Ve y pon un centinela (2015)
Harper Lee
Harper Lee
Escrito antes de Matar a un
ruiseñor, la novela recién publicada por Harper Lee cuenta la historia de
una Scout adulta que regresa desde Nueva York a Maycomb, al Sur profundo, donde se encuentra frente
a frente con las actitudes racistas de su padre, Atticus Finch, al que asocia con el Ku Klux
Klan, con su amigo de infancia Herny Clinton, y con el vívido recuerdo de Jem,
su hermano muerto. La
experiencia vital de Harper Lee fue muy parecida a la de Scout, pues ella nació
también en Alabama, pero se trasladó siendo aún joven a Nueva York, donde
comenzó a escribir.
Utilizando como telón de fondo uno de los cambios más monumentales de
la sociedad norteamericana, vemos crecientes tensiones por los derechos humanos
y el final de la segregación, si bien son patentes más divisiones, pues la
novela expone en primer plano los prejuicios entre razas, el conflicto entre el
Norte y el Sur y entre diferentes generaciones. A medida que Jean Louise logra
adaptarse a una sociedad que cambia a gran velocidad, su percepción de sus
vecinos, amigos y familiares queda alterada para siempre. Debe aprender a
adaptarse a sus nuevos descubrimientos y tratar con sus desilusiones. No en
vano, Ve y pon un centinela (su título
está tomado de la Biblia (Isaías 21,6)) es además de todo esto un novela acerca
del crecimiento, del alcance de la madurez.
Además, constituye un análisis sorprendente y certero de la historia
de los Estados Unidos, pues plantea asuntos que aún hoy siguen siendo
candentes. La comparación entre cómo era antes la sociedad y cómo es ahora
despierta un doble sentimiento, pues percibimos por una parte cuánto ha
cambiado la sociedad norteamericana en ciertos aspectos, mientras en otros el
cambio parece haber sido insignificante.
Resulta inevitable comparar Ve y
pon un centinela con Matar a un
ruiseñor. No hay duda alguna de que la primera carece del ingenio, del
impacto o del brillo de la segunda. En este sentido, no me parece de justicia
emprender la tarea de comparar de forma exhaustiva ambas novelas. No hay que olvidar
que Harper Lee nunca tuvo la intención de publicar Ve y pon un centinela, y puesto que fue escrita antes que Matar a un ruiseñor, resulta ridículo
leerla como una secuela de la anterior. Creo que no podemos alterar nuestra
opinión, ni cambiar nuestros sentimientos sobre la ingente figura de Atticus
Finch, un auténtico héroe –más que literario– para para tantos, entre los que
encuentro. En Ve y pon un centinela,
Atticus ha envejecido y ya no es la referencia moral que solía ser. A pesar de
sus leves tintes de racismo, me parecería injusto cambiar nuestra percepción
sobre él. Quizá debiéramos interpretar el personaje de Atticus en Matar a un ruiseñor como un producto de
la evolución de un personaje preexistente, que ha llegado a convertirse, como hemos
afirmado, en un referente moral sin fisuras y absolutamente convincente.
Con todo, se me antoja inevitable exponer, siquiera
brevemente, algunas diferencias entre Ve
y pon un centinela y Matar a un
ruiseñor, pues éstas son sorprendentes. Mientras la primera muestra a
Atticus Finch como un pueblerino sureño que está siempre de mal humor, en la
segunda el personaje se convierte en el Atticus que el mundo conoce y ama, en
el símbolo sagrado de la decencia y la justicia. Sin embargo, es la liberación de
su hija, Scout, lo que realmente sorprende. Mientras en la primera novela, la
voz en tercera persona resulta convencional y poco participativa, en la segunda
se escucha a una Scout de seis años recordando unos días de infancia que la
cambiarán para siempre. Esta destreza narrativa propone una perspectiva adulta,
a la vez que cuenta la historia de Scout en la voz de una niña. Además de éstas,
encontramos otras mejoras notables en la comparación de ambas novelas. Mientras
en Ve y pon un centinela, la descripción
del Sur profundo resulta burda, partidista e incluso tosca, en Matar a un ruiseñor, la visión de la
sesgada sociedad blanca es reproducida con compasión. En definitiva, mientras Matar a un ruiseñor concluye con la
esperanza de que la gente es buena de verdad, Ve y pon un centinela concluye con resignación que la gente a veces
no puede cambiar. Jean Louise se da cuenta de que no puede dar por perdido a su
padre, con sus cosas buenas y sus cosas malas, sólo por su perspectiva del
mundo o porque sea una figura del pasado que se esté esfumando lentamente. Sólo
esforzándose por verlo con los ojos de un adulto puede permitir a Scout
comprender su verdadero significado.
Harper Lee refleja en el personaje de Scout la idea de la pérdida del
idealismo de la juventud y la desilusión que experimenta el ser humano a medida
que va creciendo. En este sentido, observamos también la advertencia que nos
lanza la autora acerca de los peligros de idealizar a la gente hasta el extremo
de convertirlos en ídolos.
Harper Lee nos recuerda que no podemos ser ajenos a un hecho
irrefutable: a medida que crecemos como individuos, también evoluciona la
sociedad. Así pues, debemos de poner nuestro empeños en congeniar estas dos
circunstancias, ambas de una importancia vital y que, sucedidas de forma
simultánea, provocan un conflicto en nosotros y perfilan nuestra personalidad a
través de desilusiones, descubrimientos y nuevas experiencias. Tal como le
recuerda a Scout su tío Jack, el nacimiento del ser humano es algo de lo más desagradable.
Es desordenado y extremadamente doloroso, además de ser arriesgado y siempre
sangriento. Es, por tanto, como la propia civilización.
Esta afirmación capta perfectamente el espíritu de una época de
agitación política y tensiones civiles. Lee utiliza Maycomb como un microcosmos
de la sociedad norteamericana y a través de los ojos de Scout observamos las
reacciones de las diferentes comunidades y cómo las políticas implementadas
para unir a las personas comienzan a separarlas.
Jean Louise ha permanecido fiel a sus ideales y se erige como un
símbolo del feminismo y un contraste refrescante del estereotipo de la mujer
sureña, definida a la perfección por la tía Alexandra. Scout no tiene más
remedio que aceptar Maycomb tal como es. No puede ni vencer a sus vecinos ni
unirse a ellos. Incapaz de cambiar las ideas de la gente, y renuente a cambiar
las suyas propias, Scout opta por ver los puntos buenos de esa gente con la que
no congenia, en lugar de fijarse tan sólo en sus defectos.
Aunque Ve y pon un centinela
no alcanza el altísimo nivel literario de Matar
a un ruiseñor, es una obra que pone en marcha nuestro cerebro y nos impele
a cuestionar muchas de las decisiones tomadas en el mundo de hoy, que quizá de
manera demasiado sumisa juzgamos adecuadas.
Debemos, pues, leer Ve y pon un
centinela con una mente abierta, pues se trata de una historia hermosa en la que se exponen ideologías y opiniones de gran calado.
A.G.
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