Los detectives salvajes (1998)
Roberto
Bolaño
El
poeta chileno Arturo Belano y su amigo mexicano, Ulises Lima, se hacen llamar real
visceralistas; un dúo salvaje que aparece por doquier en la obra de Bolaño.
Lima está basado en uno de los amigos de Bolaño, el poeta Mario Santiago, y
Belano, en el propio autor.
Su
enemigo es el gran poeta Octavio Paz, un personaje que apenas aparece en una
extraña escena en la que camina en círculos en un parque. Los real
visceralistas se reúnen en bares, roban libros, venden drogas, tienen amantes,
dirigen una revista, excomulgan a miembros díscolos y se pelean con poetas
mexicanos. Aunque no llegamos a leer ningún poema de Belano ni de Lima,
disponemos de informes acerca de sus actividades, sus lecturas, los relatos que
sus amantes cuentan de ellos en la cama y en la carretera.
Bolaño
da a su novela una extraña estructura tripartita. La primera parte es narrada
por Juan García Madero, un joven poeta en ciernes que se encuentra en pleno
proceso de formación, tanto erótica como poética, y al que le han pedido que se
una a un grupo de los real visceralistas. García Madero relata en forma de
diario su iniciación en el real visceralismo de Belano (con una pizca del realismo
mágico de García Márquez y otros autores) y sexo gráficamente real visceralista.
Bolaño
sitúa la acción en México DF, y nos recuerda la excitación y el aburrimiento,
la ignorancia y pretenciosidad literaria, la ambición erótica y el ansia de ser
un escritor joven en compañía de personas afines. Uno de sus amigos, un poeta
gay, clasifica, de forma absurda y grandilocuente, toda la literatura como
homosexual, heterosexual o bisexual. El narrador afirma que, para su amigo, las
novelas en general, eran heterosexuales, mientras la poesía era completamente
homosexual; era de suponer que los relatos cortos eran bisexuales, aunque no
afirmaba nada al respecto.
García
Madero conoce a una familia y pierde la virginidad con una de las hijas, María
Font. Mientras tanto, Ulises Lima y Arturo Belano han desarrollado una peculiar
obsesión por una poetisa de los años 20 llamada Cesárea Tinajero, un
surrealista y modernista que pertenecía a los precursores de los posteriores
real visceralistas. Su obra es reverenciada por otros escritores de eses
periodo, pero no hay dónde encontrarla.
Esta
sección termina en el momento en que Belano abandona México DF, en compañía de
Lima, García Madero y Lupe, una prostituta. Belano marcha tras las huellas de
Cesárea Tinajero, de quien se sabe que marchó al desierto de Sonora en los años
veinte.
La
narrativa se detiene, o más bien da paso a decenas de micronarrativas que
constituyen la segunda parte de la novela, una sección de aproximadamente
cuatrocientas paginas. El movimiento hacia adelante es remplazado por una
especie de tour de personajes repleto de entrevistas en primera persona con
anotaciones de testigos, amigos, amantes, conocidos y enemigos de Lima y
Belano.
La
vida de todas las personas que aparecen aquí se cruzan, aunque sea de forma
breve, con los dos reales visceralistas, desde 1976 a 1996. Es como si el
novelista hubiera cogido una grabadora y viajado por el mundo, desde México DF
a San Diego, Barcelona y Tel Aviv, desesperado por averiguar qué fue de los
jóvenes y optimistas poetas que bien podrían estar ya sentenciados. ¿Dónde
fueron después del desierto de Sonora? ¿Qué trabajo tuvieron? ¿Qué escribieron?
¿Qué fue de toda esa ambición?
Lima
y Belano vienen y van de las vidas de otras personas, y las noticias no son
buenas. Tratan con drogas, a menudo están colocados, cambian continuamente de
trabajo. Lima pasa un tiempo en París, pobre de solemnidad. A Belano se le ve
cerca de Perpiñán, buscando a un amigo desaparecido que está a punto de
suicidarse. Un pintor entrevistado en México DF en 1981 afirma que Belano y
Lima no eran revolucionarios, sino escritores que a veces escribían poesía,
pero tampoco cree que fueran poetas. Belano se muda a Barcelona y trabaja
lavando platos en un restaurante. Lima se va a Nicaragua y desaparece allí. Dos
años más tarde regresa a México DF y es visto por el secretario de Octavio Paz.
Lima se acerca al insigne poeta y ambos se sientan a hablar en un banco. Lima,
que parece haberse olvidado de sus ideas revolucionarias, le da la mano
sumisamente al premio Nobel, que jamás ha oído hablar de él, y vuelve a
desaparecer.
Finalmente
Lima y Bolano encuentran un poema de Cesárea Tinajero, publicado en una revista
de segunda. No es ni siquiera un poema, sino un jeroglífico. Se llama “Siíon” y
consiste en dibujos de tres líneas. En el primer dibujo, vemos un cuadrado que
parece un barco en el horizonte, sentado en una línea recta. En el segundo
dibujo, la línea curva ondula como un mar, pero el pequeño cuadrado con forma
de barca está flotando en las olas. En el tercer dibujo, la línea se
contorsiona y la pequeña barca apenas cuelga de una ola vertiginosa. Un poema,
en definitiva, que podría significar muchas cosas.
En
La tercera parte, vemos a Belano y Lima enfrascados en su ardua búsqueda en
docenas de aldeas del desolado desierto de Sonora. El realismo visceral de
Belano (y de Bolaño) significa evocar lo oscuro y humilde.
Como
gran parte de su obra literaria, Los detectives salvajes es una novela
ingeniosamente autobiográfica sobre poesía y poetas, y sobre la dificultad de
mantener las esperanzas de la juventud. Bolaño ha creado un protagonista que
toma prestado mucho de su propia biografía, incluso su propio nombre. Bolaño es
Belano, el escritor y detective salvaje del título.
La
novela se disfruta mucho, gracias a la sensibilidad y el magistral manejo del
lenguaje de Bolaño, y sus atmósferas sólidamente imaginadas, aunque goza de un
tono coloquial que resulta a veces sorprendentemente no literario.
El
chileno Roberto Bolaño, fallecido a la edad de cincuenta años, es quizá la
figura más notable de la generación sucesora de la abanderada por García
Márquez y Vargas Llosa.
A.G.