Presentación

La pintura de la voz (palabras con que el filósofo y escritor francés François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, calificó el arte de la escritura) nace con la pretensión de ser un lugar de intercambio de opiniones sobre literatura.
Cuando el tiempo me lo permita, iré publicando noticias interesantes del mundo literario, comentarios de libros que he leído recientemente, de mis obras favoritas, etc
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jueves, 22 de diciembre de 2016

Lecturas recientes: Más maldito karma


Más maldito karma (2015)
David Safier

Daisy es una joven actriz de segunda que lleva años sin trabajar. Su vida es caótica: se alimenta de pizza, bebe, fuma y se acuesta con cualquiera de los hombres con los que se encuentra en las numerosas fiestas a las que acude. Les roba a sus compañeros de piso, a quienes debe cinco meses de alquiler, y le da calabazas constantemente a Jannis, su compañero de piso que está enamorado de ella. Daisy carece de la madurez suficiente para afrontar los problemas y se limita a dejarlos pasar, en la confianza de que éstos se resuelvan por sí mismos.

Un día Daisy recibe la llamada de su mánager para hacer de secundaria en la nueva película de James Bond, protagonizada por Marc Barton, un arrogante actor de Hollywood y estrella del momento, que está rondando en Berlín. Daisy y Marc se conocen en el rodaje y pronto descubren que son dos personas antagónicas a las que une tan sólo una cosa: ambos son unos egoístas. Ninguno de los dos ha tenido jamás en cuenta los sentimientos de las personas que los han querido.

Su relación no puede empezar peor, pues Daisy mata de una patada al perro de Marc. Pero la situación se vuelve crítica cuando los dos mueren juntos en un accidente de coche. Una vez muertos, Buda les hace saber que en sus vidas han acumulado demasiado mal karma y les hace reencarnarse en hormigas; unas hormigas que han de ir a la guerra. Para colmo de males, se enteran de que Kelly, la mujer de Marc, y Jannis salen juntos. Daisy y Marc comprenden que para volver a ser humanos y separar a sus ex parejas no les queda más remedio que, mediante la acumulación de buen karma, ascender en la escalera de la reencarnación, lo cual no resulta en absoluto sencillo. El problema es que Daisy y Marc no se soportan y se culpan mutuamente del accidente. Las cosas se tornan aún más difíciles cuando, reencarnación tras reencarnación, descubren que se han enamorado el uno del otro.

La trama de la novela está entretejida de aventuras y situaciones disparatadas: una guerra entre hormigas, unos polluelos de cigüeña que no están preparados para abandonar el nido, unos osos muy sensuales, etc. Las reencarnaciones se suceden una detrás de otra, tal como ocurría en Maldito karma.

Safier recupera con esta novela el tema de las reencarnaciones y el karma que tan bien supo abordar en Maldito karma. En Más maldito karma el autor alemán sigue manteniendo el tono ameno e irónico. Crea nuevos personajes y recupera algunos, y sumerge a todos ellos en divertidas aventuras llenas de humor y ternura.

La prosa de Safier sigue siendo fresca, relajada y fluida, y su narración está repleta de diálogos rápidos y mordaces. En definitiva, continúa siendo un soplo de aire fresco en el panorama literario actual. Volvemos a encontrarnos ante un libro de fácil lectura y muy entretenido.

Con todo, Más maldito karma no puede en absoluto considerarse como una aportación novedosa por parte de un autor que parece haberse encasillado voluntariamente en este tipo de literatura que, por otra parte, tan suculentos beneficios le reporta.

He seguido fielmente la trayectoria literaria de David Safier y he de reconocer que después de una larga serie de novelas muy parecidas entre sí he perdido el interés por ellas. Lo que, a mi juicio, fue un comienzo fulgurante y novedoso parece no haber evolucionado con el tiempo. Es como si Safier se hubiera instalado cómodamente en la autocomplacencia, renuente a dar un giro a su carrera literaria. Creo que sus lectores agradecerían que Safier tratara de dar un paso al frente o un giro de tuerca a su narrativa (elíjase el símil más adecuado) y fuera capaz de, manteniendo la esencia, proporcionar un material nuevo a su legión de lectores. Permaneceremos, por tanto, a la espera de tan deseable punto de inflexión.

A.G.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Lecturas recientes: País de Nieve

 
País de nieve (1937)
Yasunari Kawabata

Shimamura es un adinerado hombre de negocios que viaja con frecuencia viaja al País de Nieve, donde se encuentran unas famosas fuentes termales. Con el tiempo aprendemos que Shimamura tiene una familia en Tokio, si bien su incapacidad de vivir una “vida de ociosidad” le lleva a emprender un largo viaje a esta zona montañosa, recóndita y fría de Japón, con el fin de revivirse y recuperar parte de la honestidad que siente haber perdido. Aprendemos también que Shimamura se considera un experto en ballet europeo, aunque no haya asistido jamás a una representación.

Durante el trayecto en tren, en dirección al País de Nieve, Shimamura observa a una bella mujer que cuida de un hombre enfermo que parece ser su marido. Admira su belleza y la amabilidad y el cuidado con que se ocupa del hombre. Más tarde sabrá que se llama Yoko. Al final de un largo túnel llega al País de Nieve, donde está esperándole una chica llamada Komako, una geisha de la que se ha encaprichado en un viaje anterior. La novela explora las relaciones, a lo largo de varios años, entre Shimamura y la fiel Komako, quien no tardará en revelar sus serios problemas con el alcohol. Yoko, por su parte, aparece constantemente como una ayudante más que una geisha. Shimamura no tarde en interesarse por Yoko. Seducido por ella, en especial después de saber que el hombre al que acompañaba en el tren ha muerto, Shimamura prefiere la fantasía libre e incontrolada a lo tangible y real. Con el tiempo aprende que las vidas de estas dos mujeres están indefectiblemente unidas por la tragedia.

