Fahrenheit 451 (1953)
Ray Bradbury
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“La temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde”.
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Existe un lugar en el tiempo en el que los bomberos ya no apagan incendios, sino que los provocan. En lugar de extintores emplean lanzallamas. Son una nueva clase de policía política, una “curiosa” versión de
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Ray Bradbury retrata una sociedad futura en la que los libros y la lectura están proscritos, en la que los poderes públicos persiguen a todo aquel que posea libros. Leer obliga a pensar por uno mismo, y por lo tanto, impide ser feliz. Atesorar libros es un delito y leerlos un crimen severamente castigado. Esa conducta asocial debe ser erradicada como sea, a fin de que los nuevos apestados no contaminen al resto con sus perniciosos hábitos. Por eso los bomberos, en vez de apagar fuegos, queman libros, cercenando así la libertad de pensamiento.
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Sin embargo un bombero, Guy Montag, empieza a preguntarse el porqué de las cosas, en especial después de hablar varias veces con Clarisse McCellan, una chica de rompe con el sistema establecido. Pasa de la duda producida por el sentimiento de ver incinerar a una anciana infractora a la convicción de que los libros pueden enseñar muchas cosas. Emprende la búsqueda de esa verdad que se le oculta; una búsqueda que es a la vez un ejercicio de introspección, de encontrarse a sí mismo entre las vanalidades cotidianas. Sin embargo, Montag es descubierto y obligado a incinerar sus libros y su propia casa. Pero se niega a hacerlo. Mata a su jefe para salvar la identidad y la vida de su amigo Faber, un viejo profesor de inglés, y huye con la ayuda de éste hacia los bosques, donde se reúne con otros intelectuales rebeldes.
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Al llegar a la reunión y entrevistarse con sus nuevos amigos, Montag descubre que los intelectuales marginados aprenden de memoria los libros de los pensadores más importantes y que él, por haber aprendido parte del Eclesiastés, tiene un lugar entre ellos. De este modo, cada rebelde se convierte en un libro gracias a su memoria. La novela concluye con la diáspora de los intelectuales y las reflexiones que Montag se hace sobre su nuevo rol. Sabe ya que hay un tiempo de callar y un tiempo de hablar y que es el momento de pensar y de grabar en la mente, fragmento a fragmento, el libro que ya empezaba a ser.
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Fahrenheit 451 es una fábula pesimista y optimista al mismo tiempo; más optimista sin duda que 1984. Es un grito contra la guerra y la destrucción que origina la incultura. Así, pues, la novela transmite un mensaje muy actual, vigente en una sociedad como la nuestra en la que la censura en los medios de comunicación es cada vez mayor, al igual que el número de libros superfluos con los que anestesia la conciencia del pueblo. Volvemos al panem et circenses que inventaran hace tanto tiempo los romanos para sus fines espurios. Precisamente una de las principales cualidades de Rad Bradbury, como maestro de la literatura de ciencia ficción, es haber utilizado la distopía con fines de advertencia, de meditación acerca de las consecuencias del avance incontrolado de las ciencias y de la tecnología.
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Ray Bradbury dirige el filo de la crítica hacia dos poderes de la vida moderna: el estado totalitario y los medios de comunicación de masas, que aparecen coligados en la novela para mantener la uniformidad política y el control ideológico. Fahrenheit 451 esconde también una cruda crítica a la sociedad norteamericana de 1953. Después de Hiroshima y Nagasaki, había que conservar la ilusión de que el mundo era maravilloso y feliz, que la vida agradable era el único y verdadero objetivo que había que preservar. Pero Fahrenheit 451 trasciende los límites espaciales y temporales que tuvo su autor, y por ello se ha convertido en un clásico de la ciencia-ficción y la literatura universal.
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El director francés Françoise Truffaut filmó la adaptación cinematográfica de la novela en 1966. Se trata de una excelente adaptación del texto literario, con una estética propia. Oscar Werner interpreta a Guy Montag, mientras Julie Christie desempeña el doble papel de su esposa y de Clarisse. La divergencia más notable de la película con respecto a la novela es que en la versión cinematográfica desaparece la figura de Faber, quien intuimos aparece retratado en la figura -tan sólo aludida brevemente- del tío de Clarisse. Por contra, es el personaje de Clarisse el que cobra protagonismo en el película, pues en la novela desaparece muy pronto, víctima suponemos del "cuidadoso celo" del régimen. La película me recuerda -quizá por el tratamiento formal, los paisajes desolados, la decoración de los interiores y la aparente simplicidad de recursos- a La naranja mecánica de Stanley Kubrik.
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Fahrenheit
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A.G.
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