El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas (1985)
Haruki Murakami
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Esta obra de curioso título es un relato cercano a la ciencia ficción, en el que se entrelazan dos historias cuyos planos bien diferenciados se alternan a lo largo de la narración. La primera de ella transcurre en una misteriosa ciudad amurallada de la que es imposible huir. Es el “fin del mundo”. El protagonista y narrador de la historia pierde sus recuerdos y hasta su sombra. (Ésta, separada de su cuerpo, no sobrevivirá mucho tiempo.) Se verá rodeado de extraños habitantes y hasta unicornios de pelaje dorado. Tras una extraña operación ocular, el protagonista se convierte en lector de sueños y trata de adaptarse a la peculiar vida de la ciudad. La segunda historia transcurre en un Tokio futurista, un cruel país de las maravillas. Un joven informático de gustos refinados trabaja para una institución gubernamental nada fiable, el Sistema, enfrentada a otra por el control de la información. Mientras tanto, unas tenebrosas criaturas, llamadas los tinieblos, amenazan el laberíntico mundo subterráneo.
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Los personajes que habitan ambos mundos, fantásticos y extraños tanto unos como otros, padecen la pérdida y la soledad; la ausencia de amor… un vacío sentimental, en definitiva, que nos mueven a la simpatía. A lo largo de la novela desfilan personajes fantásticos, incluso míticos (los unicornios), íntimamente relacionados con procesos mágicos (la lectura de cráneos) y la ciencia ficción (un complicado discursos científico-tecnológico). Además de adentrarse en los terrenos de la ficción especulativa e introducir estos elementos de ciencia ficción, Murakami impregna su obra de referencias a la cultura occidental y diversos sucesos extraños.
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Precisamente a través de esta propuesta de tono existencialista y trasfondo psicológico, Murakami reflexionas sobre el sentido de la vida, sobre el sometimiento de la naturaleza humana o la constante duda de su objetivo. Todo ello mediante una mirada fría y distante que oscila entre la ironía y la apatía más desgarradora.
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El interés, y complejidad, de la novele reside, más que en innovaciones formales o una compleja técnica narrativa, en la utilización símbolos equívocos; difíciles de interpretar, en efecto, pues no hay, a lo largo de la obra, una sola clave que facilite al lector su interpretación. El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas se revela como una compleja obra de reflexión sobre el sentido mismo de la vida; una novela, a ratos, inaprehensible y algo tediosa.
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El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas obtuvo el prestigioso Premio Tanizaki. A mi juicio, su calidad literaria dista mucho de la excelencia de Tokio Blues, la gran novela de Murakami que ya comentamos en este blog y que se encuentra, sin duda, entre unas de las mejores novelas escritas en las últimas décadas del siglo XX.
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A.G.
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