El círculo (2013)
Dave Eggers
Mae Holland, una entusiasta veintañera y
licenciada universitaria, comienza a trabajar en el Círculo, la empresa más
influyente del mundo, gracias a su ex compañera de habitación y amiga, Annie,
una circulista de cierta relevancia. La primera impresión encandila a Mae; se
maravilla del hermoso campus, la fuente, las pistas de tenis y voleibol y
piensa que aquello es el Cielo, sin saber que será el Infierno.
El Círculo es una empresa
enorme de tecnología de la
información que ha amalgamado
diferentes funciones desempeñadas por empresas del ramo que todos conocemos (y
de las que no deseo hacer publicidad, que de bastante disfrutan ya) para crear
una corporación unificada con ideas aparentemente hermosas. Los clientes entran
en el Círculo con una identidad sencilla, su TruYou, que les permite acceder a
todas a las operaciones y conexiones sociales imaginables en el universo
digital.
En el interior de la
organización un círculo de jefes fusiona idealismo tecnológico y derechos
humanos hasta presentar una visión de democracia,
transparencia y conocimiento perfectos. El Círculo está dirigido por Tres
Hombres Sabios, cada uno de los cuales juega un papel diferente, pero en cuya
combinación se encuentra el éxito de la compañía. Nos hallamos, obviamente,
antes unas claras referencias
orwellianas que no han de
pasarle desapercibidas al lector. No obstante, el eslogan central del Círculo
(“Todo lo que ocurre debe ser conocido”), deriva no tanto de una imberbe
ideología política como del tipo de llamémoslo “infoutopía” expuesta por Julian Asange o los sueños de conectividad social de Steve Jobs.
Mae comienza a trabajar en el
modesto departamento de Atención al Cliente, proporcionando respuestas modelo a
las preguntas y quejas de los clientes. El primer día su trabajo recibe una puntuación
de 97 sobre 100, un récord para un novato. Puesto que las puntuaciones de todos
los trabajadores son accesibles a todos y cada uno de ellos, Mae se siente
impelida a logra la mayor calificación posible y no tarda en revelarse como una
competidora entusiasta. Sus altas calificaciones le permiten acercarse a los
anillos interiores de la empresa. Se inicia, así, el descenso de Mae al
universo del Círculo. A medida que nos adentramos en el libro, aprendemos que
la transparencia que define el trabajo diario de Mae se extiende por toda la
compañía. Se espera que los circulistas suban “zings” a la plataforma
constantemente, compartan fotos y videos e interactúen con sus seguidores. Pero
la presión a hacer todo esto, en lugar de elevar, elimina su escepticismo
acerca de sus jefes. De tal forma que Mae se imbuye cada vez más de éste y pasa
de ser un simple empleado del Círculo a una ávida usuaria.
A medida que Mae avanza en su
involucración (o descenso al Infierno, según como queramos verlo), nuestra heroína
se convierte en una especie de cachorro feliz que agita su cola con la
esperanza de recibir una recompensa, es decir, una puntuación más alta que le
permita subir en la clasificación. Lejos de resistirse, Mae encuentra
“delicioso” y “estimulante” cada nueva demanda electrónica. Nada parece evitar,
pues, que Mae caiga en las profundidades del Círculo. Sin embargo, un personaje
emerge de las sombras, Kalden, quien a diferencia de los demás no da la
impresión de vivir en ese mundo
de transparencia. Su nombre no aparece en ningún sitio y Mae experimenta su
invisibilidad como agresiva. Todos los miembros del Círculo son jóvenes y
saludables. Kalden, por su
parte, tiene el pelo gris aunque parezca joven.
En su segundo encuentro Mae
sigue a Kalden a las profundidades, por largos pasillos y a través de túneles
subterráneos, hasta llegar a una sala donde Kalden le muestra una caja roja
metálica del tamaño de un autobús, envuelta en brillantes tubos plateados.
Kalden le dice que allí se almacenan las experiencias del Hombre Transparente, quien
lleva cinco años grabando todo lo que ve y oye. Más tarde, Kalden le desvela a
Mae que, en realidad, El Círculo es una “pesadilla totalitaria”, como si el
lector no lo supiera ya desde el comienzo.
Al final, Mae llega a hacerse
tan transparente como puede llegar a ser una persona en el reino del Círculo.
Una cámara vigila todos sus actos a lo largo del día. En el baño, por ejemplo,
puede apagar el audio, pero la cámara continúa mostrando imágenes de la puerta.
