Milan Kundera
Novela brillante y original, escrita con una pureza y sabiduría que nos invitan a entrar en ella de inmediato. El libro, de una extrañeza que nos atrapa al instante, es algo más que una colección de siete historias recopiladas por un residente checo en Francia, el propio Kundera, fascinado por el sexo y aficionado a la reflexión abstracta, la historia reciente checa y la autobiografía.
Kundera celebró la ascensión al poder de los Comunistas en febrero de 1948, pero pronto se sintió desilusionado ante la dura opresión del nuevo régimen. Kundera y todos aquellos idealistas, radicales inteligentes de extraños sentimientos como él, perdieron todo recuerdo de la idea original e ignoraron totalmente a los creadores de la idea.
Kundera, que trabajó como peón y músico de jazz bajo el yugo comunista, decidió dedicarse a la literatura y el cine. En los años 60 fue nombrado profesor en el Instituto de Cinematografía Avanzada de Praga, donde sus estudiantes, entre los que destacó Milos Forman, fueron los creadores de la Nueva Ola del cine checo. Cuando el galante intento checo de “socialismo con cara humana” bajo Alexander Dubcek fue destrozado por la invasión rusa de agosto del 1978, Kundera fue borrado de la vida cultural oficial del país. Hacia 1975, no pudiendo soportar más su vida en su propio país, emigró a Francia. En 1979, debido a la publicación de El libro de la risa y el olvido, el gobierno checo le retiró la ciudadanía checa.
El tema del olvido está presente en la obra de un modo maestro. En un plano oficial, el borrado logra un efecto cómico. El camarada Clementis, que solícito le puso su propia gorra a Klement Gottwald un día frío de 1948, fue colgado cuatro años después y borrado de todas las fotografía propagandísticas, de tal modo que lo único que queda de él es la gorra en la cabeza de Gottwald. De hecho, el presidente checo puesto por los rusos después de Dubcek, Gustav Husak, es conocido como el presidente del olvido. El olvido oficial encuentra su eco en la lucha personal de los individuos por recuperar cartas perdidas, o en recordar detalles que dan a la vida continuidad emocional.
Tamina, una praguense expatriada, es el principal de estos personajes. Se recita a diario todos los nombres de mascota por los que su marido muerto la llamaba, pero cada vez le cuesta más recordar su cara. Hasta el punto de que siempre que se sienta enfrente de un hombre utiliza su cabeza como si se tratara de una armadura de escultor, concentrando toda su atención en él y remodelando su cara dentro de su cerebro, oscureciendo su piel, añadiendo detalles a su rostro, aumentando o disminuyendo el tamaño de las orejas y cambiando de color sus ojos. Pero todos sus esfuerzos son en vano, pues la imagen de su marido acaba por desvanecerse.
En otro de los personajes, Mirek, su lucha contra el poder no es sino la lucha de la memoria contra el olvido. Él también necesita recuperar algunas cartas perdidas por otro motivo distinto a Tamina, pues cuando era un entusiasta del partido escribía a su amante de aquellos días de inocencia, Zdena, quien ha permanecido leal a su ortodoxia juvenil e incluso apoya la invasión rusa de 1968. Él, sin embargo, ha perdido su fidelidad al partido, que es la fidelidad a sí mismo y a su antiguo amor por Zdena.
Pero también existe en esta obra un lugar para la comedia. Si bien Kundera elabora el tema de la risa de tal forma que ya no puede sentirse como risa. En realidad, en El libro de la risa y el olvido encontramos más que la propia risa, un análisis de la misma. En “Madre”, por ejemplo, la anciana madre que vive con el héroe ha de convivir con los escarceos sexuales de éste con su esposa y otra mujer. En “La Frontera” nos encontramos con una organizadora de orgías que facilita múltiples contactos de parejas que no buscan sino la felicidad en un rincón de sí mismas. Y es que el sexo parece ser triste en el fondo para Kundera, mientras la risa es cruel. La imagen final del libro es la de un grupo de nudistas en una playa (posiblemente francesa), cuyos genitales miran absurda, tristemente a la arena amarilla. Las proclamadas libertades personales de Occidente no suponen una liberación para el autor. El héroe de este episodio final, Jan, afirmó con anterioridad que los judíos habían entrado a las cámaras de gas en grupos desnudos, y esa desnudez no era sino un sudario.
En cuanto a las mujeres del mundo de Kundera, el sexo es mejor cuando aparece sin alma. Así, la celosa y sensual Marketa imagina que su marido no tiene cabeza, mientras Tamina, en “Los Ángeles”, se entrega sexualmente a una banda de niños, pues por primera vez en su vida su cuerpo disfruta del placer de la ausencia del alma, que sin imaginar ni recordar nada, ha dejado en silencio la habitación. La sexualidad liberada de sus ataduras diabólicas con el amor se convierte en un gozo de simplicidad angelical. Pero los ángeles del complejo universo de Milan Kundera son malévolos. Esos niños acaban atormentando a Tamina. Además, en “Los Ángeles” bailan en las calles de Praga para celebrar unos asesinatos políticos; bailan en círculos hasta elevarse al cielo. Los ángeles son los no caídos de la fe comunista. Kundera bailó una vez en su círculo, pero como él bien sabe, después de haber caído de círculo uno nunca deja de caer más y más. Con todo, la posición de un escritor de un país socialista en Occidente no puede ser sino incómoda. Kundera nos desprecia por nuestras libertades baratas y nuestras esclavitudes más sutiles.
El libro de la risa y el olvido supuso el primer gran éxito internacional de Milan Kundera. Un texto que, como lo describió el New York Times, es un cuento de hadas, pero también una crítica literaria, un tratado político… musicología y autobiografía. Pero es sobre todo una colección de historias maravillosamente integradas de hombres y mujeres que viven en un mundo de opresión pública y deseos privados; un mundo en el que la historia puede ser escrita de la noche a al mañana y en la que el amor puede caer víctima de la intrusión política o la traición personal.
A.G.
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