a quien el propietario de este blog agradece sinceramente sus amables palabras.
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A.G.
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