La
maravillosa vida breve... (2007)
Junot
Díaz
Tal
como sugiere el título, ésta es la crónica de la vida breve de su protagonista,
un adolescente obeso y virginal que crece en Paterson, Nueva Jersey, durante la
década de los ochenta. A lo largo de esta vibrante novela, Junot Díaz retrata
la infatigable búsqueda de la felicidad de su protagonista, una mezcla de
dominicano y estadounidense, mientras nos da un paseo por un siglo de historia
dominicana y nos muestra cómo la vida breve de un chico solitario puede
ejemplificar la experiencia del emigrante. Desde el comienzo se tiene la
impresión de que la familia de Óscar está condenada por una maldición de las
Antillas llamada “el fukú”. Se cree que la llegada de los europeos a la isla de
la Española liberó el fukú en el mundo, y desde entonces nadie ha sido capaz de
acabar con él.
La
soledad de Óscar se ve agravada por su innato carácter friki, un amor por la
ciencia ficción, una madre inconmensurable y una hermana contracultural. Óscar
personifica la antítesis de la masculinidad dominicana. Es un outsider entre outsiders, un virgen intelectual en medio de una cultura de
dominicanos emigrantes en la que el sexo es lo único que parece pervivir.
Predestinado a una vida de perpetuo bochorno y humillación, Óscar se regocija
en el mundo friki: cómics, películas de ciencia ficción, anime, juegos de rol y
novelas fantásticas; esto es, el almacén pop-literario de mitos y fantasías que
suele creerse habitado por chicos frustrados sexualmente y socialmente
marginados. Adora el mundo creado por Tolkien, cita a Star Trek y juega a
Dragones y Mazmorras. Su ambición es escribir una épica de fantasía espacial en
la que combinar los temas característicos del autor de El señor de los anillos y Doc Smith. Admira series británicas como El Doctor Who y Blake’s 7. Cuando llega a la universidad comete el error de
disfrazarse en Halloween de Tom Baker, el actor que encarna al Doctor Who. Este
error le hace parecerse a Óscar Wilde, que el acento dominicano transforma en Wao.
Pero
la vida de Óscar no es siempre el principal centro de atención de la narrativa,
pues otros personajes importantes en su vida cobran protagonismo. En realidad,
Óscar parece a menudo como poco más que un exiliado en el libro que lleva su
nombre. El relato de sus frustrados romances, sus intentos de suicidio, sus
amistades y proyectos literarios se ve interrumpido, y eclipsado, por episodios
de historia familiar que revierten el camino migratorio desde la República
Dominicana a Estados Unidos, de tal modo que la narración se concentra en las
mujeres de la familia de Óscar.
Su
hermana Lola, que hasta entonces no había sido más que una presencia nebulosa, relata
en su diario su lucha adolescente con su madre vituperadora, Beli. Lola es una rocker punk desenfrenada, un as del
volante y en muchos aspectos un personaje más vívido y magnético que su
hermano. Mantiene una relación tumultuosa con Yunior, que es precisamente quien
narra la historia de Óscar. Pero el chico dominicano de estos relatos ha
crecido, del mismo modo que el autor, hasta convertirse en un narrador de
historias apasionante y coloquial. A través de sus ojos, el que fuera compañero
de habitación de Óscar en Rutgers y su reticente protector, conocemos la vida
de Óscar durante sus años universitarios. Su voz reverbera jerga hip-hop, habla
de gueto y, sobre todo, un cariño creciente por el lerdo de su amigo. Yunior es
lo opuesto a Óscar en cualquier modo imaginable.
Más
adelante, la narrativa da marcha atrás y se remonta a los años de formación de
Beli en la República Dominicana, bajo el mandato de Rafael Trujillo, el dictador
genocida que dirigió el país con mano de hierro desde 1930 hasta que los
Estados Unidos ordenaron su ejecución en 1961. Entre el Santo Domingo de la
época actual y la era de Trujillo, los personajes sufren un horrendo trama
físico y emocional en su tierra natal, si bien, una vez han emigrado a Estados
Unidos, tratan que las historias desaparezcan de la memoria colectiva.