A medida que Shimamura se familiariza con Komako, vemos que se trata de alguien que no es capaz de entregarse libremente, lo cual hace que le sea muy difícil amar. Shimanura tiene la libertad de darse los gustos que quiere, pero se muestra incapaz de establecer una conexión real con Yoko, la amiga y rival de Komako. A Shimamura le preocupa que Komako beba en exceso. La joven pasa cada vez más tiempo en los aposentos de Shimamura, sin preocuparse por marcharse antes del amanecer cuando se queda a pasar la noche. Komako, en realidad, no encaja en los esquemas de las fantasías de Shimamura.

Un día, Shimamura se embarca en una excursión por los alrededores del balneario. A su regreso al hotel encuentra el pueblo sumido en el caos. En compañía de Komako ve una columna de chispas y marchan juntos a la escena del desastre, un taller utilizado como una improvisada sala de cine. Cuando llegan, Shimamura ve que se ha desatado un violento incendio en el edificio. Yoko pide ayuda desde un balcón. Shimamura se queda paralizado y es incapaz de reaccionar. Komako es la única que tiene la valentía de entrar en el edificio y sacar a Yuko de las llamas. Komako se lleva a Yoko, mientras Shimamura impotente y embriagado por la belleza del cielo nocturno, se revela como un completo inútil, pues es incapaz de ofrecer ayuda real. Cuando intenta ponerse en movimiento, lo echan a un lado unos hombres que arrancan a Yoko de los brazos de Komako. Al final, no sabemos a ciencia cierta si Yoko está viva o muerta, si bien Kawaba nos da algunas pistas que nos llevan a pensar que está muerta.

Uno de los elementos más significativos de la novela es el papel, tan importante como los propios personajes, que juegan la naturaleza y el paisaje; el terreno montañoso con sus cumbres cubiertas de nieve se convierte en un personaje más. Kawabata relaciona la descripción de los paisajes con los personajes de la historia. El paisaje se utiliza para evocar el estado de ánimo de los personajes, en especial el de Shimamura, que percibe el lugar donde se encuentra como un “mundo distante”, del que él ahora es una parte, aunque sea él quien está distante.

Kawaba toma un paisaje rico en belleza natural como escenario de una efímera y melancólica historia de amor. La belleza de Komako, tal como Shimamura siente, parece haber surgido del mismo paisaje: su cara recortada sobre el paisaje que se movía lentamente alrededor de su silueta. Shimamura, por su parte, es descrito como un personaje ocioso y asceta.

En efecto, tragedia y belleza juegan un papel decisivo en la novela. Las secuencias trágicas a menudo contienen momentos de inesperada belleza; y la belleza a menudo tiene un reverso trágico. Por ejemplo, cuando Shimamura escucha por primera vez la voz de Yoko, piensa que es de una belleza tal que suena triste. Más tarde, su fascinación por Yoko lleva a Shimamura a pensar en ella como una figura predestinada que provoca ansiedad. Al final, cuando Shimamura ve la caída catastrófica de Yoko desde el balcón, se queda embelesado por la “línea perfectamente horizontal” que traza su cuero, pero también siente una “angustia indefinible”. Yoko, al menos tal como la ve Shimamura, se convierte en una presencia fascinante e inmensamente trágica.

Kawabata utiliza breves descripciones de la vida en el balneario al modo de un haiku, una de las formas tradicionales de la escritura japonesa: imágenes sugestivas e información incierta y deliberadamente oculta. Estas descripciones aparecen salpicadas de vívidos diálogos entre Shinamura y Komako y crean una atmósfera hermosa y emocionalmente rica que conduce al lector al interior de las misteriosas relaciones que existían entre una geisha y su cliente en un Japón ya desaparecido. Las visitas de Komako a la habitación de Shimamura revelan la delicada comprensión de Kawabata de cómo descorazonador debe de haber sido para las mujeres como ella saber que cualquier aventura que tuvieran con un cliente está predestinada.

País de Nieve es una obra introspectiva y meditativa, y es precisamente esto lo que la convierte en una gran obra de arte. Aborda la complejidad de las relaciones humanas, el aislamiento y la soledad y, lo que es aún peor, cuando dos personas intentan conectar pero son incapaces de conseguirlo. La gran tragedia de la humanidad.

A.G.

domingo, 30 de octubre de 2016

Lecturas recientes: La senda del perdedor


La senda del perdedor (1982)
Charles Bukowski

Ambientada en los años cuarenta del siglo XX, la cuarta novela de mi escritor maldito favorito es una obra maestra de formación que cuenta los primeros veinte años de la vida de Henry Chinaski, el inmigrante alemán alter ego del autor. Primero en Alemania y luego en Los Ángeles de la Gran Depresión, vemos a Henry crecer desde su años de infancia y adolescencia hasta convertirse en un joven universitario.

Una de las primera cosas que cuenta Henry Chinaski es que su padre le pegaba con frecuencia y que su madre nunca hizo nada para impedirlo. De hecho ella es también una víctima de la brutalidad de su marido. Henry afirma que cuando miraba a su padre, sus manos, su cara y sus cejas, sabía que ese hombre no tenía nada que ver con él. Era un extraño y puesto que su madre era como si no existiera, se sentía condenado.

