Presentación

La pintura de la voz (palabras con que el filósofo y escritor francés François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, calificó el arte de la escritura) nace con la pretensión de ser un lugar de intercambio de opiniones sobre literatura.
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martes, 27 de diciembre de 2011

Lecturas recientes: Sartoris



Sartoris (1929)
William Faulkner

Punto de partida del universo faulkneriano, Sartoris presenta el condado apócrifo de Yoknapatawpha, escenario de muchos de sus relatos y novelas posteriores. Pocos años antes de morir, el propio William Faulkner afirmaba haber concebido la historia entera como un relámpago que iluminase de golpe un paisaje y recomendaba la novela como aquella por la que debía empezar quien se acercara por primera vez a su obra.

La novela constituye, en efecto, el germen de toda una multitud de personajes y esboza temas que el autor desarrollaría casi hasta el final de sus días y a lo largo de toda su producción literaria: la tragedia y la decadencia aristocrática sureña. La obra también demuestra la intensa preocupación de Faulkner por el tiempo, so sólo como tema central de la novela y medio de narración, sino en tanto elemento que influye en los personajes, un asunto que desarrollará con maestría en El ruido y la furia, que ya comentamos en este blog.

La novela presenta la marca del uso característico de Faulkner de diferentes tiempos, tales como el tiempo objetivo, el subjetivo, el cíclico y el tiempo helado. El tiempo objetivo de la novela, que abarca el período entre el verano de 1919 y el verano de 1920, es decir, algo más de un año, aborda la historia del joven Bayard Sartoris, cuyas acciones inconexas se sitúan en un marco histórico y genealógico suministrado por las vidas y tiempos de los ancestros inmediatos.

Faulkner traduce la coexistencia del tiempo pasado y presente mediante el empleo de flashbacks y el denominado stream of consciousness, que ya hemos tenido la oportunidad de tratar en este blog. En Sartoris, no obstante, Faulkner no va tan lejos en la experimentación con la forma de la novela como lo hará un año más tarde en El sonido y la furia, o en Mientras agonizo. El pasado se reconstruye en la novela de dos modos distintos: uno es la reconstrucción gradual del pasado por parte de los narradores que están en el presente y el otro es el revivir del pasado por medio de una memoria involuntaria que opera por asociación. En ninguno de los casos los personajes o el autor ven el presente o el pasado como tiempos separados. El tiempo real para Faulkner es el tiempo de la experiencia, no es una cronología sino un intento continuos para afirmar valores reales.

En muchos aspectos, en Sartoris Faulkner no logra aún deshacerse de la timidez que luce en La paga de los soldados y en Mosquitos. Su prosa gana intensidad, las imágenes se tornan mucho más arriesgadas y precisas y la narración alcanza una plasticidad de la que carecen las predecesoras, pero que aún no consigue la fuerza de sus libros posteriores. Faulkner comienza a demostrar su habilidad en la construcción de los personajes, la ambientación de las escenas y la comprensión de ese entorno social tan necesario para su futuro como novelista.

En Sartoris Faulkner disecciona una clase social en decadencia a partir de cuatro generaciones de los Sartoris, cuyos miembros fueron, desde la Guerra de Secesión americana, héroes de guerra del Ejército Confederado, banqueros o temerarios aviadores de la I Guerra Mundial. Herederos de las tradiciones aristocráticas del Sur, encerrados en el diminuto pero complejo universo de la ciudad de Jefferson, sólo les queda la retórica romántica, el orgullo y la autocompasión para enfrentarse a un mundo en el que ya no encuentran su sitio. Viven el tránsito del Sur heroico y aristocrático al Sur de los financieros y comerciantes.

Sartoris está lleno de poesía y suspense, habla sureña y el fatalismo errante faulkneriano y suficientes personajes para llenarse la cabeza y crear un sentido de maravilla.

Cuando la novela se publicó en 1929, los editores de Houghton Mifflin cortaron el texto en cuarenta mil palabras. También le cambiaron el nombre. Faulkner quería Banderas en el polvo, pero los editores impusieron su deseo de que se llamara Sartoris.

A.G.

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