Brooklyn Follies (2005)
Paul Auster
De nuevo nos encontramos con un gran
inicio en una novela de Paul Auster (“Estaba buscando un lugar tranquilo donde
morir”), que nos empuja, casi literalmente, a zambullirnos en la sugerente
narrativa del gran maestro del postmodernismo literario.
¿Quién es este narrador que parece
buscar un lugar donde pasar moribundo los últimos días de su vida? Es Nathan
Glass, un hombre cínico y reflexivo que frisa los sesenta años y que, en
realidad, está lejos de ser una persona derrumbada y apática, a pesar de
culparse a sí mismo de casi todo lo que le ha ido mal en la vida: un amargo
divorcio, una lucha contra el cáncer y el distanciamiento de su hija, Rachel. La novela nos muestra, desde su inicio, algunos
de los rasgos distintivos de la novela austeriana: un narrador enigmático, el papel
insistente de la casualidad, las historias dentro de las historias
(Shakespeare ya se encargó de darle forma a este método) y la búsqueda de un
significado metafísico.
Nathan es un ejecutivo de una compañía
de seguros. Feliz de superar un cáncer de pulmón, decide vivir el resto de sus
días en su Brooklyn natal, donde pretende escribir la gran obra de su vida, “El
Libro de la Estupidez Humana”. Un libro en el que, como bien indica en título,
pretender recopilar estupideces y desvaríos del ser humano.
Sin embargo, al poco de instalarse en la
Ciudad se reencuentra con su sobrino Tom Wood, al que no ha visto en un largo
periodo de tiempo, y cuya vida no parece tan rota como la del propio Nathan. Tom
vive cerca de él y trabaja en una librería propiedad del enigmático y
extravagante Harry Brightman, cuyo nombre real es Dunkel (oscuro, en alemán). Brightman
conoce a Nathan y le propone tomar parte en una operación fraudulenta cuya
finalidad es financiar el Hotel Existencia, un lugar de descanso para “modernistas
en apuros”.
Con el desarrollo de la trama, Auster
explora las vidas de la familia de Tom y elabora una peculiar crónica (en su
más puro estilo, en absoluto ajeno para los que estamos familiarizados con sus
novelas) de la familia de Tom, y en especial de su hermana, Aurora, y la hija
de ésta, que ha sido abducida por siniestra secta religiosa sureña. Nathan
tiene la oportunidad de curar los errores de sus vidas infelices. Le ofrece
consejo juicioso a Brightman y “aventura” a Joyce, una alegre viuda.
Aunque Nathan desea aprender de nuevo
cómo servir a los demás, no todos sus gestos y buenas intenciones dan
resultado, pues una camarera pierde su trabajo como consecuencia del collar que
le regala Nathan.
Al final sus sobrinos Tom y Aura rehacen
sus vidas gracias a su renovado vínculo con su tío Nathan. Tom acaba feliz
conduciendo un taxi y Aurora es rescatada de un matrimonio sin amor. Además, su
hija Lucy encuentra un nuevo hogar en Brooklyn.
En el relato de los acontecimientos se
intercalan referencias más o menos veladas a los acontecimientos del Once de
Septiembre, cuando todo cambió, como bien sabemos, y que aún no habían ocurrido
cuando concluye el relato de los acontecimientos narrados en Brooklyn Follies.
Como casi todas las novelas que he leído
de Auster, Brooklyn Follies no decepciona a quienes esperamos
encontrar una escritura lúcida, deslumbrante y provocativa. Paul Auster, un
talento único, se ha convertido con los años (lejana ya su trilogía de Nueva
York) en uno de los escritores que con mayor maestría hace uso de la sátira y
la parodia. Brooklyn Follies es,
además, una novela lírica que enseña a celebrar los placeres de la vida, el
poder insondable de la casualidad y hasta la ironía que hay en la vida misma, a
pesar de ese lado oscuro de terror y muerte que también queda al descubierto en
la novela.
Auster siempre resulta una lectura reconfortante y sugestiva. Sus páginas repletas de una prosa continua, alejada de la aparatosidad, nos presenta personajes con la necesaria definición para servir al propósito de la narración. Una lectura muy recomendable, como suelo decir en estos casos.
A.G.