A las frecuentes palizas de su padre, hay que añadir otros problemas que Henry tuvo que afrontar con frecuencia, como la pobreza o el acoso de sus compañeros, sin olvidar el horrible acné de su adolescencia que lo conduce a un lacerante ostracismo social. Como consecuencia de todo esto, Henry creció como un marginado, un ser siempre enfadado. Tenía pocos amigos en el colegio y pasaba la mayor parte de su tiempo leyendo obras de D.H. Lawrence en la biblioteca pública de Los Ángeles. También buscó la soledad en la escritura, pero sus historias fueron a menudo rechazadas por los demás por ser demasiado iracundas. En cierta ocasión su padre descubrió unos escritos suyos y los tiró a la basura debido a su contenido inapropiado.

Durante su adolescencia, Henry no es atlético, pero quiere serlo y se esfuerza por mejorar. El fútbol le resulta difícil, pero disfruta de la violencia que emana. El único deporte en el que logra progresar es el béisbol. A medida que Henry avanza de curso, su interés se centra, no sólo en el deporte, sino sobre todo en la violencia y las chicas. Más tarde, en la escuela secundaria, descubrirá los placeres del alcohol y la masturbación.

Sus padres impiden a Henry relacionarse con los otros chicos del barrio. Creen que son pobres y están por debajo de él. Sin embargo, Henry rompe con ello en cierto modo y consigue al final hacer amigos, aunque siempre acaba apartándose de ellos. De hecho, cuando ya ha hecho algunos amigos en el barrio y ha empezado en encajar, su padre le obliga a trasladarse a Chelsea High, una escuela a la que asisten tradicionalmente hijos de familias ricas. Allí Henry vuelve a sentirse un marginado. Consigue aún menos integrarse con los chicos adinerados y consentidos que conducen jactanciosos descapotables de colores llamativos, acompañados de sus guapas novias. Para empeorar aún más las cosas, es en esta época cuando Chinaski desarrolla el horroroso acné que le obliga a someterse a tratamientos médicos dolorosos y totalmente ineficaces.

Después del instituto, su padre lo manda a la universidad tan sólo porque la matrícula es gratis, los libros de segunda mano son baratos y tener un hijo allí es más aceptable que tener a un hijo sin trabajo. Siguiendo el consejo de un amigo, Henry se matricula en periodismo en la credencia de que será fácil. Sin embargo, vende sus libros, compra alcohol y cae en una rutina de bebida. Más tarde comienza a hacer dinero en las apuestas y escribiendo trabajos para otros estudiantes. Se prepara para una vida en los barrios bajos una vez que abandone la universidad.

Henry se gradúa y comienza a trabajar en unos grandes almacenes. Tras una semana en el trabajo, Henry es despedido por golpear a un cliente de clase alta que lo había atormentado durante sus años en el colegio.

Al final de la novela, Henry se encuentra con un tal Becker, un ex compañero de colegio y escritor de talento que está en los Marines. Ambos están echando un trago cuando oyen la noticia de que Pearl Harbor ha sido bombardeado. Becker se va a la guerra, combate en La Segunda Guerra Mundial, donde morirá ametrallado, mientras Henry entra en unos recreativos donde pierde dos partidas de boxeo contra un chico mejicano.

Escrita en primera persona, La senda del perdedor es un relato honesto de la dolorosa infancia, llena de incertidumbre y soledad, de un niño apartado de sus semejantes. Henry Chinaski sufre una adolescencia difícil y violenta. Crece como un antihéroe misántropo y evoluciona hasta convertirse en un sarcástico lobo solitario. Sin embargo, Henry jamás cae en la autocompasión, pues para él cada tormento es una fuente de revelación y fuerza.

Henry Chinaski es también algo misántropo, debido a su obsesión por la forma femenina; obsesión que comparte con el alcohol, del que dice después de experimentar su primera borrachera que iba a ayudarle durante mucho tiempo. Pero su relación con el alcohol conduce a un comportamiento progresivamente más sórdido y violento.

Nos encontramos ante una historia conmovedora en la que Bukowski disciplina su escritura muscular y concentrada. Su prosa es de nuevo directa, pero poderosa; su dicción es tosca, pero fascinante. Bukowski crea una novela que destila su poesía y que algunos consideran la mejor pieza en prosa de larga duración que jamás escribió.

La novela también nos permite saber quiénes influyeron a Bukowski durante la escuela secundaria: D.H. Lawrence, Huxley, Dos Passos, Hemingway, Sherwood Anderson y Sinclair Lewis.

Bukowski escribe La senda del perdedor, su cuarta novela, después de haber encontrado el éxito como escritor y trasladarse de East Hollywood a la villa portuaria de San Pedro. También había comenzado ya su relación con Linda Lee Beighle, con quien se casaría más tarde. Permanecerían juntos hasta la muerte del escritor en 1994.

El título (Ham on Rye) puede ser un juego a partir de la novela El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye), de J.D. Salinger, una de las novelas de formación más notables de la literatura norteamericana, que hemos comentado en este blog. Existen otras teorías acerca del origen del título de la novela, pero veo innecesario extenderme en este asunto.

La senda del perdedor es un libro trágico, emotivo e impactante. Una novela divertida y fascinante que no deja indiferente.

A.G.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Lecturas recientes: Ragtime


Ragtime (1975)
Edgar L. Doctorow

Una cita de Scott Joplin al comienzo de la novela, en la que afirma que el ragtime no puede tocarse deprisa, anuncia el estilo y el tono de esta obra imprescindible de la novela norteamericana del siglo XX.

