Presentación

La pintura de la voz (palabras con que el filósofo y escritor francés François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, calificó el arte de la escritura) nace con la pretensión de ser un lugar de intercambio de opiniones sobre literatura.
Cuando el tiempo me lo permita, iré publicando noticias interesantes del mundo literario, comentarios de libros que he leído recientemente, de mis obras favoritas, etc
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domingo, 26 de julio de 2015

Lecturas recientes: Brooklyn Follies

 
Brooklyn Follies (2005)
Paul Auster

De nuevo nos encontramos con un gran inicio en una novela de Paul Auster (“Estaba buscando un lugar tranquilo donde morir”), que nos empuja, casi literalmente, a zambullirnos en la sugerente narrativa del gran maestro del postmodernismo literario.

¿Quién es este narrador que parece buscar un lugar donde pasar moribundo los últimos días de su vida? Es Nathan Glass, un hombre cínico y reflexivo que frisa los sesenta años y que, en realidad, está lejos de ser una persona derrumbada y apática, a pesar de culparse a sí mismo de casi todo lo que le ha ido mal en la vida: un amargo divorcio, una lucha contra el cáncer y el distanciamiento de su hija, Rachel. La novela nos muestra, desde su inicio, algunos de los rasgos distintivos de la novela austeriana: un narrador enigmático, el papel insistente de la casualidad, las historias dentro de las historias (Shakespeare ya se encargó de darle forma a este método) y la búsqueda de un significado metafísico.

Nathan es un ejecutivo de una compañía de seguros. Feliz de superar un cáncer de pulmón, decide vivir el resto de sus días en su Brooklyn natal, donde pretende escribir la gran obra de su vida, “El Libro de la Estupidez Humana”. Un libro en el que, como bien indica en título, pretender recopilar estupideces y desvaríos del ser humano.

Sin embargo, al poco de instalarse en la Ciudad se reencuentra con su sobrino Tom Wood, al que no ha visto en un largo periodo de tiempo, y cuya vida no parece tan rota como la del propio Nathan. Tom vive cerca de él y trabaja en una librería propiedad del enigmático y extravagante Harry Brightman, cuyo nombre real es Dunkel (oscuro, en alemán). Brightman conoce a Nathan y le propone tomar parte en una operación fraudulenta cuya finalidad es financiar el Hotel Existencia, un lugar de descanso para “modernistas en apuros”.

Con el desarrollo de la trama, Auster explora las vidas de la familia de Tom y elabora una peculiar crónica (en su más puro estilo, en absoluto ajeno para los que estamos familiarizados con sus novelas) de la familia de Tom, y en especial de su hermana, Aurora, y la hija de ésta, que ha sido abducida por siniestra secta religiosa sureña. Nathan tiene la oportunidad de curar los errores de sus vidas infelices. Le ofrece consejo juicioso a Brightman y “aventura” a Joyce, una alegre viuda.

Aunque Nathan desea aprender de nuevo cómo servir a los demás, no todos sus gestos y buenas intenciones dan resultado, pues una camarera pierde su trabajo como consecuencia del collar que le regala Nathan.

Al final sus sobrinos Tom y Aura rehacen sus vidas gracias a su renovado vínculo con su tío Nathan. Tom acaba feliz conduciendo un taxi y Aurora es rescatada de un matrimonio sin amor. Además, su hija Lucy encuentra un nuevo hogar en Brooklyn.

En el relato de los acontecimientos se intercalan referencias más o menos veladas a los acontecimientos del Once de Septiembre, cuando todo cambió, como bien sabemos, y que aún no habían ocurrido cuando concluye el relato de los acontecimientos narrados en Brooklyn Follies.

Como casi todas las novelas que he leído de Auster, Brooklyn Follies no decepciona a quienes esperamos encontrar una escritura lúcida, deslumbrante y provocativa. Paul Auster, un talento único, se ha convertido con los años (lejana ya su trilogía de Nueva York) en uno de los escritores que con mayor maestría hace uso de la sátira y la parodia. Brooklyn Follies es, además, una novela lírica que enseña a celebrar los placeres de la vida, el poder insondable de la casualidad y hasta la ironía que hay en la vida misma, a pesar de ese lado oscuro de terror y muerte que también queda al descubierto en la novela.

Auster siempre resulta una lectura reconfortante y sugestiva. Sus páginas repletas de una prosa continua, alejada de la aparatosidad, nos presenta personajes con la necesaria definición para servir al propósito de la narración. Una lectura muy recomendable, como suelo decir en estos casos.

A.G.

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