Miguel Strogoff (1876)
Jules Verne
Una novela de aventuras, y de algo más: de exaltación de valores, y entre ellos uno de los que debería ser más apreciado en nuestro mundo moderno, dominado por el egoísmo: la fidelidad. La fidelidad a los ideales, a la Patria, al señor, a la familia, a los amigos.
Miguel Strogoff es una obra sublime a la que uno se acerca en la adolescencia, o incluso anes gracias a aquellas deliciosas ediciones en cómic de Joyas Literarias Juveniles, publicadas por la Editorial Bruguera (Miguel Strogoff apareció en 1971 y fue la primera novela de las 269 que compusieron dicha serie), y a la que vuelve, irremediablemente, tiempo después apra descubrir que no ha pasado el tiempo por ella; para encontrar nuevos matices y maravillarse de la hermosa carga sentimental que contiene.
Historia de buenos, muy buenos, y malos, pero que muy malos, la obra de Julio Verne (utilizaré la versión castellana del nombre, que es como lo hemos conocido siempre) nos traslada a la Rusia de los zares, amenazada por los tártaros que lideran Feofar Khan, emir de Bujara, y el traidor Ivan Ogareff. El Zar es informado de que los rebeldes han cortado la línea telegráfica y decide enviarle un mensaje a su hermano, el Gran Duque, avisándole de la amenaza tártara. El hombre al que se encomienda dicha misión suicida no es otro sino Miguel Strogoff, el capitán del grupo de correos del Zar. Él será quien deba recorrer los más de 5500 kilómetros que lo separan de Irkutsk, a través del territorio dominado por el enemigo, que destruye todo signo de civilización que encuentra a su paso. En su recorrido conoce a Nadia, una bella joven que también viaja a Irkutsk con el fin de reunirse con su padre. Miguel la ayuda, haciéndose pasar por su hermano, y juntos viven mil y una peripecias, incluida su captura por los tártaros, que ciegan a Miguel Strogoff, o el encuentro con el ruso Nicolás, que los lleva en su carreta, hasta llegar a Irkutsk, donde se les ha adelantado Ogareff, haciéndose pasar por el correo del Zar. El traidor, valiéndose de su fingida condición, se gana la confianza del Gran Duque, pero cuando está a punto de abrirles las puertas a los tártaros que asedian la ciudad, Miguel Strogoff, con la ayuda de Nadia, entra en la ciudad y lo mata. Justo a tiempo llegan a Irkutsk las tropas zaristas y liberan la ciudad del asedio.
Las últimas páginas de la novela son bellísimas: el reencuentro de Nadia con su padre, la revelación de Miguel Strogoff de que en realidad no estaba ciego, el reencuentro con su madre, Marfia, y el regreso a la corte, después de rendir merecido homenaje a Nicolás, que fue capturado y asesinado por los tártaros, y, como momento culminante de la historia, su mutua declaración de amor.
Con Miguel Strogoff, Julio Verne se aleja de su género favorito, la ciencia-ficción, y podemos afirmar, no sólo que se maneja a la perfección con esta nueva temática, sino que la eleva a una categoría sublime. No se puede tratar un asunto como el que aborda Verne con más acierto. Por ello, me ha parecido imprescindible incluir esta joya en la serie que he bautizado Novelas de aventuras imprescindibles. Sé que el joven de hoy, seducido por la tecnología en sus diferentes (y, a veces perversas formas) y acostumbrado a las actividades de ocio pasivas, no suele mostrarse demasiado inclinado a la lectura voluntaria de una novela de varios cientos de páginas. Craso error. La tarea de todos nosotros (padres, educadores… y lectores) es animarles a introducirse en el maravilloso mundo de la literatura, y nada mejor, aunque en principio el tema no pueda resultarle a un joven muy seductor, que la lectura de esta joya de la literatura universal.
A.G.
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