Presentación

La pintura de la voz (palabras con que el filósofo y escritor francés François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, calificó el arte de la escritura) nace con la pretensión de ser un lugar de intercambio de opiniones sobre literatura.
Cuando el tiempo me lo permita, iré publicando noticias interesantes del mundo literario, comentarios de libros que he leído recientemente, de mis obras favoritas, etc
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sábado, 20 de diciembre de 2014

Lecturas recientes: La casa de las bellas durmientes


La casa de las bellas durmientes (1969)
Yasunari Kawabata

No debía hacer nada del mal gusto, advirtió al anciano
la mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca
de la mujer dormida ni intentar nada parecido.

La Casa de las Bellas Durmientes no es un burdel al uso. Es un lugar muy exclusivo en el que se atiende únicamente a hombres ancianos que han perdido la potencia sexual. Hombres de los que se puede esperar que pasen la noche al lado de una chica desnuda dormida sin hacer el amor con ella.

Las chicas tienen entre dieciséis y veinte años. La dueña del burdel supuestamente las induce a un sueño profundo mediante la ingestión de drogas, del que no llegarán a despertar mientras están en compañía de un hombre. No están muertas, pero parecen estarlo. Los clientes tienen la libertad de examinar y explorar los cuerpos de las bellas durmientes para regocijo de sus corazonas, pero las normas de la casa son muy estrictas y prohíben a los hombres hacer el amor con ellas. Las chicas son reducidas a su mera esencia física, como si fueran figuritas de porcelana, desprovistas de personalidad y de respuesta; incapaces de interactuar, aunque no del todo, como resulta al final.

Eguchi, uno de los ancianos, ha tenido una larga vida de experiencias sexuales con muchas mujeres, y se cree todavía capaz de mantener relaciones sexuales. Sigue deseando dormir junto al cuerpo desnudo de una chica, aunque ésta esté drogada y sea insensible. Aunque afirma estar profundamente desilusionado con las mujeres, éstas siguen ofreciéndole un confort que merece la pena pagar; también hay un gran confort en los recuerdos que estas jóvenes evocan; recuerdos que se desvanecieron hace tiempo. Eguchi encuentra sus cuerpos hermosos y fascinantes. Sigue sintiéndose atraído por las mujeres, a pesar de su desilusión por ellas. No ha renunciado a los placeres del sexo, en busca de una espiritualidad ideal. Comtemplamos, perturbados, la tristeza de un anciano que toca las manos de una muchacha dormida, mientras escucha las primeras gotas de la lluvia nocturna en el mar silencioso. Maravilloso, pero profundamente perturbador. Un anciano que ha pagado para pasar la noche (casta, pero lasciva) en la cama con una joven drogada hasta quedar insensible.

Eguchi siente el impulso tanto de hacer el amor con ellas como de matarlas. Sus sentimientos hacia ellas son contradictorios. El conflicto entre el impulso a matar las chicas, por un lado, o dejarlas vivir y disfrutar durmiendo con ellas es el tema que recorre la historia desde el comienzo hasta el final. El motivo de sus impulsos asesinos hacia las chicas deriva del dolor que le produce su deseo imposible de interactuar íntimamente con una mujer viva, que respire. Este deseo le causa, en efecto, un inmenso dolor, pues acentúa su soledad y aislamiento, y su incapacidad de ir más allá. Matando a la chica quizá pueda matar el deseo que siente en su interior por ella.

La dueña del burdel averiguar que Eguchi es capaz de establecer un cierto vínculo con las mujeres. (De hecho, el anciano considera en muchas ocasiones la posibilidad de vulnerar las normas de la casa y tomarse libertades sexuales con las chicas, mas siempre encuentra una excusa para echar marcha atrás.) Así pues, toma la inciativa y trata de asegurarse que el anciano no duerma con la misma chica más de una vez. Comprende, pues, su tendencia a sentirse “unido” con las chicas, a implicarse en algo más que el mero conocimiento de su cuerpo, y trata de evitar que esto se produzca.

En efecto, cada vez que Eguchi visita la casa, la chica y la experiencia son distintas. En su visita final la dueña le proporciona dos chicas. La experiencia de dormir con dos chicas a la vez divide su atención y le dificulta conciliar el sueño. Durante la noche una de las chicas muere, quizá debido a una sobredosis de la droga somnífera, o una reacción alérgica a ella. La dueña del burdel anima a Eguchi a quedarse. La fría indiferencia con que se trata la muerte de la chica evidencia la hostilidad hacia las mujeres que subyace en todas las historias. Eguchi pasa el resto de la noche con la otra chica.

La historia que nos cuenta Kawabata encierra, por tanto, una profunda complejidad psicológica y opera en muy diversos niveles. En primer lugar, uno puede cuestionarse si las chicas están realmente drogadas y duermen un sueño profundo, o si se trata de una actuación. Un buen número de pasajes sugieren que las chicas son conscientes de las exploraciones de los hombres, pues parecen responder en ocasiones a sus estímulos como si gozaran de una cierta conciencia sensitiva. La dueña del burdel le dijo una vez que la chica de esa tarde estaba “entrenándose”. Ante lo cual no preguntamos: ¿cuánto entrenamiento se necesita para drogarse hasta llegar a un estado de estupor y mentira inconsciente que dura toda la noche mientras se está desnudo?

Kawabata nos introduce en un mundo diminuto y cerrado, sin amor, que es descrito mediante una prosa compacta y lúcida. Nos cuenta una historia de macabra belleza que encierra, a su vez, historias horripilantes antes la que el lector no puede evitar conmoverse. Una narración tierna y sórdida, a la vez.

La obra sirvió de fuente de inspiración para Memorias de mis putas tristes (2004), la última novela de Gabriel García Márquez. quien reconoce de forma implícita su legado al incluir las siguientes líneas en su obra antes de comenzar la narración:

A.G.

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