William Shakespeare (1564-1616)
A
horse, a horse! My kingdom for a horse!
(Ricardo
III)
Hace
hoy cuatrocientos años moría en la pequeña villa de Stratford-upon-Avon,
William Shakespeare, el mejor escritor en lengua inglesa de todos los tiempos,
y una de los autores más notables de la literatura mundial. Su ingente
figura ha dejado una impronta imperecedera tanto en el idioma inglés como en la
literatura universal.
En la época en que Shakespeare compuso sus obras, la gramática y las reglas del inglés no estaban aún estandarizadas. La enorme popularidad de las obras teatrales de Shakespeare a finales del siglo XVII y el siglo XVIII contribuyó a la estandarización de la lengua inglesa, hasta el punto de que muchas de las palabras creadas por Shakespeare (en torno a 1.700), junto con decenas de expresiones, acabaron introduciéndose en el idioma inglés. Shakespeare inventó palabras de uso habitual mediante la transformación de sustantivos en verbos o verbos en adjetivos, la asociación de palabras, adición de sufijos y, por supuesto, inventando palabras totalmente originales. Términos como addiction, bedroom, birthplace, excitement, fashionable, luggage, negotiate, secure, undress o worthy pertenecen a esta lista. Tan ingente cantidad de nuevas palabras enriquecieron el idioma. Lo hicieron más colorido y expresivo; más digno. Convirtió el inglés en un medio práctico de llegar al público.
La contribución de Shakespeare en los ámbitos de la cultura y la literatura es también enorme. Sus obras, principalmente las teatrales, han ayudado a comprender el significado de la literatura. En ellas encontramos muchos de los arquetipos presentes en la literatura posterior, y aún perceptibles en nuestros días. Shakespeare también nos dio el Globe Theater, uno de los principales teatros de su época. Muchas de sus obras siguen representándose hoy en día y son ampliamente conocidas en todo el mundo. También es el escritor más citado en la historia de la literatura de lengua inglesa, sólo por detrás de los textos bíblicos a nivel mundial. Además, no podemos obviar su influencia en tantos y tantos escritores a lo largo de cuatro siglos.
Sin
desdeñar su obra poética, compuesta por más de 150 sonetos, creo que merecen
nuestra admiración su maravillosa obra teatral, integrada por un ramillete
delicioso de los mejores dramas de la lengua inglesa. Tradicionalmente, y tal
como aparece categorizado en el póstumo First Folio (1623), que
contiene 36 obras teatrales de Shakespeare, sus dramas están divididas en tres
tipos: comedias, tragedias e historias.
Sus comedias,
cuyas características no se corresponden necesariamente con el concepto actual,
tienen un final feliz y concluyen habitualmente en matrimonio. Algunas de sus
características más significativas son la lucha de los jóvenes amantes para
superar los problemas, a menudo generados por la interferencia de sus mayores;
identidades equivocadas; tensiones familiares habitualmente resueltas;
complejas tramas interrelacionadas y el uso habitual de juegos de palabras y
otros recursos típicos de la comedia. Personalmente he de manifestar mi
predilección por El Mercader de Venecia y El sueño de una noche
de verano, que he tenido la suerte de ver representadas en las tablas de un
teatro, y por la maravillosa escritura creativa de Mucho ruido y pocas
nueces, donde se entrelazan una historia de amor mitológico con otra de amor moderno
inventado, dando como resultado una obra divertidísima con un final
sorprendente. La fierecilla domada, La comedia de los errores o Las
alegres comadres de Windsor son otras de sus mejores comedias. Si he de
destacar un personaje inmortal no dudaría en elegir al judío Shylock, un
retrato despiadado del usurero judío.
Entre
las tragedias se encuentran, a mi juicio, las mejores obras de
Shakespeare. Sus argumentos dramáticos, que pueden incluir escenas cómicas,
suelen presentar la muerte de personajes principales. En la mayor de parte de
ellas encontramos también personajes aislados o una cierta desintegración
social; una sensación de que los acontecimientos resultan inevitables o
ineludibles, y una figura central, habitualmente noble, con una cierta
debilidad en su personalidad que lo lleva a su propia perdición. Considero que
obras como Macbeth, Hamlet, Romeo y Julieta, Otelo o El
Rey Lear se encuentran entre las más grandes tragedias de la literatura
universal. Sus personajes son inmortales: las “hermanas fatídicas” y la malvada
lady Macbeth, el atormentado príncipe de Dinamarca que busca venganza por el
asesinato de su padre, el moro de Venecia, los desdichados amantes de Verona, o
Regania y Gonerilda, las hijas malvadas del anciano rey. Por no mencionar a
personajes históricos, espléndidamente retratados como personas de carne y
hueso: Julio César y los amantes Antonio y Cleopatra, personajes de obras que
también han sido clasificados como historias.
Las historias se
centran en monarcas ingleses y muestran los peligros de la guerra civil, a la
vez que glorifican los ancestros tudores de la reina Isabel. Los retratos de Ricardo
III (enemigo de los Tudor) y Enrique V (uno de los grandes reyes
de esta dinastía) han contribuido a crear una percepción de estos reyes que ha
llegado hasta nuestros días.
Las
obras de Shakespeare han sido llevadas profusamente al cine hasta llegar a
superar el número de 250 cintas. Cineastas de la categoría de George Cukor,
Orson Welles, Lawrence Olivier, Joseph Mankiewickz, Roman Polanski o Kenneth
Branagh no han podido sustraerse al encanto del bardo inglés y han adaptado sus
obras. Hamlet es, con diferencia, la obra adaptada con más frecuencia
a la gran pantalla, y son muchos los dramas que han sido adaptados con éxito al
cine. Pero si tuviera que recomendar una película, elegiría la deliciosa Shakespeare
in Love (John Madden, 1998), un relato ficticio en su mayor parte que nos
presenta a un joven e impetuoso Shakespeare y nos retrata a la perfección el
teatro isabelino y las relaciones entre autores, empresarios y dramaturgos; las
relaciones amorosas; el caótico Londres de finales del siglo XVI y, por
supuesto, la preciosa historia de amor entre Romeo y Julieta.
William
Shakespeare creó una época nueva en la literatura mundial, pues expresó con el
mayor realismo las ideas renacentistas, esto es, la ideología del Humanismo.
Shakespeare demuestra en sus obras su fe en el hombre. Por todo ello, hoy
más que nunca quiero recordar al gran William Shakespeare. Poeta, dramaturgo y
conocedor del ser humano, además de fuente inagotable de inspiración para
millones de lectores.
A.G.
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