Tigre
blanco (2008)
Aravind
Adiga
Nos encontramos ante la historia de Balram
Halwai, quien ha decidido contarle la verdad acerca de la India a Wen Jiabao, el
Primer Ministro de China, antes de su próxima visita de estado al país. Su
narrativa triunfal, configurada de un modo algo inexplicable mediante una serie
de cartas, se despliega a lo largo de siete días y siete noches en Bangalore. En
ellas Balram no sólo cuenta su historia, sino que critica con virulencia su
país, sirviéndose del humor negro y de un lenguaje crudo y simple.
Se trata, no obstante, de una historia mucho más
complicada de lo que puede pensarse inicialmente. Balram es hijo de un tirador
de rickshaw que vive en un pequeño
pueblo de la India. La miseria en que vive su familia le resulta tan repulsiva
que decide buscarse un porvenir alejado de ellos. Por eso está siempre alerta a
las oportunidades que puedan aliviar su pobreza. Aprende a conducir y consigue
un trabajo como chófer del señor de su pueblo. La suerte le acompaña cuando le
piden que acompañe a Ashok, el hijo de su señor, a Delhi como su chófer
personal. En Delhi, Balram aprende los modos y maneras de la sociedad urbana:
un buen observador aprende rápido, afirma, y así Balram se da cuenta muy pronto
de que un poco de indecencia puede reportar el suficiente dinero para
asegurarse un futuro próspero.
Balram no tarda en descubrir que el señor al que
sirve es un hombre de voluntad débil. Ashok, moderno y liberal, expresa
constantemente su sentimiento de culpa por la forma en que trata a Balram, pero
sus buenas palabras no llegan nunca a ser más que eso, palabras.
Resuelto a hacer cualquier cosa para conseguir
dar un giro a su vida, Balram encuentra la oportunidad perfecta un día
lluvioso, mientras lleva en el coche a su jefe. Balram le machacael cráneo a Ashok y le roba una bolsa que contiene una gran cantidad de dinero –el importe
de una mordida rutinaria–, con el que financia su negocio de taxis en
Bangalore. Un negocio que, como tantos otros, depende de tener contenta a la
policía con sobornos periódicos; las mismas que hacía su jefe a los ministerios
del gobierno. Años más tarde, Balram disfruta de una carrera exitosa y está
considerado como un miembro influyente de los círculos de poder de Bangalore.
En definitiva, Balram se jacta de ser un emprendedor
moderno; un hombre hecho a sí mismo que ha surgido a las espaldas de la
elogiada industria tecnológica de la India. En una nación que se desprende con
orgullo de una historia de pobreza y subdesarrollo, Balram afirma representar “el
mañana”. En este sentido, podría parecer
el prototipo de héroe indio moderno en un país embriagado por su potencial
económico recién descubierto. No obstante, si hay algo cierto es que Balram es un
asesino ciertamente satírico y un manifiesto antihéroe.
A modo de parábola de la nueva India, la
historia de Balram presenta, pues, un giro macabro. No sólo es un empresario,
sino un pícaro criminal con una notable capacidad de autojustificación.
Asimismo, el escenario en el que opera no es sólo una nación y una economía
emergentes, sino un paisaje de corrupción, desigualdad y pobreza. De hecho, en
algunos pasajes Balram describe la vida de su familia en la “Oscuridad”, una
región caracterizada por la penuria que está dominada por los señores, y donde
se saca a los niños de la escuela para engrosar las filas de la servidumbre y
las elecciones se compran y se venden de forma rutinaria. Este mundo sombrío
tiene poco que ver con las brillantes imágenes de las estrellas de Bollywood y
los empresarios de la industria tecnológica que se han encargado de sustituir
los clásicos estereotipos indios.
Mediante una prosa desnuda y alejada del
sentimentalismo, Adiga despoja su nación de su brillo autocomplaciente y
revela, en cambio, un país en el que la compacta sociedad india parece
resquebrajarse y mostrar un punto de ruptura. Balram incluso justifica el
asesinato de su jefe como un acto de enfrentamiento de clases.