Beli
bien podría encarnar el estereotipo de la fiera mujer sudamericana que cría a
sus hijos sola y trabaja hasta la extenuación en oficios de baja categoría mal
pagados. Su notable biografía conforma la verdadera espina dorsal de la
narrativa. En Baní, la ciudad de provincias de la República Dominicana donde se
crió, Beli era una belleza de piel morena, una estudiante becada en un
sofisticado colegio privado y finalmente la amante de un conocido criminal. El
doloroso tránsito familiar de su hijo a la vida adulta es comparado con su
propia transformación. Cuando la conocemos, se trata de una borderline enfadada, una matriarca que
lucha con su hija y acaba agotada por trabajo y la preocupación. Pero capítulos
posteriores muestran a Beli como una hija rebelde que lucha con La Inca, la
pobre pero respetuosa pariente en cuya casa se crió. Los padres de Beli (médico
y enfermera) eran miembros de la
burguesía que se enemista con Rafael Trujillo, un dictador brutal, incluso para lo habitual de mediados de siglo XX en Sudamérica. Y justo
por ese motivo Trujillo resulta ser una gran bendición para Díaz, que retrata
los pueblos y ciudades de su país en las décadas de los 40 y 50, un periodo que
es tan violento como sensual y exótico. Puede que la isla esté maldita y encantada,
pero está también hechizada; incluso los recuerdos más amargos parecen
suavizados por la nostalgia. Los espíritus malignos que son invocados
periódicamente para explicar la mala suerte de la familia de Wao son también,
para el novelista y para sus personajes, auténticos amuletos. Sin los horrores
y las supersticiones del viejo país, sin la dulzura tropical que modula la
prosa de Díaz incluso en momentos de gran crueldad, Óscar Wao no sería más que
otro friki con una larga lista de desesperadas obsesiones sexuales no
consumadas.
El
tono narrativo de Díaz es la revelación más importante de Óscar Wao. Once años después de que publicara Los boys (Drown), una
colección de historias semiautobiográficas ambientadas en la República
Dominicana, Díaz escribe una obra más estilizada y ambiciosa en la que narra la
rápida mezcla de referencias culturales frikis y jerga urbana. Aunque los temas
y motivos de la novela son reminiscencias de muchas sagas familiares de
emigrantes, la historia engancha y es emocionante. De hecho, es difícil pensar
en una novela que contenga tanta brutalidad, tortura, violación, asesinato y
suicidio como ésta.
A
pesar de abarcar un espacio de tiempo relativamente compacto, la novela
contiene una rebelde multitud de estilos y géneros. De hecho, la historia de
transición a la vida adulta de Óscar es quizá la capa más fina, pues el drama
de un joven adulto cubre la crónica de una familia emigrante multigeneracional
que se aventura en el realismo mágico tropical, el feminismo punk-rock, el machismo
hip-hop o la pirotecnia postmoderna.
Reuniendo
todos estos elementos surge una voz que es profana, lírica, culta e incansable,
un derroche de acentos y lenguas que coexisten dentro de una única
personalidad. La voz narrativa pertenece la mayor parte del tiempo a Yunior,
quien sólo gradualmente se deja ver detrás de la cortina de una narración
aparentemente omnisciente para revelarse como un personaje.
No
obstante lo dicho, la novela es algo más que la épica de un friki, pues Junot
nos cuenta una historia perfectamente acompasada de emigración y asimilación. Al
crear a Óscar, Junot Díaz ha utilizado un estereotipo para subvertir otro. No
todos los dominicanos son unos machotes, y no todos los fanáticos de la ciencia
ficción, el anime y Dragones y Mazmorras son chicos blancos. El machismo de la
cultura de dominicano-americanos de segunda generación es una fuente
interminable de angustia para el joven Óscar, y uno es consciente de que su
vida va a ser breve pues es demasiado bondadoso para ella.
La
novela ofrece un punto de vista novedoso e ilustrativo de las experiencias
postcoloniales. Díaz sugiere que los emigrantes de países en guerra
habitualmente se llevan consigo al nuevo mundo los motivos por los que se
marcharon: miedo, sospecha y descontento. En efecto, Díaz ha conseguido
retratar tanto la particularidad de la vida interior de un adolescente
dominicano en Nueva Jersey, como llegar a conclusiones de carácter universal
acerca de hombres y mujeres, de raza y clase social.
Una
novela estupenda (gloriosa en algunos momentos) que recuerda por momentos a las obras de algunos de los
miembros de la larga saga de escritores sudamericanos (García Márquez, Vargas
Llosa, Juan Rulfo o Roberto Bolaño, principalmente) que han conformado un
peculiar estilo de contar las cosas que tanto deleite y admiración despiertan
en el autor de estás líneas.
A.G.
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