La novela comienza despacio, con descripciones de los personajes principales, dónde viven y a qué se dedican. Poco a poco se establecen conexiones entre ellos, a lo que hay que sumar encuentros con algunos personajes famosos de la época. Doctorow nos pinta un cuadro de una época de contrastes e hipocresía. Vemos aparecer a J.P. Morgan, el hombre más rico de América, luchando por comprender la propuesta de Henry Ford de instalar una cadena de montaje, relegando a los trabajadores a las tareas más insignificantes. También encontramos a Harry Houdini, el maestro del escapismo a quien el elogio le resulta vacío e insignificante. A ellos se une un selecto elenco de personajes, unidos entre sí de forma indisoluble por una serie de acontecimientos inesperados que aparentemente exceden su control.

La historia se inicia en el año 1902 en la ciudad de Nueva Rochelle, Nueva York, en la casa de una familia de clase alta compuesta por Madre, Padre, Hermano Menor de Madre y un niño pequeño. Hermano Menor se enamora de la famosa belleza Evelyn Nesbit, una antigua corista y modelo cuyo marido Harry Thaw ha sido acusado recientemente del asesinato de su ex marido, el arquitecto Stanford White. El coche de Harry Houdini se estropea delante de la casa de la familia y el famoso escapista visita a la familia. Más tarde Padre se marcha de viaje al Ártico con el explorador Robert Peary.

Por otro lado, nos encontramos con una familia de inmigrantes, formada por Mameh, Tateh y la niña pequeña, que viven en la extrema pobreza en el Lower East Side. Mameh se prostituye con su jefe a cambio de unos dólares extras al final de la semana. Evelyn Nesbit visita el barrio en secreto y se queda encantada con la hija de Tateh. Se disfraza de pobre para poder visitar a Tateh y a la niña. Cuando la niña enferma Evelyn se ocupa de ella. Hermano Menor de Madre comienza a seguir a Evelyn por todas partes sin que ella lo sepa. Tateh, Evelyn y la niña asisten a una reunión socialista cuyo orador principal, Emma Goldman, critica a Evelyn por servirse de su sexualidad para adquirir relevancia en la sociedad capitalista. Mientras tanto, Madre descubre el cuerpo de un bebé recién nacido enterrado vivo en su patio trasero y que se trata del hijo de una lavandera negra llamada Sarah.

Tateh y su hija se marchan de Nueva York y llegan a Lawrence, Massachusetts, donde Tateh encuentra trabajo. Mientras tanto, Houdini aprende a pilotar un avión y hace una demostración para el Archiduque Francisco Fernando y la Condesa Sofía. Padre, por su parte, experimenta un sentimiento de profundo aislamiento tras su regreso a Nueva Rochelle. Henry Ford visita a J.P. Morgan y hablan de tecnología y religión.

Un día Coalhouse Walker, un pianista negro de jazz, se detiene delante de la casa de Madre preguntando por Sarah, que se niega a verlo. Coalhouse comienza cortejar a Sarah hasta que ella no sólo consiente en verle, sino que acepta su proposición de matrimonio. Algún tiempo después, Coalhouse conduce su Ford T en dirección a Nueva York. Unos voluntarios del parque de bomberos de Emerald Isle, dirigidos por Willie Conklin, le bloquean el paso y le piden un peaje. Mientras Coalhouse busca ayuda de la policía, los voluntarios destrozan su coche. Coalhouse se queja y es arrestado. Decide entonces contratar a un abogado con el dinero ahorrado para la boda, pero nadie quiere representarle. Una noche, Sara acude a un evento al que asistirá el Vicepresidente, con el fin de formular una petición al Gobierno Federal en nombre de Coalhouse. Sin embargo, los hombres del servicio secreto la golpean en el pecho. Sarah enferma y muere. Coalhouse, en compañía de una cuadrilla de seguidores, causa una explosión en el parque de bomberos de Emerald Isle que mata a cuatro voluntarios. El Hermano Menor de Madre se une a los hombres de Coalhouse, mientras Padre y Madre se trasladan a Atlantic City, donde se encuentran con Tateh. El niño y la niña pequeña comienzan a pasar mucho tiempo juntos. Coalhouse y sus hombres irrumpen en la biblioteca de J.P. Morgan. Coalhouse persiste en su batalla judicial, a pesar de los intentos de que ponga fin a su particular lucha, pero su insistencia será fatal para él al final.

El Hermano Pequeño de Madre viaja a México en el Ford T que había pertenecido a Coalhouse, finalmente arreglado, donde se une a las fuerzas revolucionarias. Muere allí un año después. J.P. Morgan viaja a Egipto para ver las pirámides en un intento de restaurar su espiritualidad. Sin embargo fracasa, pues no consigue vivir las experiencias que habría esperado. Su salud se deteriora rápidamente y muere. El archiduque Francisco Fernando y la Condesa Sofía son asesinados. Padre se implica en los preparativos de la guerra y muere a bordo del Lusitania. Tateh y Madre se casan y crían juntos al niño, la niña y el hijo de Sarah. Emma Goldman es deportada y Evelyn Nesbit se desvanece a medida que va cumpliendo años.

Tal como vemos, Ragtime reúne en una coctelera una amplia variedad de acontecimientos, ideas y personajes, inmersos en una vorágine de cambios sociales y económicos de enorme relevancia. La novela aborda, a la vez, temas tan diversos como la dificultad de aceptar los cambios, la lucha por conseguir estabilidad, el impacto del desarrollo tecnológico en la cultura, o la dicotomía entre aprisionamiento y falsa liberación.

