Presentación

La pintura de la voz (palabras con que el filósofo y escritor francés François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, calificó el arte de la escritura) nace con la pretensión de ser un lugar de intercambio de opiniones sobre literatura.
Cuando el tiempo me lo permita, iré publicando noticias interesantes del mundo literario, comentarios de libros que he leído recientemente, de mis obras favoritas, etc
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domingo, 3 de abril de 2011

Lecturas recientes: Cartero

C
Cartero (1971)
Charles Bukolwski

Henri Chinaski aparece en la escena literaria. El alter-ego de Charles Bukowski, protagonista de algunas de sus novelas posteriores, se incorpora al Servicio Postal de los Estados Unidos como cartero substituto. De este modo comienza lo que llegaría a convertirse en una carrera de doce años, dividida en varios períodos: desde aproximadamente 1952 a su dimisión del servicio postal tres años más tarde, y su regreso en 1958 y definitiva dimisión en 1969. Durante este tiempo, Chinaski trabaja de cartero, con breves paréntesis en los que subsiste gracias a las ganancias en las apuestas del hipódromo. En su última etapa, Chinaski trabaja de clasificador de correo. Tal como relata Born into This (el documental de la vida del autor), John Martin, fundador y propietario de Black Sparrow Press, le ofreció a Bukowski cien dólares mensuales de por vida, con la condición de que abandonara el servicio postal y se dedicara a escribir. Bukowski aceptó. Escribió Cartero en el breve plazo de un mes.

La novela está dividida en pequeños capítulos que asemejan las entradas de un diario y abarcan esta carrera de doce años, un periodo tormentoso para Chinaski/Bukowski, quien ni siquiera en los primeros días de su nuevo trabajo tiene la impresión de que éste vaya a recompensarle. En un primer momento, se le asigna la ruta 539, la más dura de su oficina. A lo largo de su tedioso recorrido por calles interminables, Chinaski se encuentra con bloques de pisos en cuyos buzones no hay más que nombres borrados - cuando los hay- bajo diminutas bombillas, situados en oscuros vestíbulos en los que esperan ancianas impacientes que le hacen siempre la misma pregunta: “Cartero, ¿tienes alguna carta para mí?” Desesperadas amas de casa, perros fieros, interminables días de lluvia son intercalados con momentos de auténtica frustración en alguien que se encuentra a merced de unas circunstancias en contra de las cuales rara vez tiene recursos con los que combatir.

A primera vista, trabajar para el servicio postal norteamericano no parece ser un mal trabajo del todo. Al menos es seguro. Bukowski, sin embargo, quiere mostrarnos la otra cara de la moneda: todos los sistemas tienen estructura de poder, y cuanto menos poder hay en el sistema, más cruel es el abuso. El demonio particular de Chinaski es Jonstone, su superintendente, conocido por quienes trabajan con él como “The Stone” (la piedra), alguien dispuesto a ejercer su poder de la forma más despiadada posible. Bajo su aire deshonestamente servil y sarcástico, se esconden toda una serie de regulaciones aparentemente innecesarias en la oficina de correos.

A Chinaski, todo el tiempo que está empleado en el servicio postal, nos lo encontramos en una de estas dos situaciones, además de enredado en asuntos sexuales: con cartas en las manos, o con resacas en la cabeza. Con una vida paralela a la de su creador, Chinaski trabaja duro durante años, preguntándose qué puede reconstruir a un hombre roto. Y, lo que es más importante, si cualquier hombre merece dicha reconstrucción. Es un perdedor congénito atrapado en un callejón sin salida; presa de una profesión que no puede proporcionarle satisfacción personal alguna, más aún cuando es plenamente consciente de lo absurdo de la propia situación.

Fuera de sus largas horas de trabajo, Chinaski entabla una serie de relaciones fallidas con mujeres hermosas y rotas. Asiste al funeral de una ex amante y experimenta la vida de casado, con un éxito limitado, y hasta la paternidad. La vida personal de Chinaski es tan rica como escandalosa. Construye su propia imagen principalmente a través de elementos ciertamente jugosos de la propia reputación de Bukowski, su múltiple faceta de bebedor, amante, luchador y jugador.

Bukowski utiliza una prosa sencilla y directa. Esta forma de escribir, accesible y nada ambigua, hace muy fácil la lectura de Cartero. Bukowski no permite que la excesiva elaboración se interponga en su propósito.

A.G.

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