El día de la langosta (1939)
Nathanael West
Tod Hackett, graduado en Bellas
Artes por Yale, ha sido contratado para trabajar como diseñador de vestuario y
escenarios en Hollywood. Después de tres meses en su nuevo trabajo, aún se
maravilla de la gente y la arquitectura de la ciudad, que en realidad no son
sino mascarada y artificio. A Tod le interesan más, no obstante, los emigrantes
de condición baja del Medio-Oeste que se arremolinan entorno a la ciudad y
observan este mundo de farsa. Tod, que ha etiquetado a esta gente como aquellos
que “han venido a California a morir”, se cree un auténtico artista y, como
tal, decide pintarlos en su prometedora
obra maestra, una escena apocalíptica que titula “Los Ángeles en llamas”.
En el poco tiempo que lleva en
la ciudad, Tod ha trabado amistad con una colección variopinta de personajes,
de parias que fueron a Hollywood en busca de un sueño. Entre ellos se
encuentran Abe Kusich, un beligerante corredor de apuestas, Harry Greener, un
antiguo payaso de vodevil, y su hija Faye, una joven actriz en ciernes de la
que Tod se enamora. Faye sabe de los sentimientos de Tod pero se niega a corresponderle.
Afirma que no pueden ser otra cosa sino amigos, puesto que Tod no tiene dinero
y no es “particularmente guapo”. Tod mantiene, sin embargo, sus esperanzas una
vez que el padre de Faye enferma y él va a verlo a su casa por las noches.
Harry enfermó en la casa de
Homer Simpson, un solitario hombre de negocios explotado por Faye. No hay certeza de que Matt Groening
lo tuviera en mente cuando creó Los
Simpson, si bien hay algunas similitudes entre la novela de West y la serie
de televisión: ambos Homer Simpson son seres simples y buenos, y comparten la
extraña cualidad de estar siempre fuera de su elemento. Además, tanto la novela
como la serie de dibujos animados resultan divertidamente sardónicas e
incisivas.
Homer acaba de trasladarse a
Los Ángeles desde Iowa por prescripción médica después de haber sufrido un
episodio grave de neumonía. No trabaja y vive del dinero que ha ahorrado. Trata
de olvidar los recuerdos de su primero y único encuentro casi-sexual, que ocurrió en el hotel de Iowa donde había trabajado
de contable. Homer comienza a cortejar a Faye, mientras Tod, con la sensación
de que Homer puede ser el tipo de gente que quiere pintar en “Los Ángeles en
llamas”, se hace amigo de él. Homer y Tod no sólo son admiradores de Faye, sino
que Tod acompaña a Faye en una acampada en las montañas donde viven su ex novio
Earle Shoop y su compañero Miguel. Los tres hombres desean a Faye, que disfruta
de la situación.
Tiempo después muere el padre
de Faye y ésta se va a vivir con Homer, en una especie de “acuerdo de
negocios”. Homer le proporciona a Faye comida y alojamiento, y se compromete a
comprarle ropas elegantes que le permitan tener más oportunidades en su carrera
artística. La trama se complica. Ahora bien, tendréis que leer el libro si
queréis saber el final de la historia.
El día de la langosta es una obra visionaria. West, en su infinito sarcasmo, predice la perversidad y lo grotesco de nuestro mundo. También supuso un desafío radical a la literatura modernista. Los modernistas se oponían a la cultura de masas, mientras West no sólo la muestra, sino que la convierte en una parte esencial de la novela. West critica el mundo de Hollywood y la mentalidad de las masas; el sueño americano convertido en una pesadilla.
Nathanael West es un excelente analista de la
vida norteamericana del siglo XX, un logro cuya génesis se encuentra en los
cinco años que pasó observando Hollywood. West fue a Hollywood en 1933 como
guionista, y pasó allí la mayor parte del resto de su vida. Vivió en una casa de
apartamentos similar a la que describe en la novela. Hollywood se estaba
convirtiendo en la “fábrica de sueños” del país. Los alrededores de Los Ángeles
también eran atractivos, debido al clima de California y la presencia de
famosos.
West concibió su novela poco tiempo después de
llegar a Hollywood. Pero tras un largo periodo de preparación, no se puso a
trabajar en serio en ella hasta 1937, y la terminó en 1938. El título alude a
la plaga de langosta descrita en la Biblia.
El año 1939, cuando Europa
ardía en llamas y Estados Unidos aún se agarraba a la esperanza de no tener que
intervenir en la guerra, resultó ser un momento milagroso para la ficción engendrada
en Los Ángeles. Fue el año en que se publicaron El sueño eterno, de Raymond Chandler, Pregúntale al polvo, de John Fante, y El día de la langosta. Tres novelas que destilan de un modo
peculiar –y muy distinto la una de las otras–, la ciudad de la que escriben, y
que han seguido dictando el modo en que aún se percibe a Los Ángeles.
El día de la langosta es el que muestra menos
compasión de los tres. Refleja en toda su crudeza el odio, la desilusión y la
violencia que bulle bajo la superficie brillante y acogedora de la ciudad. La
idea de Los Ángeles como un lugar apocalíptico ya aparece en obras anteriores
de esa misma década, si bien es West quien la cristaliza.
Nathanael West murió en un accidente de coche en 1940,
a la edad de treinta y siete años, cuando volvía de un viaje a México. La
legenda afirma que conducía a toda velocidad para llegar a tiempo al funeral de
Francis Scott Fitzgerald.
Aunque no muy apreciado en vida, las novelas de West
comenzaron a ser reconocidas en los años 50. Hoy en día su obra se tiene en
gran estima y se le considera como uno de los autores que han configurado el canon
literario norteamericano.
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