El largo adiós (1953)
Raymond Chandler
El detective privado Philip
Marlowe se desenvuelve a sus anchas en esta pieza imprescindible de la novela
negra americana, la sexta novela protagonizada por este notable personaje, un
héroe imperfecto y magullado, mezcla de dureza distante y amargo romanticismo.
Las características más significativas
de su personaje se han desarrollado plenamente desde sus tempranos inicios en El confidente. Aunque Chandler escribirá
una última novela, Playback, tenemos
la impresión de que El largo adiós es
ciertamente un largo adiós al mundo de policías corruptos, más corruptos
incluso que los gánsteres o el propio Marlowe.
En esta ocasión Marlowe conoce
a Terry Lennox, un veterano de guerra con la cara devastada por antiguas
cicatrices de guerra y una fallida cirugía plástica. Esta nueva e inesperada
amistad introduce a Marlowe en una tupida red de decadencia, corrupción y
asesinato… el decadente Los Ángeles de los años 50.
Lennox es un borracho
empedernido y tiene una esposa riquísima y ninfómana de la que no tardó en
divorciarse y con la que volvió a casarse años más tarde. Durante uno de los
encuentros entre Marlowe y Terry, éste acusa a su mujer Sylvia de infidelidad.
Tiempo después Sylvia es encontrada muerta. La policía averigua que unos días
antes Marlowe había llevado a Lennox a Tijuana y sospecha de que el marido sea el
asesino. Pero no hay pruebas de su implicación en el asesinato. Marlowe, por su
parte, se niega a cooperar con Harlan Potter, el abogado que ha enviado el
padre millonario de Sylvia.
En paralelo a este asunto se
desarrolla una segunda trama que en realidad acaba por revelarse estrechamente
ligada con el affair Terry-Sylvia. El
representante literario Howard Spencer contrata a Marlowe para que tutorice al novelista Roger Wade, un
sólido autorretrato del propio Chandler, quien también se había convertido en
un célebre escritor alcohólico de media edad que se odiaba a sí mismo. El dipsómano
Wade no es capaz de terminar su novela y se encuentra perdido, pero su mujer,
la sorprendente rubia Eileen, proporciona datos esenciales sobre el doctor que cuida de su marido. Marlowe se sirve de
ellos para emprender un arduo trabajo destinado a revelar el secreto que se
esconde tras la vida de tan oscuros personajes.
La similitud entre Raymond Chandler y el
autodestructivo Roger Wade no es el único punto de encuentro entre el autor y
los protagonistas de El largo adiós. Al
igual que Terry Lennox, Chandler fue un ex soldado con cicatrices de la Primera
Guerra Mundial cuyos días de juventud en Dabneuy Oil estuvieron llenos de
cochazos y asuntos ilícitos. Con Philip Marlowe comparte Chandler la fe en
ideales de otro tiempo: el carácter, fidelidad y respeto por la creación.
El argumento está lleno de giros. Chandler
desarrolla muchos hilos narrativos diferentes y aparentemente inconexos y logra
unirlos al final con tanta limpieza que el lector no puede evitar quedarse
atónito ante el modo en que se ha llegado al desenlace final.
El largo adiós es una de las obras emblemáticas de su género. Una novela
que demostró por primera vez que este tipo de ficción podía servir como
vehículo de crítica social. En realidad, la novela transciende la simple
ficción y se convierte en un profundo lamento sobre la oscuridad de la
condición humana.
Marlowe es el único personaje de la novela
interesado de verdad en encontrar la verdad sobre lo que le ocurrió a su amigo.
La policía, los representantes oficiales de la ley, están presentados como
estúpidos rufianes. En el mundo cínico y corrupto de Chandler, la ley es algo
maleable. Todos actúan de acuerdo con sus propios intereses: dinero, silencio,
sexo. Chandler es también el único que muestra una pizca de conciencia, algo
tan inquietante como las cicatrices fantasmas en el rostro de Terry Lennox.
Gran parte de culpa de esta perfección narrativa
la tiene la espléndida escritura de Chandler, que tan notable influencia ha
ejercido en la novela posterior. Su escritura fresca y sus ágiles diálogos ayudan
a construir una prosa directa. Chandler es también un maestro en la descripción
de lugares y ambientes. Además, sus personajes son seres vivos, con sus
vestidos, que Marlowe se extiende en describir, sus gestos y su modo peculiar
de hablar.
A.G.
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