No quisiera estar en sus zapatos (1943)
William Irish
Tom
Quinn y su esposa Ann comparten un diminuto apartamento de una habitación en un
extraño edificio de Nueva York. Sueñan con convertirse en bailarines famosos. Las
noches les resultan insoportables debido a los maullidos de los gatos.
Desesperado, incapaz de conciliar el sueño, Tom les tira sus zapatos para
callen como último remedio a su pesadilla. Pero su mujer no tarda en cuestionar
lo que acaba de hacer y le obliga a bajar a por ellos. (Se encuentran acuciados
por una precaria situación económica.) Sin embargo, Tom no consigue
encontrarlos. Tom tiene un problema en los pies y calza zapatos ortopédicos. El
día siguiente los zapatos aparecen frente a su puerta. Hasta ahí todo podría
parecer normal.
Pero
a pocas manzanas del edificio, un anciano que se alimentaba de latas de
conserva aparece asesinado en su casa de madera en ruinas. La policía, en la
persona del detective Clint Judd, ha encontrado la huella de un zapato
ortopédico en el lugar del crimen. Las pesquisas de la policía no tardan en
implicar a Tom en el sangriento asesinato. Las sospechas, fundadas en sus
zapatos, se ven acrecentadas cuando la policía encuentra en poder de Tom una
cartera con una gran cantidad de dinero (en billetes viejos de 20 dólares) que
afirma haberse encontrado en la calle. Podemos fácilmente imaginar las
consecuencias fatales para Tom, no sólo a nivel judicial sino a nivel familiar.
La historia se va tornando cada vez más angustiosa para Tom, que se ve abocado
a un final fatal. La elaborada trama tejida por William Irish nos conduce por
vericuetos insospechados donde nada resulta ser lo que parece, donde la lógica
y lo tangible no siempre reflejan la realidad.
Tom
es juzgado y condenado a la pena de muerte. La noche antes de su ejecución Ann
busca la ayuda de Judd para probar la inocencia de Tom. Aparece entonces un
sospechoso, Kosloff, pero una impecable coartada lo exculpa. ¿Qué ocurre al
final? Tendréis que leerlo para averiguar el desenlace de este intrigante
relato.
William Irish (seudónimo de Cornell Woolrich) es uno de los
indudables precursores de la novela de suspense, en tanto subgénero de la
novela negra. En sus novelas los personajes se ven atrapados de un modo fatal
en una atmósfera sobrecogedora. El universo del escritor desata los miedos
atávicos, no sólo de los protagonistas de sus obras, sino en las almas de los
lectores. Nada es superfluo ni gratuito.
Sus
novelas y relatos han servido de inspiración a una treintena de películas. La más
conocida de ellas es La ventana indiscreta,
obra maestra del cine de suspense, dirigida por Alfred Hichcock, y basada en el
cuento It had to be murder (1942). No quisiera estar en sus zapatos fue
llevada a la gran pantalla por William Nigh en 1948.
A.G.
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