La verdadera
historia de la banda de Kelly (2000)
Peter Carey
En su séptima
novela, Peter Carey emplea de nuevo un tema histórico. Pero no uno cualquiera,
sino la vida de uno de los mitos más perdurables de la Australia colonial: Ned
Kelly (1855-1880), un proscrito legendario. Ladrón de ganado y de bancos, Kelly
fue un famosísimo ladrón (de ganado, de bancos o de lo que fuera) que gustaba
de dar el dinero a los pobres; una especie de Robin Hood australiano que jamás
hizo daño ni a mujeres ni a niños, que se hizo construir una armadura con un
cubo en la cabeza, que mató a infinidad de policías y se convirtió en un héroe
del pueblo cuya violencia ha sido santificada, y que acabó colgado a la temprana
edad de veinticinco años en la cárcel de Melbourne en 1880.
La violencia
de Ned no es justificada, si bien se presenta como el resultado inevitable y
trágico de la persecución policial de los pobres colonos irlandeses. El relato
del primero asesinato que comete Ned, en Stringybark Creek, es devastador. Como
consecuencia de éste, la madre es encarcelada tres años y los hermanos se ven
obligados a huir.
El lector,
especialmente aquel familiarizado con la vida y obra del personaje, podría
esperar una mera transcripción de su vida. Partiendo de la idea de que su
historia es bien conocida, urge preguntarnos qué esperaban los lectores de La verdadera historia de la banda de Kelly.
Es de suponer que nadie se dejaría engañar por las citas de unas supuestas
fuentes de archivo, ni con la atroz puntuación de una narración que, por lo
demás, no tardamos en encontrar perfectamente adecuada.
Carey podría
haber optado por contar la historia de un modo tangencial. Pero lejos de buscar
un subterfugio mediante el cual abordar un asunto de dominio público, narra la
historia de Ned Kelly de forma cronológica, en primera persona y guardando
estricta fidelidad a los hechos narrados: desde el arresto de su padre por
robar a un novillo en 1865, pasando por sus años de aprendizaje hasta conocer a
Harry Power –el bandolero que habrá de convertirse en una mala influencia para Ned, quien acaba comprendiendo
que en realidad no tiene nada que temer de él–, hasta la terrible escena del hotel Glenrowan en 1880, cuando la banda de
Kelly planea hacer descarrilar un tren lleno de policías y cuando Ned con su
armadura inhumana avanza hacia la lluvia de balas mientras hace golpear su
revólver sobre su coraza hasta ser alcanzado por los disparos en las piernas.
Tres son los
trucos de invención que utiliza Carey para convertir lo que podría no pasar de
ser una simple biografía en una novela sensu
stricto. El primero es la idea de que Kelly ha escrito durante los dos
últimos años de su vida un relato de sí mismo para su hija y que este relato ha
sido preservado en trece paquetes independientes de manuscritos del puño y
letra de Kelly, todos los cuales conforman juntos la novela. A parte de unas
escuetas notas editoriales y unos resúmenes al comienzo de cada sección, la
historia es toda ella de Ned. Un material bueno y divertido, lleno de traición,
asaltos a bancos y asesinatos. El segundo de los trucos es su relación con Mary
Hearn, que le da una hija. Y el tercero es la voz que Carey le da a Ned, que es
precisamente donde, a mi juicio, reside el verdadero encanto de la novela, lo
que la convierte en una obra literaria hermosa y emocionante.
El lenguaje
que emplea Ned es convincente y no deja de sorprendernos. Es simple y directo,
coloquial y lleno de humor e incluso poesía. Se introduce en la mente del
lector con la inmediatez de la expresión oral; en ciertos momentos parece que
estuviéramos escuchando la voz del mismísimo Ned Kelly contándonos la
desgarradora historia de su vida. Su voz es profundamente honesta y franca. La
transparencia de su lenguaje nos lleva directamente al corazón de un personaje
que es visto por los australianos como un gran héroe. Carey demanda del lector
que confíe en el narrador de la historia tanto como en la historia misma. Carey
está interesado en la imagen e identidad de los compatriotas, desde los
primeros colonos que luchaban por comprender lo extraño y precario de sus vidas
y del mundo que habitan, a la desilusión y el vacío del hombre urbano
contemporáneo, separado de los vastos espacios –lugares repletos de leyendas– que
se extienden alrededor.
El éxito de
Carey radica, por tanto, en el hecho incuestionable de haber tomado como punto
de partida la biografía del personaje escrita por Ian Jones en 1995 y
proporciona a Ned Kelly de una voz que lo convierte en un ser dolorosamente
real que mantiene, no obstante, su identidad de héroe. Carey dota a su novela
del poder emocionante de una historia individual; no es sino el mito hecho
real.
Ned Kelly en 1880 |
A través de
los ojos de Ned Kelly, la novela examina una época singularmente incivilizada
de la historia australiana –el final del siglo XIX–, una época en la que los
emigrantes irlandeses sufrieron a manos de la clase británica dirigente. Nacido
en el seno de una pobre familia irlandesa del noreste de Victoria, Ned sufre la
mentira y manipulación de los adultos en su vida, incluyendo a su madre, Ellen,
que es acosada por diversos pretendientes después de la muerte del padre de
Ned. Demasiado avariciosa mas poco leal, Ellen se mantiene en el centro de los
afectos de su hijo incluso después de haberlo vendido a la edad de quince años
al bandido Harry Power. Como aprendiz suyo, un Ned de buen corazón se ve
obligado a llevar una vida criminal, consecuencia de lo cual no tarda en dar
con sus huesos en la cárcel, en lo que no es sino la primera de sus numerosas
estancias entre rejas. Ned es privado del derecho a defenderse una vez detrás
de otra y victimizado por un sistema legal que parece carecer de un elemento
importante: la justicia. Unos años más tarde, cuando es acusado de asesinato,
Ned se ve obligado a huir con sus hermano pequeño, Dan, y una banda de aliados.
Durante casi dos años, eluden la justicia, robando bancos y empleando parte del
dinero para ayudar a los empobrecidos habitantes del distrito.
La novela plantea una pregunta nada banal: ¿quien tiene derecho a escribir la historia? En un país donde la verdad y la justicia son conceptos peligrosamente subjetivos, ¿puede lo que es verdadero y justo ser alguna vez definido de forma satisfactoria? Ned Kelly, tal como aparece retratado en esta gran novela, se perdió en los márgenes de estas ideas, pues murió intentando abrirse camino a través de ellas.
A.G.
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