Presentación

La pintura de la voz (palabras con que el filósofo y escritor francés François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, calificó el arte de la escritura) nace con la pretensión de ser un lugar de intercambio de opiniones sobre literatura.
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sábado, 5 de octubre de 2013

Sorpresas gratas: El largo adiós


El largo adiós (1953)
Raymond Chandler

El detective privado Philip Marlowe se desenvuelve a sus anchas en esta pieza imprescindible de la novela negra americana, la sexta novela protagonizada por este notable personaje, un héroe imperfecto y magullado, mezcla de dureza distante y amargo romanticismo.

Las características más significativas de su personaje se han desarrollado plenamente desde sus tempranos inicios en El confidente. Aunque Chandler escribirá una última novela, Playback, tenemos la impresión de que El largo adiós es ciertamente un largo adiós al mundo de policías corruptos, más corruptos incluso que los gánsteres o el propio Marlowe.

En esta ocasión Marlowe conoce a Terry Lennox, un veterano de guerra con la cara devastada por antiguas cicatrices de guerra y una fallida cirugía plástica. Esta nueva e inesperada amistad introduce a Marlowe en una tupida red de decadencia, corrupción y asesinato… el decadente Los Ángeles de los años 50.

Lennox es un borracho empedernido y tiene una esposa riquísima y ninfómana de la que no tardó en divorciarse y con la que volvió a casarse años más tarde. Durante uno de los encuentros entre Marlowe y Terry, éste acusa a su mujer Sylvia de infidelidad. Tiempo después Sylvia es encontrada muerta. La policía averigua que unos días antes Marlowe había llevado a Lennox a Tijuana y sospecha de que el marido sea el asesino. Pero no hay pruebas de su implicación en el asesinato. Marlowe, por su parte, se niega a cooperar con Harlan Potter, el abogado que ha enviado el padre millonario de Sylvia.

En paralelo a este asunto se desarrolla una segunda trama que en realidad acaba por revelarse estrechamente ligada con el affair Terry-Sylvia. El representante literario Howard Spencer contrata a Marlowe para que tutorice al novelista Roger Wade, un sólido autorretrato del propio Chandler, quien también se había convertido en un célebre escritor alcohólico de media edad que se odiaba a sí mismo. El dipsómano Wade no es capaz de terminar su novela y se encuentra perdido, pero su mujer, la sorprendente rubia Eileen, proporciona datos esenciales sobre el doctor que cuida de su marido. Marlowe se sirve de ellos para emprender un arduo trabajo destinado a revelar el secreto que se esconde tras la vida de tan oscuros personajes.

La similitud entre Raymond Chandler y el autodestructivo Roger Wade no es el único punto de encuentro entre el autor y los protagonistas de El largo adiós. Al igual que Terry Lennox, Chandler fue un ex soldado con cicatrices de la Primera Guerra Mundial cuyos días de juventud en Dabneuy Oil estuvieron llenos de cochazos y asuntos ilícitos. Con Philip Marlowe comparte Chandler la fe en ideales de otro tiempo: el carácter, fidelidad y respeto por la creación.

El argumento está lleno de giros. Chandler desarrolla muchos hilos narrativos diferentes y aparentemente inconexos y logra unirlos al final con tanta limpieza que el lector no puede evitar quedarse atónito ante el modo en que se ha llegado al desenlace final.

El largo adiós es una de las obras emblemáticas de su género. Una novela que demostró por primera vez que este tipo de ficción podía servir como vehículo de crítica social. En realidad, la novela transciende la simple ficción y se convierte en un profundo lamento sobre la oscuridad de la condición humana.

Marlowe es el único personaje de la novela interesado de verdad en encontrar la verdad sobre lo que le ocurrió a su amigo. La policía, los representantes oficiales de la ley, están presentados como estúpidos rufianes. En el mundo cínico y corrupto de Chandler, la ley es algo maleable. Todos actúan de acuerdo con sus propios intereses: dinero, silencio, sexo. Chandler es también el único que muestra una pizca de conciencia, algo tan inquietante como las cicatrices fantasmas en el rostro de Terry Lennox.

Gran parte de culpa de esta perfección narrativa la tiene la espléndida escritura de Chandler, que tan notable influencia ha ejercido en la novela posterior. Su escritura fresca y sus ágiles diálogos ayudan a construir una prosa directa. Chandler es también un maestro en la descripción de lugares y ambientes. Además, sus personajes son seres vivos, con sus vestidos, que Marlowe se extiende en describir, sus gestos y su modo peculiar de hablar.

A.G.

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