La ignorancia
(2000)
Milan Kundera
Irena
es una emigrante checa que abandonó su país en los años 70 para establecerse en
París con su marido. Después de haber pasado veinte años fuera de su país, Irena
cede a la presión de sus amigos franceses y decide regresar a la Praga
postcomunista. Embarcada en el “gran regreso”, el viaje romántico a casa, se
debate entre el despertar de la nostalgia y el temor por encontrarse de vuelta
en su tierra nativa, el sueño de todo emigrante.
En el aeropuerto,
de vuelta a casa, Irena se encuentra con Josef, un veterinario con el que había
tenido un breve encuentro en Praga veinte años antes. Josef está viudo y vive
en Dinamarca, y también hace su primer viaje de vuelta. En su exilio, Josef ha
experimentado su propia dificultad para reconciliar el pasado en su mente con
el tiempo presente.
Aunque
le vida resultó ser difícil después de la muerte de su marido, Irena consiguió
salir adelante y se siente fuerte e independiente por ello. Josef dejó
Checoslovaquia y encontró el amor y la felicidad en Dinamarca. Al encontrarse
por casualidad, a la deriva en su propia patria, culturalmente desconectados de
sus antiguos colegas y sonándole el idioma extraño a los oídos, Irena y Josef encuentran
solaz el uno en el otro. Continúan un antiguo romance que ninguno de los
dos recuerda bien.
De vuelta en Praga, Irena se da cuenta de cómo la
gente la identifica como la emigrante que se marchó en lugar de permanecer leal
a su país. Sus amigos no quieren saber nada de su vida fuera del país. Tras veinte años de aislamiento político y ausencia
emocional, nadie cuenta con ella en sus vidas. A Josef, que regresa para visitar a
su familia, le ocurre lo mismo. Si Irena redescubre que se había marchado en parte para escapar
de su madre autoritaria, Josef, por su parte, revela también que su emigración
se debió a una necesidad de escapar.
La
alienación de Irene y Josef une inexorablemente a los dos personajes. Al
probarse un vestido, Irene se ve momentáneamente apresada en la vida que podría
haber llevado de haberse quedado, mientras, para Josef, ver su viejo reloj en
la muñeca de su hermano le lleva a una extraña sensación de malestar. Tiene la
impresión de haber regresado al mundo tal como lo haría un cadáver que sale de
su tumba veinte años después de haber muerto. Incluso su lengua materna le
parece un idioma desconocido que solía entender tan bien. Sus memorias no están
sincronizadas con las de los que ha dejado atrás. A Irene le sorprende la
indiferencia que demuestran sus amigos respecto a la odisea de veinte años que
la separa de ellos, pero que se ha convertido en su identidad. Como Ulises, se
da cuenta de que su vida y la esencia de ésta, residen fuera de Ítaca.
La
novela también revela como la selectividad de la memoria, sea cual sea el
desplazamiento geográfico, puede crear rupturas tanto con nuestro anterior ser
como con personas con las que se comparte un pasado. Josef, por ejemplo, apenas
recuerda la ruptura con su novia de la adolescencia, pero la novela sí que
revela el trauma de Irena, que la llevó a un intento de suicidio chapucero tras
el cual su belleza quedó dañada por una oreja amputada. Irene también recuerda
perfectamente su primer encuentro con Josef, mientras él no recuerda nada, ni
siquiera su nombre.
La ignorancia explora, como otras novelas anteriores
de su autor, el tema de la nostalgia, entremezclado con los de la memoria y el
olvido. La novela reflexiona sobre lo que la gente cree que debería sentir en
un momento dado y en cómo las decisiones que tomamos en la “edad de la
ignorancia” (al final de nuestra adolescencia y el comienzo de los veinte años)
afectan a nuestras vidas. También están muy presentes en la novela los temas
del hogar, la patria y la historia del viaje de Ulises en la Odisea y su paralelismo con el “gran
regreso” a casa de cada uno de los personajes. En este sentido, Kundera profundiza
en el shock cultural que supone tratar de regresar a la patria después de una
ausencia de años.
Estilísticamente
similar a sus novelas anteriores, La
ignorancia es mucho más corta y está menos desarrollada que algunas de sus
obras maestras, entre las que sigo quedándome, por supuesto, con La broma y La insoportable levedad del ser.
A.G.
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