Pacto
de sangre (1943)
James
M. Cain
Asesinato y sexo se entremezclan en este
thriller duro, al más puro estilo de la novela negra de los años 30 y 40.
Walter Huff es un vendedor de seguros de 34 años
de edad que vive en Los Ángeles. Cuando llama a la puerta del opulento H.S.
Nirdlinger para asegurarse la renovación de su seguro de automóvil, poco
sospecha que de inmediato quedará abrumado por la belleza voluptuosa de
Phyllis, la segunda esposa del rico ejecutivo. La sra. Nirdlinger finge inicialmente
desconocer el asunto y logra así manipular a Walter, que acaba firmando una
póliza a nombre de su marido, sin que éste lo sepa; una práctica prohibida. Walter
descubre las pretensiones de la mujer y sabe lo que debería hacer, pero ella
resulta ser demasiado seductora para hacer prevalecer lo que le dicta la razón.
Walter acaba convirtiéndose en la víctima de una femme fatale persuasiva, atrapado en una telaraña de ambición y
deseo.
Walter y Phyllis urden, en efecto, un plan para
asesinar a Nirdlinger, librarse de su cuerpo y representar su muerte en la vía
del tren. Puesto que los accidentes de tren eran estadísticamente
insignificantes, las compañías de seguros de la época pagaban una indemnización
doble de 50.000 dólares, que equivaldrían a más de tres cuartos de millón de
hoy en día. (Tengamos en cuenta que no en vano la novela se titula
originalmente Double Indemity.) Walter
ha llevado en el negocio el tiempo suficiente para saber lo que supone un
asesinato. También sabe que hay varias claves para lograr el éxito, y la única
que los aficionados siempre olvidan es la audacia. Precisamente parte de la
audacia es concebir un accidente de tren, puesto que la compañía de seguros
sabe que ésta es una forma nada habitual de suicidarse. Es un buen plan. Walter
cree que es capaz de diseñar una cabriola casi perfecta y accede a participar
sólo porque recibirá la mitad del dinero. La pareja adúltera comete el crimen
casi perfecto. Sin embargo, la conspiración no se resuelve exactamente como Walter
había ideado y su crimen llevará a los amantes a complicada trama en que la
culpa, la sospecha y la traición se entretejen hasta el final. En efecto, la
compañía de seguros no tiene la intención de pagar. Su jefe se resiste a creer
la causa supuesta de la muerte de Nirdlinger tal como es contada en los
periódicos: una caída del vagón. Afirma que no puede ser un suicidio, tiene que
ser un asesinato, si bien reconoce que es más fácil intuirlo que probarlo.
Walter y Phyllis acuerdan evitarse durante un
tiempo para no levantar sospechas de su implicación en la muerte del sr.
Nirdlinger. Durante este tiempo, Walter se enamora de la hija de Nirdlinger,
Lola, hijastra de Phyllis. Ella le revela que Phyllis, antaño enfermera, fue
responsable de las muertes de la primera esposa de su padre y de tres pacientes
que tenía a su cuidado. Poco a poco, Walter reconoce que su relación con
Phyllis es más peligrosa de lo que él pensaba. Así pues, decide librarse de
ella… Pero no seré yo quien revele como logra Cain atar todos los cabos.
Cain había escrito un serial de ocho partes para
la revista Liberty en 1936, gracias a la reelaboración de material de El cartero siempre llama dos veces y su
propia experiencia juvenil como vendedor de seguros. Es a partir de ahí de
donde nace la novela y, sobre todo, de un crimen real que conmocionó a la
opinión pública norteamericana en 1927. Los amantes Judd Grey y Ruth Brown
Snyder conspiraron para asesinar al marido de ella, Albert Snyder, y embolsarse
la suculenta indemnización de su seguro de vida.
Cain utiliza en Pacto de sangre la misma técnica que exhibió en El cartero siempre llama dos veces.
Sirviéndose de una hábil y mordaz narración en primera persona, nos cuenta una
historia de amor y asesinato desde el punto de vista de un amante y asesino,
con intensidad y mediante una celeridad y economía de palabras que crean una
atmósfera de suspense y tensión.
Pacto de
sangre
es una novela impresionante. Quizá carezca del fragor de El cartero siempre llama dos veces, si bien, excepto por la maligna
Phyllis, es bastante más creíble en muchos aspectos. El diálogo es excelente y
aunque la historia es oscura, pues no hay casi nadie bueno en el mundo
profundamente cínico en que viven los personajes, su lectura es francamente
placentera.
La obra fue adaptada a la pequeña pantalla por
Raymond Chandler y dirigida por Billy Wilder en 1944. Fue protagonizada por Barbara
Stanwyck & Fred MacMurray y no tardó en ser reconocida como una de las
obras maestros del cine negro.
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