Doctorow presenta en su novela los importantes cambios que se producen en América con el cambio de siglo. Retrata los efectos de estos cambios mediante las reacciones de sus personajes. Algunos de ellos dan la bienvenida y aceptan estos cambios, mientras otros los rechazan y luchan contra ellos. Doctorow se sirve de estas reacciones contrapuestas para desarrollar a sus personajes. Padre, por ejemplo, es incapaz de asumir los cambios con los que se enfrenta a su regreso del Ártico. Su sentimiento de alienación de su familia y de las nuevas costumbres del siglo lo hunde en una profunda depresión. Se siente impotente ante la creciente autosuficiencia de su mujer y su hijo. A Madre, por el contrario, le parecen liberadoras estás recién descubiertas habilidades y libertades y florece en la ausencia de su marido. Llega a ser consciente de su potencial y, alejándose de las normas sociales establecidas, se casa con Tateh en una época en que aún estaba mal visto el matrimonio entre cristianos y judíos.

La lucha por lograr estabilidad se refleja en los intentos de los personajes por encontrar el significado de sus experiencias y del desafío que suponen los cambios que se están produciendo a su alrededor. Doctorow se centra en el proceso por el cual los personajes tratan de reconciliar sus propios deseos de estabilidad con su convencimiento de que no hay motivo ni dirección aparente detrás de los acontecimientos de la vida. Son un reflejo de este interés del autor el viaje de Morgan a Egipto en busca de verdad y significado y la expedición de Peary al Polo Norte y su consiguiente incapacidad de situar con precisión su localización; esto es, su deseo de encontrar la paz en medio del caos.

Los primeros años del siglo XX fueron testigos de la industrialización y un rápido desarrollo tecnológico. Ésta fue también una época que vio un creciente influjo de inmigrantes. Doctorow cuestiona la creciente eficiencia y el proceso de producción en masa, consecuencias de estos avances tecnológicos, y su repercusión en el trabajador medio americano. El debate entre J.P. Morgan y Henry Ford acerca del impacto de la cadena de montaje coloca este debate en primer plano.

La tensión entre aprisionamiento y falsa liberación se incorpora a la novela mediante las luchas de algunos de sus personajes. El aprisionamiento se manifiesta de diversas formas: físico, emocional, político, etc. Harry Houdini, por ejemplo, sorprende a las multitudes con su habilidad para escaparse de cualquier sitio, refleja mediante sus actos un aprisionamiento emocional más que físico. Aunque demuestra en público su capacidad de liberarse, sus hazañas no le proporcionan satisfacción, puesto que la obsesión con su madre le impide lograr en privado esa liberación emocional que tanto ansía.

A lo largo de la novela, Doctorow sitúa en el primer plano de la acción a conocidos personajes y acontecimientos históricos, si bien altera ciertos detalles o inventa otros. De este modo, la novela se dota de un elemento de fantasía, a la vez que pone en valor la subjetividad del relato histórico. Doctorow opta por una visión de la historia compleja, enriquecida por una multiplicidad de voces.

La imaginería también juega un papel importante en la novela. La película cinematográfica adquiere en esta época una importancia considerable por su carácter amenazante del arte y la cultura tradicional, y el relativo bajo coste de asistir a una proyección. Este interés por la imaginería se manifiesta también estilísticamente en la escritura de Doctorow, pues la novela también se interesa por el uso de duplicaciones como resultado de los avances. En este sentido, observamos también la notable ambigüedad de la voz narrativa. Doctorow emplea un estilo narrativo único. El narrador no parece ser ni un individuo omnisciente ni un personaje concreto. La historia es contada a través de los ojos de un narrador no identificado que escribe del modo en que uno podría imaginar que sería escrita en papel una composición de ragtime.

Son también notables los símbolos que reconocemos a lo largo de la novela. Por un lado, Coalhouse Walker representa a los afroamericanos que desafían las esperanzas que muchos blancos tienen de ellos. De hecho, al final Coalhouse se revela como el epítome del hombre negro enojado que recurre a la violencia para dar una solución a sus sentimientos y relaciones con la sociedad. Padre también desempeña un papel alegórico en la novela, pues representa las normas tradicionales de finales del siglo XIX. Esta visión le impide congraciarse con los cambios de su época. Finalmente, Evelyn representa el ascenso de la mujer sexualizada. Doctorow la etiqueta incluso como la primera diosa sexual. También ejemplifica una cierta candidez acerca de la pobreza, típica de la clase alta, sobre todo en su primera visita al Lower East Side.

Nos encontramos, en definitiva, ante una novela innovadora que explora una época de la historia norteamericana con una honestidad inquebrantable. Su autor exhibe un notable sentido de la perspectiva histórica y un uso de la ironía y la retórica excepcionales.

El genio de Doctorow reside principalmente en su capacidad de unir un buen número de personajes y en mantenerlos interconectados, además de en esa búsqueda intencionada del caos y la confusión, con el fin de reflejar el estado de una época. Los personajes de Doctorow luchan por encontrarse a sí mismos como individuos y definir su existencia a través de una extraña colección de proezas aparentemente imposibles, que no son sino la marca de un nuevo siglo, de una nueva era. En este sentido, la novela parece acentuar la importancia del individuo, de encontrar un lugar para él dentro de una sociedad ingente, y de poseer este lugar, de sentirlo y habitarlo.

Ragtime es una novela de bella factura, ingeniosa y muy bien presentada. Es poderosa, emotiva y honesta en su lenta progresión. Nos facilita la comprensión de acontecimientos históricos determinantes para la configuración de un país, de sus ciudadanos y de las complejas relaciones que se establecen entre ellos.

A.G.

sábado, 1 de octubre de 2016

Lecturas recientes: Un grito de amor desde el centro del mundo

 
Un grito de amor desde el centro... (2011)
Kyoichi Katayama

Era una sensación extraña. Ver cómo asciende
en silencio hacia el cielo el humo del cuerpo quemado
de la persona que más quieres en el mundo.

