La voz del violín (1997)
Andrea Camilleri
La cuarta entrega de la serie
de Montalbano se inicia con un absurdo accidente en una solitaria carretera de
las cercanías de Vigàta. Alguien ha chocado con un coche aparcado a la puerta
de un chalet, pero nadie denuncia el suceso. La sospecha lleva a Salvo
Montalbano a colarse en la vivienda, que resulta estar en reforma, sin
dudar en saltarse de nuevo todas las normas establecidas. En su interior descubre
el cadáver desnudo de una hermosa joven siciliana, esposa de un médico de
Bolonia. Entre sus escasas pertenencias figura un violín guardado en su estuche.
Sus joyas han desaparecido. Acto seguido, Montalbano elimina sus huellas del
lugar del crimen y organiza, gracias a su peculiar maestría, el descubrimiento “oficial”
del cuerpo.
En un primer momento son varios
los sospechosos del asesinato de Michela Licalzi: el marido de la víctima, un
reputado médico boloñés mucho mayor que ella, que no parece afectado por su
muerte; su amante, un anticuario que vive también en Bolonia; Anna, la mejor
amiga de la fallecida, cuyos encantos no pasan desapercibidos para Montalbano;
y un pariente de su marido. Las primeras pesquisas policiales apuntan al
pariente de la fallecida, un joven desequilibrado admirador suyo, que
desapareció la misma noche del crimen. Unos días después de que Montalbano
iniciara la investigación, el joven pariente muere a disparos de la policía en
una escena que hace sospechar a Salvo de que algo siniestro se oculta tras esta
acción aparentemente inopinada. Montalbano se topa de bruces con una jerarquía
policial cuyo único interés parece ser cerrar casos y presentar resultados, más que hacer las cosas cómo es debido y cazar a los auténticos
culpables de los delitos.
La voz del
violín vuelve
a exhibir una de las principales virtudes de la saga: una escritura ágil que
nos conduce a toda velocidad por los acontecimientos, y tras la cual se oculta
una indudable calidad literaria. Encontramos de nuevo sabias pinceladas de
humor a lo largo de trama y una cada vez más rica caracterización de los
personajes secundarios. En este caso me gustaría destacar al incomparable Catarella,
que es enviado a hacer un curso de informática y resulta ser el primero de la
case; y por supuesto el personaje de Livia, cuya peculiar relación con Salvo no
parece atravesar uno de sus mejores momentos. En este sentido resulta
imprescindible la lectura de El ladrón de
meriendas, la novela anterior, cuyos acontecimientos van a determinar el
desarrollo posterior de la relación entre Livia y Salvo. Y qué decir de
Montalbano, el singular inspector vigatés, con su cinismo e irrespetuosidad, su
lenguaje directo y natural (y a veces grosero, mas sin excesos), y su
fascinación (casi obsesiva) por la gastronomía y las mujeres.
Camilleri vuelve a erigirse en el fustigador
impertérrito de todos esos colectivos degenerados que han conducido a Italia al
lamentable estado que denuncia el escritor: la burguesía, capaz de todo por
dinero, la omnipresente mafia, la injusta justica, la policía corrupta y
chapucera, los periodistas parciales… ese microcosmos siciliano que tan bien
retrata Camilleri.
A.G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario