El vendido (2015)
Paul Beatty
La primera escena de esta épica novela nos muestra a su protagonista, un hombre afroamericano cuyo apellido es Me, en un juicio en la Corte Suprema. En la primera línea del libro afirma, con un tono provocador, que por muy raro que parezca creerlo de un hombre negro, él nunca ha robado nada. En realidad, el motivo por el que está en un juicio no es sino haber intentado restituir la esclavitud y la segregación en un suburbio de Los Ángeles de mayoría negra y latina del sur de Los Ángeles. Esta escena inicial establece el tono de la novela, pues, como veremos más adelante, Beatty se enfrenta sistemáticamente a cualquier aspecto de la cultura americana y lo decostruye.
El
geto en cuestión se llama Dickens (un guiño a otra inspiración literaria) y se
parece al Compton real, la ciudad del condado de Los Ángeles. Es un lugar
degradado, poblado de actividades criminales. No lejos de allí, en un suburbio
mejor, vive Marpesa, la ex novia del protagonista, que trabaja de conductora de
autobuses y está casada con un rapero reconvertido en policía.
El
protagonista fue criado y educado en casa sólo por su padre, manteniéndolo así
aislado de la educacional convencional. Su padre es un destacado sociólogo e
intelectual que estudia la raza mediante la realización de experimentos con su
hijo. Para lograr dicho fin no duda en convertir éste en un experimento racial
y sociológico de larga duración y, por tanto, en utilizarlo como una especie de
cobaya al más propio estilo del conductivista norteamericana B.F Skinner. El
padre disfruta, no obstante, de un cierto prestigio en el barrio como un hombre
considerado y especialista en calmar tranquilamente a negros enfadados.
Cuando
su padre es asesinado sin sentido en un ejemplo de brutalidad policial, el
protagonista se queda solo y obviamente confundido acerca de su identidad
racial. A partir de este momento, el argumento de la novela, si podemos decir
que tiene alguno, gira entorno a la negativa del protagonista a aceptar la
retirada de su barrio del mapa de Los Ángeles y de la historia. Su
determinación a restaurarlo le lleva, entre otras cosas, a restaurar la
esclavitud y segregar el instituto de secundaria del barrio. Consumido por la
culpa y el enfado, toma a su cargo a un actor negro y lo convierte a
regañadientes en su esclavo. Éste es el motivo por el cual la novela se inicia
con el protagonista ante la Corte Suprema, en
lo que constituye un prólogo abrasadoramente alucinatorio, tan enérgico
que empuja al lector al interior del libro antes de tener tiempo siquiera de
respirar hondo.
La
lógica algo enrevesada del asunto es que para tener éxito en la vida, el
protagonista considera que necesita hacerse “blanco”, y para hacer eso lo
primero que debe hacer es dominar a otro negro. Y aunque confiesa que se quedó
dormido mientras leía Paraíso, de
Toni Morrison, una novela sobre una ciudad habitada sólo por negros en el
Estados Unidos de los años 50, reconoce haberse inspirado en ella; hasta el
punto de utilizarla para elaborar su plan diabólico y restaurar el orgullo
negro segregando a las razas. Dando por hecho que el apartheid unió a la
Sudáfrica negra, se pregunta por qué él no podría hacer lo mismo por Dickens.
Así pues, concentra sus esfuerzos en reconstituir y delinear su ciudad natal,
en la esperanza de devolver a la ciudad su identidad esencial y rescatarla del
aburguesamiento. Para ello empieza por restituir solapadamente la
segregación, en primer lugar en el autobús de su novia, y más tarde en las
tiendas, la biblioteca y la escuela. Después de esta maniobra, los índices de
criminalidad del geto caen en picado y los resultados de los exámenes de los
alumnos se disparan.
El
resto de personajes son un tanto estereotípicos: el oportunista negro intelectual
Foy Cheshire; Marpesa, la mujer casada a la que ama Me; y Hominy Jenkins, ex
estrella infantil que acaba logrando su empeño de convertirse en el esclavo de
Me, solicitándole que le dé unas palizas que Me parece alarmantemente feliz de
proporcionarle. Hominy, el personaje más divertido y controvertido de la
novela, se congratula de todas las manifestaciones de abierto racismo, hasta el
punto de pedirle motu proprio al
protagonista que lo convierta en su esclavo.
El
tema central de la novela es lo absurdo de la noción de un Estados Unidos
postracial, pues Beatty demuestra con éxito que la gente de color experimenta
el racismo en cada aspecto de sus vidas y a diario. Durante este proceso,
Beatty se enfrenta a los estereotipos que suelen afrontar los afroamericano en
Estados Unidos. Desde tópicos tan generales y contundentes como la brutalidad,
el retrato de la gente de color en el mundo del entretenimiento, el
aburguesamiento y la segregación en curso en los barrios norteamericanos,
Beatty se adentra en los aspectos más mundanos pero igualmente importantes del
racismo: en un autobús, la gente evita sentarse al lado de un hombre negro
mientras les sea posible. Mediante conversaciones entre una mujer blanca y
Marpessa, Beatty también aborda algunos de los estereotipos que la gente de
color ha de afrontar a diario. Marpesa desafía la creencia de la otra mujer de
que ser incapaz de lograr el sueño americano tiene que ver tan sólo con la
clase social en vez de con la raza. Mediante la furiosa respuesta de Marpessa a
la afirmación de la mujer, Beatty sostiene que la raza tiene mucho, por no
decir todo que ver con la pobreza desproporcionada de los afroamericanos.
El
ingenio maledicente de Beatty es la principal fuerza motriz de El vendido. Y aunque el autor evita las
trampas del modernismo sin trama, su constante bombardeo de acotaciones y
rutinas acaban prevaleciendo sobre el asunto judicial en el Tribunal Supremo.
De hecho, la resolución del juicio no tiene gran importancia al final. Esto
responde al propio diseño de Beatty, que quiere tratar más asuntos que los que
permite la forma de un procedimiento judicial.
La
novela se erige, por tanto, como una sátira galvanizadora del Estados Unidos
postracial. Como una obra llena de puro genio satírico, audaz y osado,
reminiscente de los estilos de Kurt Vonnegut y Joseph Heller. Implementada por
un ingenio malvado, con personajes que hablan un dialecto pop-filosófico, El vendido es una historia divertida e
intrépida que subvierte supuestos culturales dolorosos. Es precisamente la
subversión deliberada de las dañinas asunciones culturales lo que convierte en
un placer leer esta novela atrevida y abrasiva.
El
agudo humor de Beatty resulta desafiante, sin perder de vista el asunto
fundamental: el racismo en los Estados Unidos y el legado de la esclavitud. A
esto se une la larga y a veces agotadora secuencia de bromas y sucesos contados,
que no dan un momento de tregua al lector, a quien le queda poco tiempo para
reflexionar, pues si quiere hacerlo ha de ser sin los placeres tradicionales de
la novela, esto es, personajes bien construidos y una trama consistente. Aunque
no creo que esto le haya preocupado mucho a Beatty. Su novela triunfa a
expensas de los autores más convencionales, de los que se burla por actuar para
audiencias blancas.
El vendido, que fue galardonado con los
prestigiosos premios Booker y del Círculo de Críticos Nacional del Libro, es
una de las novelas más reveladoras y entretenidas escritas en la última década
que he tenido la ocasión de leer.
A.G.
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