Deliciosa novela de inocente amor juvenil entre dos compañeros de clase, devoción eterna y pérdida desgarradora. Un amor que deviene tragedia cuando ella enferma de leucemia. Una historia hermosa, a pesar de su sencillez, pues sabemos desde el comienzo que la chica muere, ya que encontramos al chico llorando su pérdida en la primera página de la novela.

Sakutaro Matsumoto es un adolescente precoz y algo sarcástico que no tarda en convertirse en el perfecto contrapunto de Aki Hirose, la chica más popular del instituto. Su amistad se torna con el tiempo en una relación más seria y su inicial relación de amistad conduce a un amor dependiente y comprometido. Pero la tragedia asoma cuando Aki enferma de leucemia. Sakutaro demuestra la sinceridad de su amor hasta el punto de poner a prueba los límites de la vida y la muerte.

Sakutaro se revela como un chico apasionado, irreverente y a menudo insensible y egoísta. Alguien a quien le gusta decir cosas inapropiadas como modo de revelación y afirmación. Aki, por su parte, es una persona reflexiva e introspectiva que adopta la forma del estereotipo de mujer de la literatura japonesa; no quiere tener sexo con Sake, es sensible a las necesidades de los demás y no pierde jamás ese distingo de amabilidad que la caracteriza.

Sakutaro, que es por naturaleza egoísta e inmaduro, se involucra en una relación que le obliga a reconsiderar su comprensión del mundo tanto a través de su amor por otra persona como de su muerte, un acontecimiento traumático. En este sentido, creo que es digna de alabar la intención de Katayama de escribir una novela con algo más de profundidad que la mera celebración de las embriagadoras emociones de una historia de amor. Con todo, la porción de filosofía contenida en su novela no es desde luego especialmente complicada, a pesar de su intento de presentar a sus protagonistas como voces de la sabiduría. Aki cree que el cielo no existe, y que no es sino una invención de personas desconcertadas por la perspectiva de la muerte. Al final, sin embargo, llega a la conclusión de que debe de haber un cielo, aunque lo que parece querer decir más bien es que estar con Sakutaro es para ella como estar en el cielo. Aki cree también que debe de haber un Dios de algún tipo, aunque no está muy segura de lo que ello significa o por qué debería de haber una deidad. Sakutaro, por su parte, es demasiado torpe para tener una opinión formada al respecto y cuando su abuelo le echa un cable, acaba en cierta medida apoyando las creencias fragmentadas de Aki. Cuando la joven pareja habla acerca de la relación adúltera del abuelo de Sakutaro con la mujer a la que quiere, Aki lo ve como algo romántico y conveniente. Le parece bien ser fiel a los sentimientos y su triunfo sobre la fidelidad marital siempre que nadie salga herido, en la medida de lo posible. Toda esta conversación se antoja urgente a partir del momento en que se descubre la tensión amenazante de la leucemia de Aki.

El tema central de la novela es, desde luego, la inevitabilidad de la muerte. Con el fin de subrayar este axioma, Katayama no duda en construir el argumento de la historia mediante la presentación de acontecimientos en ocasiones inverosímiles. Así ocurre cuando Sakutaro predice de forma accidental la enfermedad de Aki al enviar una carta a un concurso radiofónico poco tiempo después de haber comenzado su relación con Aki. En la carta, Sakuro describe a Aki, que en ese momento goza de una buena salud, como una compañera de estudios enferma de leucemia, con el objetivo de lograr la comprensión del locutor y ganar un premio. Aki castiga a Sakutaro, pero éste se apercibe de la condición de Aki y de la potencialidad de ésta como objeto de sus afectos. Sin embargo, no es hasta un tiempo después cuando Sakutaro se siente superado por los encantos de Aki. El amor entre los dos parece haber sido encendido y avivado por la muerte y se extiende cuando su abuelo le habla de Sakutaro de su verdadero amor, una mujer casada con otro hombre y ya fallecida.

Poco tiempo después de comenzar su relación –y del hermoso día que los dos pasan solos en una isla próxima–, Aki comienza a sentirse mal y es ingresada en un hospital. Sakutaro visita a Aki todos los días, pero no tarda en preguntase si en realidad es anemia lo que padece como todos le dicen. Pronto descubre, para su horror, que se trata de leucemia. Preocupado por su salud, Sakutaro intenta darle ánimos a Aki, a quien se le escapa la vida entre los dedos. Sakutaro lucha por que Aki vea cumplidos sus sueños antes de morir y hace todo lo posible para viajar juntos a Australia, una de las máximos ilusiones de Aki, quien sin embargo se desmaya en el aeropuerto y es ingresada de nuevo en el hospital, donde muere.

A lo largo de la historia, observamos pues el desarrollo de su relación, desde una pareja normal de adolescente a una que ha de enfrentarse a la enfermedad y la posibilidad de la muerte. Quizá sea por eso que la reacción de Sakutaro ante la muerte de Aki sea tan visceral. En efecto, la realidad de la muerte y su faceta de enfermedad repentina e implacable hacen que esta historia sea mucho más realista que algunos de los otros libros que tratan el asunto del cáncer en niños y adolescentes. La vida, tal como expone Katayama, está llena de sorpresas, buenas y malas. La vida es frágil, tanto como lo es el espíritu humano.

Un grito de amor desde el centro del mundo es una historia breve que abarca, no obstante, un largo período de tiempo. Si algo hemos de criticarle a este respecto es que la historia coge demasiada velocidad y los personajes carecen del desarrollo psicológico deseable.

El título se tradujo en inglés como Socrates in Love. Katayama explicó en un epílogo que su intención era llamar así a la novela puesto que deseaba escribir sobre cómo el amor supone un impulso para la reflexión profunda.