Si permanece en silencio demasiado tiempo, sus seguidores le envían mensajes
urgentes preguntándole si se encuentra bien.
Pero, ¿qué ocurre con la vida
de Mae fuera del Círculo? Juzgad vosotros mismos: se ha peleado con su novio, Mercer, que ha tratado de
abrirle los ojos sin éxito alguno; su padre sufre esclerosis múltiple, pero a
cambio de la ayuda del Círculo se ve obligado a llevar una cámara, como ella, a
todas partes, hasta que por supuesto se cansa. Y respecto a su amiga Annie, Mae
sólo piensa en superarla y quitársela de en medio. Es entonces cuando llegamos
al final del libro, a una escena escalofriante que no os desvelaré, por
supuesto.
La acción transcurre en un
futuro no demasiado distante; los tres sabios que poseen y dirigen el Círculo
son reconocibles como individuos de hoy. La empresa demanda transparencia en
todo; dos de sus principales eslóganes son: “Los secretos son mentiras” y “La
privacidad es un robo”. Se prohíbe el anonimato, se revela el pasado de todos,
el presente de todos puede ser transmitido en directo con imagen y sonido, nada
grabado se borrará jamás. El objetivo del Círculo es que todos los aspectos de
la existencia humana (desde el voto a los asuntos de amor) fluyan en su portal,
el único portal de ese tipo en el mundo.
Esta potencial distopía debería resultar familiar. Los asuntos
que plantea Eggers ya se debaten en libros y tweets. Es la llamada tiranía de
la transparencia, la perpetua presencia de la persona en las redes sociales;
nuestra extraña querencia a mostrarnos, el voraz
apetito informativo de los
buscadores y redes sociales, nuestras vidas bajo la constante supervisión de nuestro propio gobierno. Esta
obsesión por compartir opiniones y momentos privados están enriqueciendo a
empresas que, a causa de su especial naturaleza, pisotean lo único que nos
permite ser a cada uno de nosotros mismos: nuestra privacidad; la libertad de
ser buenos o malos sin tener en cuenta si alguien nos está viendo o no, y a
vivir nuestra vida para nosotros mismos. Nuestra incapacidad para darnos cuenta
de esto parece ser el mayor temor de Eggers, quien conforma la discusión como
si fuera una fábula o un cuento que pretende ser instructivo.
Es por ello que bien
podríamos pensar que Mae no es una víctima, sino una villana de segunda. Sus
motivaciones son menudencias relacionadas con Internet: conseguir las
puntuaciones más altas, adentrarse en el interior del Círculo, ser popular. En
este sentido, Mae es una mera escolar más que una malvada. Quizá sea esto lo
que Eggers quiere decir: que el mal en el futuro se parecerá más a la trivial
Mae que al ojo inquisitorio del Gran Hermano. En este caso, creo que Eggers
debería haberse esforzado más en expresar este sentimiento tan profundo. Los
personajes necesitan sustancia y Mae debería parecer algo más que un simple
personaje de cómic.
Por todo lo expuesto, uno no
sabe si debería entender El
Círculo como una sátira del
presente o como una visión distópica de un futuro cercano. Creo que quizá
debiéramos concebirla como una visión caricaturesca de la tecnología, del
totalitarismo de baja intensidad, un experimento narrativo en el que es el
idealismo ideal, más que el fascismo o el comunismo, lo que alcanza una
solución final.
El Círculo es el mejor, si no el primer y quizá único intento hasta la fecha
en la literatura contemporánea de presentar las consecuencias de vivir en un
mundo que rehúye el ideal de privacidad. A diferencia de su predecesor, 1984, de George Orwell, El Círculo explora el camino a la tiranía más que
un mundo consumido por ella, más allá de un punto en el que no hay retorno. Se
trata, por tanto, de una novela de ideas; de ideas sobre la construcción y
deconstrucción de la privacidad, sobre el creciente poder corporativo de la
privacidad y los efectos que tal posesión puede tener en la naturaleza de la
democracia occidental.
Dave Eggers representa la
última generación de grandes escritores norteamericanos que han emergido (y
superado) los viejos valores de la literatura. En este sentido, El Círculo puede representar la visión de los
idealistas de las redes sociales, vistos a través de la forma de una
tradicional novela escéptica.
Llegados al punto donde nos
han llevado la sociedad hipertecnificada de la que somos parte y la voracidad
informativa de las redes sociales, creo que sería pertinente preguntarnos si
acaso no se ha cerrado ya el círculo al que alude el autor en esta reveladora
novela.
A.G.
A.G.