La obra trae a primer plano las desigualdades
que persisten en la nueva prosperidad de la India. Adiga no pierde la
oportunidad de recordar a sus lectores la crueldad de su país. En este sentido,
los personajes parecen también ser superficiales. El jefe de Balram y su mujer
son meras caricaturas de la insensible clase alta, cruel y distante de sus
empleados. Aunque el personaje de Balram es más interesante, su credulidad e
inocencia resultan a veces difíciles de creer. Por eso quizá se pueda llegar a la conclusión de que los personajes de la novela quedan reducidos a meros
símbolos. Existe una ausencia de complejidad humana, no sólo en sus personajes
sino, lo que es más problemático, en su retrato de una nación que en realidad
se encuentra atrapada entre la visión de Adiga y la visión más brillante que
tan clara y apropiadamente ridiculiza. Al carecer de una perspectiva más
equilibrada –quizá ésta no sea más que la visión de un outsider ciertamente superficial– la novela resulta algo simple,
puesto que se revela como un retrato incompleto de una nación y un pueblo en
plena lucha con las ambigüedades de la modernidad.
La novela se revela como una parábola de la
cambiante sociedad india. A muchos escritores como Adiga, vivan en la India o
en el extranjero, parece habérseles caído las vendas de los ojos y han venido a
presentar a la India como un lugar de injusticia brutal y sórdida corrupción.
Un lugar en el que los pobres están siempre desposeídos y victimizados por sus
enemigos sempiternos: los ricos.
Sin embargo, llama la atención que Adiga olvide
en su narración la presencia de una incipiente clase media, nacida al albur del
progreso económico. Él empieza en la “Oscuridad” rural, un mundo de señores y
criados, sin ni siquiera un nombre; su familia lo llama simplemente “Munna” o
“chico”. En día que Balram se topa con la fortuna de conducir el coche de un
rico de Nueva Delhi, cree haber entrado en el mundo de la “Luz”, pero no es
así, pues en ese mundo la oscuridad moral no hace sino crecer cada vez más. Entra,
así, en un mundo de amos y siervos. Según su percepción, el secreto de la India
es el modo en que su extrema desigualdad queda estabilizada por sus fuertes
estructuras familiares. Nunca antes en la historia de la humanidad, afirma
Balram, tan pocos han debido tanto a tantos. Sólo se puede avanzar mediante el
clientelismo y la corrupción, o gracias al método de Balram: salirse del
“corral” de la moral convencional. Por eso, debe también contarle al Primer
Ministro chino cómo él mismo se convirtió en un big belly. Cansado de su vida de servidumbre, decide realizar una
acción violenta que le asegure un lugar entre los ricos de Delhi. Sin embargo,
Balram parece sufrir bien poco por su falta. El protagonista justifica su rabia
como una reacción a la avaricia de la élite india, que se esfuerza por
perpetuar un sistema en el que muchos son sacrificados en beneficio de unos
pocos.
Novela fresca, divertida y diferente que gustará
a aquellos que deseen saber acerca de la India actual, si bien la ofrece
menos de lo que podría haber conseguido. Quizá
exagere la fealdad, y en este sentido podemos afirmar que la historia que nos
cuenta Adiga es algo sensacionalista y no muy plausible. Creo que es posible
que exista esperanza en la Oscuridad que vemos retratada en Tigre blanco. Nunca he estado en la
India, pero tal como cuentan los extranjeros que con ojo crítico han hablado de
su experiencia en este país de contrastes, un futuro mejor es posible, a pesar de todo lo que aún queda por hacer en materia
social, cultural y económica en los pueblos indios. Hay maestros de los que los niños pueden aprender y
médicos que ayudan a los pobres, y se puede albergarse, por tanto, la esperanza
de un futuro mejor.
A.G.
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