Tal como hemos visto, la novela de Katayama sugiere asuntos importantes de la vida cotidiana de los adolescentes que deben hacernos reflexionar. Trata del primer amor, la enfermedad, la muerte y la angustia. Su final transmite un mensaje de esperanza, no obstante. Sakutaro regresa al lugar que vio nacer su amor por Aki en compañía de su actual pareja. Katayama nos muestra que aunque perder a un ser querido aún adolescente puede parecer el final del mundo, hay siempre una oportunidad para un nuevo amor y una vida feliz después de la tragedia. En este sentido, las últimas páginas de la novela son emocionantes e impresionantes… memorables. La novela es un claro exponente de la sutil literatura japonesa; de una narración sin artificios, emotiva y honesta que te cautiva desde el comienzo hasta el final.

Un grito de amor desde el centro del mundo se convirtió en la novela japonesa más vendida de la historia, con más de tres millones de lectores en el país con mayor índice de lectores del mundo. La increíble popularidad de la novela de Katayama devino un auténtico fenómeno social en Japón, hasta el punto de convertirse en un clásico de la literatura de amor de todos los tiempos. Sirvió de inspiración a una exitosa película en Japón –y otra en Corea–, una serie de televisión y un popular manga.

A.G.

sábado, 10 de septiembre de 2016

Lecturas recientes: La España visigoda

 
La España visigoda (2005)
Roger Collins

La obra que nos ocupa presenta una síntesis de las últimas investigaciones sobre el reino visigodo. Se divide en dos grandes apartados. Uno primero en el que describe el panorama histórico-político general del período visigodo, y un segundo que abarca temas de sociedad y cultura tales como la iglesia visigoda, legalidad e identidad goda y un interesante apartado en el que se desglosan las aportaciones más interesantes de la arqueología.

El detallado estudio de Collins nos ayuda a comprender la importancia de los visigodos para la formación de la España moderna, puesto que durante su gobierno se “unificó”, no sin matices, la nación española; aquel conglomerado de hispanorromanos y bárbaros de diversa procedencia. La aparición en escena de los visigodos aparece perfectamente retratada. En el año 409 una frágil confederación de pueblos bárbaros, compuesta por suevos, vándalos y alanos, penetró en Hispania, poniendo en riesgo el gobierno imperial de la provincia romana. Con el fin de recuperar el control, Roma convocó a las fuerzas visigodas, que ya vivían pacíficamente dentro del Imperio, para hacer frente a la confederación bárbara que campaba a sus anchas por la Península Ibérica.

Poco se sabe acerca de quiénes fueron realmente los visigodos. Hasta hace unos años existía un precario consenso acerca de su procedencia, Escandinavia, y su descenso a través de Europa hasta su establecimiento en España y posterior disgregación de los ostrogodos, que se asentarían en Italia. Sin embargo, la línea de investigación actual, sostenida por el propio Collins, afirma que la tal división de visigodos y ostrogodos jamás existió. Son más las incertidumbres que las respuestas a la cuestión del origen del pueblo visigodo. Los nuevos hallazgos apuntan a un origen balcánico de los godos y una conciencia de identidad como pueblo que se remonta a finales del siglo IV. Resulta también impreciso el tamaño de la confederación visigoda que se asentó en Hispania. Collins rebaja la inicial cifra de 100.000 personas a un número no superior a 30.000, contando el ejército y las familias que lo acompañaban.

Un asunto al que sí responde de forma satisfactoria Roger Collins es el motivo por el cual el Imperio Romano utilizó cada vez con más frecuencia al ejército visigodo. Éste no fue otro sino las amenazas externas e internas. El vacío generado por la caída de los jefes militares romanos y por la licencia de tropas fue ocupado por los ejércitos mercenarios de los bárbaros.

La confederación visigoda, a pesar de ocupar buena parte de la Península Ibérica, constituía un reino fracturado y de enorme debilidad. No en vano, ya en 507 los godos fueron derrotados en la batalla de Vouillé por los francos. La derrota en las guerras suponía un fracaso absoluto, pues eran precisamente éstas y sus botines quienes permitían sostener su estructura político-económica y posibilitaba que las grandes familias de la élite emularan a sus antepasados. En este sentido, Collins hace hincapié en la importancia del tesoro real, al tratarse no sólo de un factor económico, sino de una especie de catalizador que mantenía al pueblo unido a través de la historia y la tradición. La mencionada élite goda, según sostiene Collins, tuvo más propensión de la que se pensaba anteriormente a unirse a los pueblos romanos, en especial a la nobleza regional.

Un asunto de especial relevancia en la obra es el de la conversión del pueblo visigodo al cristianismo, tras sus breves coqueteos con la herejía arriana. Fue Recaredo quien resolvió la división político-religiosa con su conversión personal, en lo que fue percibido como un acto simbólico que aceleraría la solución a este a asunto. El III Concilio de Toledo (589) supuso la eliminación del arrianismo del reino visigodo. En este sentido, los concilios eclesiásticos entre obispos, nobles y poderosos de la corte fueron de vital importancia, puesto que cumplieron el doble objetivo de restringir la autoridad real y forzar la caída de numerosos monarcas.

