El ladrón de
meriendas (1996)
Andrea Camilleri
En la tercera
entrega de la “serie” del inspector Montalbano, el singular inspector siciliano
se despierta una mañana con la noticia del asesinato a tiros de un tunecino,
mientras se encontraba a bordo de un barco de pesca. Poco después aparece en un
ascensor otro cadáver, el de un comerciante jubilado llamado Lapecora; le han
clavado un cuchillo de cocina. Aparentemente no existe relación alguna entre
ambas muertes, pero el inspector Montalbano comienza a investigar el segundo de
los asesinatos y no tarda en descubrir el nexo de unión entre ambas: la
tunecina Karima, que se encuentra en paradero desconocido, y de cuyo hijo habrá
de hacerse cargo Montalbano. La joven resulta ser la amante de Lapecora. Pero
lo que no parece ser más que un crimen pasional resulta ser mucho más
complicado, pues extiende sus ramificaciones hasta el turbio mundo de los
servicios secretos y su guerra sucia contra el terrorismo internacional.
Andrea Camilleri
construye en El ladrón de meriendas
un mundo absolutamente verosímil y demuestra una total implicación en el mundo que le ha tocado vivir. Refleja con crudeza, mediante
el comisario Salvo Montalbano, la dura existencia de los inmigrantes ilegales
norteafricanos, y en especial de la infancia, que buscan una vida mejor en Europa.
Camilleri retomará este mismo asunto en una obra posterior: Un giro decisivo.
Encontramos también en El ladrón de meriendas un nuevo giro en la relación entre Montalbano y Livia, quien afirma no sentirse satisfecha con su relación (se ven de vez en cuando y durante poco tiempo). Livia, que se ha encariñado con François (el hijo de Karima), quiere un compromiso por parte de Montalbano y tener hijos con él. Pero la actitud de Livia asusta a Montalbano, que no parece preparado ni dispuesto a afrontar un cambio de tales dimensiones en su vida. Su actitud traerá nuevas tensiones a su relación.
El ladrón de meriendas exhibe algunas de las principales virtudes de la serie de Montalbano,
comunes a todos las novelas de la serie: un uso hábil y comedido del lenguaje
llano, un acertado ritmo narrativo (alternancia de pasajes ágiles con otros
pausados), amplios pasajes dedicados a cantar las excelencias de la gastronomía
siciliana y un excelente retrato de la vida siciliana: los asesinos actúan
movidos por los celos, la venganza u otros motivos triviales. Y, por supuesto,
mucho humor e ironía.
El comisario
Montalbano vuelve a manifestarse como una hombre inteligente, comprensivo y
perspicaz, a la vez que un ser entrañable y buen conocedor de las miserias
humanas.
A.G.
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