La edad de la inocencia (1920)
Edith Wharton
Newland Archer es un distinguido
abogado que desea casarse con la tímida y encantadora May Welland, con quien se
ha comprometido recientemente. Pero todo su mundo se trastoca cuando conoce a
la condesa Ellen Olenska, la prima de May. Recién regresada de Europa después
de haberse separado de su marido, un mujeriego conde polaco, la condesa Olenska
conmociona la rígida aristocracia neoyorkina con sus ropas provocativas, moral
relajada y rumores de adulterio. Puesto que la familia de la condesa, encabezada
por la poderosa sra. Manson Mingott, ha decidido volver a presentarla en la
buena sociedad, Archer y May se ven obligados a trabar amistad con ella.
A medida que Archer va conociendo
a la condesa, crece su fascinación por su poco convencional perspectiva de la
sociedad neoyorkina. A la vez, e inevitablemente, experimenta una creciente
desilusión por May, a quien comienza a ver como un mero producto elaborado de
su clase: educada e inocente, mas totalmente desprovista de un pensamiento
propio y de un sentido de identidad. Cuando la condesa anuncia su intención de
divorciarse de su marido, Archer no duda en apoyar su deseo de libertad, si
bien se siente obligado a persuadirla de que no lo haga. Es entonces cuando se
da cuenta de que está enamorado de Ellen Olenska y que ese sentimiento puede
arruinar su futuro matrimonio. Es por ello que se marcha en busca de May, a la
que presiona para acortar su compromiso. May sospecha y le pregunta a Archer si
su prisa por celebrar la ceremonia está motivada por el miedo a casarse con la
persona equivocada. Archer le asegura que está enamorado de ella, pero a su
regreso a Nueva York, le confiesa a Ellen que es a ella a quien quiere. Justo
entonces, Archer recibe un telegrama de May en el que le anuncia que sus padres
han adelantado la fecha de la boda. Puede que May sea tímida, pero es
consciente de la amenaza que supone la femme
fatale que encarna su hermosa y exótica prima y se muestra determinada a
casarse con su prometido. Con esa finalidad no duda en emplear todo el poder
que le brinda la sociedad neoyorkina para hacer que Archer vuelva al redil.
Después de su boda y luna de miel
en Europa, Archer y May se establecen en Nueva York. Tiempo después, durante
unas vacaciones, Archer vuelve a encontrarse con Ellen, quien le promete que no
regresará a Europa mientras ella y Archer no actúen de acuerdo al amor que uno
siente por el otro. De regreso a Nueva York, Archer se entera de que el conde
Olenski quiere que Ellen regrese junto a él y que ella se ha negado. De nuevo
reunidos en Nueva York, Ellen y Archer acuerdan consumar su aventura, pero de
repente Ellen comunica su intención de volver a Europa. May ofrece una fiesta
de despedida en honor a Ellen y una vez que los invitados se han marchado le
anuncia a Archer que está embarazada y que le dio la noticia a Ellen hace dos
semanas.
Transcurren entonces veinticinco
años sin que sepamos nada de las vidas de los personajes. Nos enteramos entonces
de que los Archer han sido padres de tres hijos y que May murió de neumonía. El
hijo de Archer convence a su padre de que viajen juntos a Francia. Allí
acuerdan visitar a la condesa Olenska en su apartamento de París… ¿Qué ocurre
allí? En fin, tendréis que leer el final si queréis saberlo.
Ambientada en la suntuosa “Edad
Dorada” de la década de 1870 en la ciudad de Nueva York, la novela es no sólo la
historia de tres personajes, sino de las convenciones del “viejo Nueva York” y
cómo las costumbres y tradiciones de la sociedad cambian y qué ocurre cuando el
nuevo mundo comienza a destruir el viejo. Es éste uno de los temas predilectos
de Edith Wharton, quien aborda en otras novelas el asunto de la cambiante
escena de la ciudad de Nueva York, las rarezas de sus élites amante de la moda
y las ambiciones de la “nueva gente” que, tal como ella lo veía, amenazaban su
cultura tradicional.
La novela presenta como tema
central la lucha entre el individuo y el grupo. Newland Archer ha sido educado
en un mundo donde los códigos morales y de comportamiento dictan las
actuaciones del individuo y, en algunos casos, incluso sus pensamientos. En
muchos momentos de la historia, se espera de Archer y Ellen Olenska que
sacrifiquen sus deseos y opiniones con el fin de no transgredir el orden
establecido. Un orden que habitualmente adquiere su forma más concreta en la
familia. Uno de los deberes principales del individuo es promover y proteger la
solidaridad de este grupo compacto de relaciones maritales y de sangre. En este
sentido, cuando Ellen desea reclamar su libertad divorciándose de su marido,
acaba desechándolo porque la familia teme que su divorcio suscite cotilleos
indeseados. Además, la decisión de Ellen y Archer de no consumar su amor está
basada principalmente en su miedo de herir a la familia. Esta obligación para
con la familia y la sociedad asegura que cada individuo haya de comportarse de
acuerdo con un código estricto de moralidad.
Directamente relacionado con este
asunto encontramos el del interés por guardar las apariencias, que rara vez se
corresponden con la realidad. La hipocresía campa a sus anchas en el “viejo”
Nueva York. Irónicamente, Larry Lefferts, que no duda en declararse como un
pilar de la rectitud moral, es también uno de los mayores mujeriegos de la
novela. Este profundo sentido de ironía conduce inevitablemente a cuestionarse
la elección del título de la novela por parte de su autora. ¿Hasta qué punto es
la era del “viejo” Nueva York una “edad de la inocencia”? Su descripción de la
hipocresía puede ciertamente llevarnos a cuestionar esta supuesta inocencia. No
obstante, como contrapunto a la deshonestidad de Larry Leffers, encontramos la
pureza de May Welland, un personaje educado para permanecer inocente, o al menos
fingir ignorancia frente a la corrupción que la rodea. Archer, por su parte,
resulta inocente si juzgamos su pasión y descontento, al creer que una aventura
amorosa con Ellen podría evitarle ser etiquetado por la sociedad como cualquier
otra cosa que un adúltero. En este sentido, parece plausible considerar que el
título de la novela no es del todo honesto ni del todo irónico.
Curiosamente, el jurado que le
concedió a La edad de la inocencia el
Premio Pulitzer de 1921 alabó la novela por su revelación de la atmósfera sana
de la vida americana y las normas más elevadas de las costumbres y masculinidad
americanas.
La tragedia de la infeliz unión
de Newland Archer guarda un inevitable paralelismo con el propio fracaso
marital de Edith Wharton. El agudo colapso nervioso de su marido precipitó el
divorcio de la pareja, lo cual le proporcionó a ella la libertad necesaria para
explorar su don de escritora de ficción.
Wharton retrata el “viejo” Nueva
York a través de los ojos de Newland Archer. Es por eso que sus propios
pensamientos están presentes en buena parte de esta crítica social. De hecho,
el lector ve a los otros dos personajes principales, May y Ellen, básicamente a
través de la óptica de Archer. Con todo, Wharton emplea también un narrador omnisciente
para describir mucho de los detalles del escenario en que transcurren los
acontecimientos, así como las historias personales y la apariencia física de
varios personajes.
La novela, que su autora escribió en honor a su gran amigo e insigne escritor, Henry James, ha tenido numerosas adaptaciones cinematográficas, televisivas y teatrales. Una de las más conocidas es la película homónima dirigida por Martin Scorsese en 1993, que protagonizaron Michelle Pfeiffer, Daniel Day-Lewis y Winona Ryder.
A.G.
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