Presentación

La pintura de la voz (palabras con que el filósofo y escritor francés François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, calificó el arte de la escritura) nace con la pretensión de ser un lugar de intercambio de opiniones sobre literatura.
Cuando el tiempo me lo permita, iré publicando noticias interesantes del mundo literario, comentarios de libros que he leído recientemente, de mis obras favoritas, etc
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jueves, 15 de agosto de 2013

Lecturas recientes: El hundimiento


El hundimiento (2005)
Joachim Fest

En noviembre de 1941 Adolf Hitler intuyó que la guerra estaba perdida. Ni siquiera la propaganda basurienta y demagógica de Goebbels, que deliraba con armas secretas inexistentes y la, a su juicio, inminente quiebra de la unión de los aliados, logró persuadir al Führer de su convencimiento. El hundimiento analiza, de forma espléndida y analítica, sin divagaciones ni ampulosidad, el tramo final de la caída del Tercer Reich. Su interés se centra en el relato de los meses que Hitler, venido desde su campamento en la Prusia Oriental, pasó en el búnker de Berlín que se había hecho construir, según el diseño de Albert Speer, a comienzos de los años cuarenta. Hitler había declarado que él jamás capitularía, e incluso a comienzos de 1945 aseguró: “Podemos hundirnos. Pero nos llevaremos un mundo con nosotros”.

Rodeado de su corte (colaboradores, militares, secretarias…), Hitler vivió en un absoluto delirio el fatal desenlace del asalto final a Berlín del Ejército Rojo, sus odiados bolcheviques. A diez metros bajo tierra, encerrado en su búnker maloliente, soportando el ruido constante de los ventiladores y las máquinas, las estrecheces de sus pasillos y salas claustrofóbicos, pasó sus últimos días aquel hombre embrutecido y demente que creía dirigir ejércitos que habían sido derrotados hacía tiempo. Mas en aquel ambiente de locura e irrealidad, ninguno de los generales del estado mayor alemán se atrevía a llevarle la contraria. En vez de tratar de hacerle comprender que ya nada se podía hacer para cambiar las cosas, varios de sus colaboradores (los había incluso desde los tiempos del Putsch de Munich de 1923), no dudaron en abandonar el búnker. Algunos, como Himmler y Göring, lucharon denodadamente por la sucesión y no dudaron en negociar con los aliados. Otros, sin embargo, supieron adaptarse mejor a las nuevas circunstancias; tal es el caso del astuto y cobarde Speer. Mucho podríamos hablar de qué les llevó a decidirse por una u otra opción a gente como Bormann, Burgdorf, Goebbels o Krebs, pero prefiero postergar esta discusión a la reseña de algunas monografías que prestan más atención a la “Corte de Hitler”.

Impasible ante la destrucción, tercamente opuesto a negociar la rendición con los aliados, Hitler persistía en su creencia de que el pueblo alemán no merecía sobrevivir, pues no era digno ni de él mismo, ni de continuar en el camino de la historia. En efecto, el Führer no parecía consciente de la inminencia del final, del Parkinson que no dejaba de hacer temblar su brazo izquierdo, o del excesivo y paranoico consumo de drogas que le hacían aparentar muchos más de los cincuenta y seis años que celebró el 20 de abril engullendo bizcochos compulsivamente, sintiendo probablemente como únicas personas leales a Eva Braun, Goebbels (que no tardó en preocuparse únicamente por teatralizar el final de aquella epopeya delirante) y su esposa, Magda Goebbels, de quien al parecer Hitler estaba enamorado desde sus años de agitador en el Múnich de los años 20.

Lo más significativo de la obra de Joachim Fest, lo que la diferencia de otros estudios sobre los últimos días de Hitler (y de los que trataremos aquí próximamente), es su exhaustivo y brillante hincapié en el proceso de descomposición, algo que Fest analiza con gran acierto y rigor. Un hundimiento al que también se veían abocados, ajenos a lo que estaba ocurriendo en el sórdido búnker bajo el jardín de la Cancillería, los indefensos e inocentes ciudadanos de Berlín, que luchaban desesperadamente por mantenerse con vida, asediados de día y de noche por el cruel fuego ruso.

En paralelo al relato de los acontecimientos, Fest disecciona la personalidad de Hitler, a quien consideraba un espíritu nulo cuyo único y real objetivo era la destrucción, aunque él mismo se viera abocado a ella. Viendo, pues, que las tropas rusas estrechaban el cerco del búnker, y temiendo ser apresado por los bolcheviques y ser objeto de su ira, Hitler organizó su propia muerte. Pero antes decidió regularizar su situación con Eva Braun, con quien se casó en una diminuta habitación ante la presencia de un puñado de sus más fieles acólitos. Decidió que se envenenaría con cianuro, y para comprobar la eficacia de su veneno hizo ingerir una cápsula del mismo su perro favorito, Blondie (a los otros dos los había hecho matar antes)... Ni los animales se libraban de su crueldad. Más tarde redactó su testamento político y su testamento personal, de los que Fest no da demasiado detalles, pero que tendremos la ocasión de comentar cuando analicemos otros estudios sobre este tema. También dio instrucciones precisas sobre qué hacer con su cuerpo y el de Eva Braun. Entonces se encerró en una salita con su esposa y ya nadie volvió a verlos con vida. Eva Braun ingirió una cápsula de veneno. Hitler ingirió otra y se descerrajó un disparo en la sien.

Tal como había ordenado hacer, sus cuerpos fueron quemados en el jardín de la Cancillería, junto a una de las salidas del búnker, y enterrados en las proximidades. Sobre el destino de los restos de Hitler y Eva Braun han corrido ríos y ríos de tinta, por lo que he considerado oportuno omitirlo en esta reseña. El mismo destino que su amo quisieron tener y tuvieron, de hecho, Joseph y Magda Goebbels, quien antes envenenó a sus seis hijos para ahorrarles el dolor de un mundo sin Nacionalsocialismo… ¡Demente!

Joachim Fest (1926-2006) fue un notable historiador y publicista alemán que debe su fama mundial a su biografía Hitler (1973). Es autor de otros ensayos sobre el nazismo y de obras de carácter literario-cultural.

El hundimiento sirvió de base, junto con Hasta el último momento (el libro de memorias de Traudl Junge (1920-2002), una de las secretarias del Führer, que permaneció en el búnker hasta el final) para la película homónima (Der Untergang, en el original), dirigida por Oliver Hirschbiebel y protagonizada por un excepcional Bruno Ganz. Recomiendo encarecidamente esta película, que levantó una buena polvareda en Alemania, donde, con toda la razón, son bastante reacios a mencionar siquiera los años trágicos, nefastos y horrendos del Tercer Reich.

A.G.

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