Grotesco (2003)
Natsuo Kirino
La
hermosa Yuriko Hirata y su impopular hermana existen en diferentes esferas de
la vida del prestigioso Instituto Q para chicas de Tokio. Mientras tanto, la
extraña Kazue Sato parece flotar entre ambas, tratando de buscar su sitio. Años
más tarde Yuriko y Kazue, que se habían convertido en prostitutas, aparecen
brutalmente asesinadas. Natsuo Kirino entreteje las historias de estas tres
mujeres, su lucha dentro de las convenciones y restricciones de la sociedad
japonesa, mediante una amalgama de confesiones en primera persona, documentación
de terceras partes, entradas de diarios y cartas.
Yuriko
comenzó a vender su cuerpo mientras aún estaba en el instituto, tras haber
descubierto que está dotada de un algo que atrae a los hombres mayores. Está
convencida de que nació destinada a convertirse en una prostituta, una criatura
de carme destinada tan sólo a existir en el contexto de la sexualidad del
hombre.
Kazue
es lo opuesto a ella: una chica diligente, simple e impopular, que tras
graduarse en una universidad de élite, se convierte en la empleada de una
prestigiosa compañía de día y prostituta de noche. Esta convencida de que en
una cultura como la japonesa, dominada por el hombre, el sexo es el único modo
en que una mujer puede llegar a controlar el mundo.
Los
destinos de estas dos mujeres aparecen desde el comienzo de la novela
conectados con una tercera figura a la que ni siquiera se le da un nombre. Se
trata de la hermana mayor de Yuriko, que también conoce a Kazue, pues fueron
compañeras de clase.
Es
ella a quien encarga Kirino la narración de la historia, si bien ésta lo hace
de un modo poco fiable y manipulador. De hecho, sabotea la historia al revelar
la identidad del asesino en los primeros capítulos y demuestra poca simpatía
por ninguno de los protagonistas, excepto por ella misma. Resulta ser
repugnantemente superficial y maliciosa y, por ello, no duda en desacreditar
cualquier otro documento que hayan redactado otros personajes. También
desestima la declaración del asesino, que califica como un trabajo ridículamente
largo y tedioso. La narradora –indignante, anárquica y nada atractiva- es una
extraordinaria réplica a la rigidez de su sociedad. Su fuerte postura se opone
al rol sumiso que tradicionalmente se espera asuma la mujer japonesa, tanto en la
educación o los negocios, como en su papel de esposas e hijas.
La
belleza de Yuriko proviene en parte de una compleja ecuación genética. Su padre
es suizo con ancestros polacos y su madre japonesa. La hermana mayor tiene una
mala relación con sus padres. Con todo, su padre consigue a duras penas que la
acepten en el Instituto Q para chicas, un centro educativo de élite, y ella
opta por permanecer en Japón con su abuelo cuando el resto de la familia
regresa a Suiza después de la bancarrota del negocio familiar de importación de
chocolate.
La
narradora se queda a vivir con su abuelo en una mísera vivienda subsidiada por
el estado. Odia todo, dentro y fuera del colegio, con una intensidad que pasa
de la brillantez al hastío. Desprecia a su madre, a su padre, al sexo opuesto y
al modo en que los hombres y mujeres interactúan. Pero más que nada en el
mundo, odia a su hermana, cuya existencia misma considera una lacra para la
suya propia. Siente unos celos terribles por ella y la tacha de ser “diabólicamente
hermosa”. Tal es su resentimiento con todos los que la rodean que incluso
recibe de buen grado la noticia del suicidio de su madre y la muerte de su
hermana. Con todo, la hermana de Yuriko se ve a sí misma como la única cosa
decente en un mundo corrupto.
Llega
el día en que Yuriko regresa a Tokio y es admitida en el Instituto Q, donde se
hace inmensamente popular. Su aceptación en ese espacio tan cerrado hace que se
desvanezca de inmediato la identidad de su hermana, cuyo papel queda reducido
al de simple hermana de Yuriko, al de una sombra suya.
El
hijo del profesor de biología, a pesar de ser homosexual, no es inmune a la
belleza de Yuriko y no tarda en encargarse de concertarle citas. Es a partir de
aquí donde comienza la carrera como prostituta de Yuriko.
A
la muerte de Yuriko, su hermana tiene noticias de que ésta tuvo un hijo, Yurio,
con su especie de padre adoptivo. Esta circunstancia le ofrece a la narradora
la oportunidad de criar al chico ella misma, de convertirlo en suyo. Esto supondría
una victoria sobre la biología y la sociedad, a las que la narradora cree
conspirando en su contra.
Kirino
descompone el esquema de la novela de detectives tradicional, cercenando el
suspense, glamour, misterio y horror para presentarnos una narración desconcertante
que no cumple con las expectativas convencionales. La parte criminal está
bastante clara. Sin embargo, la familia de una de las víctimas no parece
preocuparse mucho al respecto; la figura del detective apenas aparece; uno de
los asesinatos se queda sin resolver, y el asesino de la otra mujer confiesa en
seguida y abiertamente haber cometido el crimen, ofreciendo, a cambio, un
relato conmovedor de su paupérrima infancia en China, que por un momento
despierta más simpatías en el lector que las propias víctimas. El asesino de
Yuriko, Zhang, es un obrero chino que emerge de una sociedad rural de crueldad
indiscriminada y ha visto a su hermana morir en un desesperado intento de
llegar a Japón. Sabemos que es culpable del asesinato de Yuriko, pero
desconocemos si también mató a Kazue. Él insiste en su inocencia.
Grotesco es una novela ambiciosa, pues Natsuo Kirino
mantiene sus ojos abiertos ante todo cuanto llame su atención. Nos encontramos
ante una obra rica y compleja que reflexiona sobre la propia ambición, el deseo,
la belleza, la crueldad y la identidad. Una lectura conmovedora que parece
erigirse, no tanto como una novela criminal como un estudio de personajes
brillante y subversivo. Si bien su pulso narrativo no es tan vibrante con el de
Out, que ya comentamos en este blog,
exhibe un retrato aún más crudo y descarnado de las bajas pasiones humanas. Una
lectura muy recomendable.
A.G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario