Acabo de enterarme de la triste noticia de la muerte Günter Grass.
El Premio Nobel alemán ha fallecido hoy en el Hospital de la ciudad alemana de Lübeck, a los 87 años de edad.
A vuela pluma, y casi sin tiempo de digerir la noticia, me gustaría escribir unas líneas en recuerdo a su figura. Nada que tenga que ver con una reseña bio-bibliográfica que pueda encontrarse hoy en cualquier confidencial digital, sino una reflexión personal acerca de lo que su obra ha significado para mí, como lector y escritor.
Parto de la idea de que Günter Grass es uno de los más grandes escritores de literatura alemana. Creo que la única figura del panorama literario alemán actual que puede competir con él es Herta Müller, si bien son autores con estilos y preocupaciones muy diferentes, aunque muy marcados ambos por la dolorosa experiencia de la Segunda Guerra Mundial.
Durante sus largos años de carrera, Günter Grass ha demostrado ser un escritor comprometido y dueño de un indudable maestría, de la que hizo gala en las más diversas formas literarias. Entre su extensa obra, yo me decanto sin duda por sus grandes novelas. Como la mayoría de lectores, supongo que me adentré en su obra gracias a El tambor de hojalata, cuyo grueso lomo puedo ver en mi estantería desde la silla en que estoy sentado. Años después de leerla, saboreando aún la riqueza de sus múltiples matices, los personajes variopintos, las historias rocambolescas y el certero retrato de la condición humana, escribí una breve reseña en este blog y la incluí en el apartado de "Mis novelas favoritas"; corría el año 2010. Hoy sigo convencido, más incluso que entonces -a pesar de añadir un buen número de novelas a mi lista de lecturas- de que esta enorme novela se encuentra entre los diez libros que me llevaría a una isla desierta, si el destino quisiera que hubiera de sufrir tal contingencia.
Jamás he caído en el error de juzgar a un escritor de acuerdo con sus ideas políticas, religiosas o sexuales. Por tanto, tampoco lo haré con Günter Grass, quien vivió, según dicen, consumido por la culpa de haber pertenecido de adolescente a las SS. Ya de mayor, escribió Pelando la cebolla, una interesante novela autobiográfica que recomiendo encarecidamente. Günter Grass admite su pecado de juventud y pide perdón por ello. Jamás me dejé influir por las ideas políticas de Gabriel García Márquez a la hora de analizar su obra literaria, de la que siempre me he confesado un gran admirador. Tampoco lo haré con Günter Grass. De él me queda el recuerdo imborrable de haber disfrutado sus novelas y saboreado la altísima calidad de su obra imperecedera.
Günter Grass ha muerto, pero por suerte nos queda su obra.
A.G.
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