Fue el visigodo un periodo caracterizado por luchas intestinas entre clanes, traiciones y duras pugnas entre los nobles. El reino visigodo fue perdiendo vigor, a la vez que crecía la influencia del Islam. Tomando como base la datación de monedas de este periodo, Collins determina la existencia de enfrentamientos internos entre los miembros de élite visigoda durante la invasión musulmana. Las fuentes discrepan, como en muchos otros casos, en este asunto. La mera suposición lleva a Collins a concluir que Witiza fue derrocado en el año 711 por un golpe de estado dirigido por Rodrigo con el apoyo de miembros de la élite. Las luchas intestinas de los visigodos permitieron que lo que no habría pasado de ser simples incursiones islámicas en la Península, pasara a convertirse en una campaña en toda regla de conquista total de un territorio donde no encontraron apenas resistencia.

Collins dedica un apartado a resaltar algunas de las figuras más importantes del Reino: Leandro e Isidoro de Sevilla, Julián e Ildefonso de Toledo y Fructuoso de Braga, entre otros. La producción de estos hombres incluye obras de historia, teología, estudios sobre la Biblia, poesía, reglas monásticas y vidas de santos. Hasta entonces, Hispania era muy pobre en lo intelectual, pero gracias al legado africano en forma de libros, monjes e intelectuales, se puso en marcha el despertar intelectual de la iglesia católica en Hispania.

Otro apartado interesante es el dedicado a la arqueología visigoda, en especial cementerios e iglesias. Es en este punto donde más han llamado mi atención las afirmaciones de Collins, quien cuestiona los estudios arqueológicos anteriores a los ochenta y afirma que los escasos hallazgos arqueológicos llevan a cuestionarse gran parte de las conclusiones expuestas al respecto antes de esta fecha. Collins duda incluso de la existencia de una arquitectura propiamente visigoda, puesto que las dataciones de las que se consideraba iglesias propiamente visigodas están basadas más en criterios puramente artístico-decorativos que en arquitectónicos. A este hecho que hay añadir la ausencia de excavaciones sistemáticas o de informes rigurosos de las mismas. Este capítulo presta también un interés especial a las villas tardorromanas, de las que se han encontrado muy pocas. La conclusión de Collins es que éstas fueron abandonadas por sus habitantes como lugar de residencia a fines del 400, para asentarse en pequeños poblados que comenzaron a surgir a finales del siglo V. Por lo que respecta a los emplazamientos urbanos, Collins afirma que debían de ser miserables y sórdidos. Los abandonados edificios públicos de las ciudades romanas proporcionaron materiales de calidad para la construcción de edificios principalmente eclesiásticos. Las grandes casas también fueron abandonadas o divididas y convertidas en granjas urbanas.

En un capítulo posterior, Collins aborda lo que él denomina “Legislación e identidad étnica”. Respecto al asunto legislativo, Collins niega la teoría que afirmaba que los códigos surgidos en el reino visigodo no tenían otra función que la simbólica, y concluye que el Libro de los jueces fue algo más que eso. De hecho, está considerado como la más amplia de todas las recopilaciones de leyes promulgadas por gobernantes que no eran romanos. Este código sí tenía una función práctica, pues contenía instrucciones sobre procedimientos para crear normativas legales. Collins rastrea, a continuación, los códigos visigodos que pudieron ser antecedentes directos del Libro de los jueces: el Código de Eurico, el Breviario de Alarico y el Código de Leovigildo.

Finalmente el autor se pregunta por qué Hispania nunca llegó a ser Gotia. La realidad es que con el Libro de los jueces se marcó el final de cualquier forma específica de ciudadanía romana en el reino visigodo, si es que esta ciudadanía existía aún. Los hispano-romanos se convirtieron en godos. Aunque Isidoro de Sevilla habla en el IV Concilio de Toledo (633) de pueblo y patria, y en el VII Concilio de Toledo (646) ya se habla de gens et patria Gothorum, Collins no puede responder a la pregunta inicial puesto que la escasez de testimonios desde la conquista impide conocer al grado de construcción de esa nueva entidad gótica.

Tal como ya hemos afirmado, Collins rompe con propuestas que parecían ya consolidadas. Sus juicios e interpretaciones plantean, en realidad, más dudas e incertidumbres que certezas. Si hay algo de lo que podemos estar seguros es de lo mucho que queda aún por estudiar si se quiere alcanzar una reconstrucción fidedigna del periodo visigodo.

Roger Collins es un reconocido historiador, profesor emérito de Historia Medieval de la Universidad de Edimburgo. Ha publicado un gran número de trabajos relacionados con la historia de España, que abarcan desde la Antigüedad tardía y la temprana Edad Media, hasta el siglo XI.

A.G.

domingo, 28 de agosto de 2016

Lecturas recientes: La edad de la inocencia

 
La edad de la inocencia (1920)
Edith Wharton

Newland Archer es un distinguido abogado que desea casarse con la tímida y encantadora May Welland, con quien se ha comprometido recientemente. Pero todo su mundo se trastoca cuando conoce a la condesa Ellen Olenska, la prima de May. Recién regresada de Europa después de haberse separado de su marido, un mujeriego conde polaco, la condesa Olenska conmociona la rígida aristocracia neoyorkina con sus ropas provocativas, moral relajada y rumores de adulterio. Puesto que la familia de la condesa, encabezada por la poderosa sra. Manson Mingott, ha decidido volver a presentarla en la buena sociedad, Archer y May se ven obligados a trabar amistad con ella.

A medida que Archer va conociendo a la condesa, crece su fascinación por su poco convencional perspectiva de la sociedad neoyorkina. A la vez, e inevitablemente, experimenta una creciente desilusión por May, a quien comienza a ver como un mero producto elaborado de su clase: educada e inocente, mas totalmente desprovista de un pensamiento propio y de un sentido de identidad. Cuando la condesa anuncia su intención de divorciarse de su marido, Archer no duda en apoyar su deseo de libertad, si bien se siente obligado a persuadirla de que no lo haga. Es entonces cuando se da cuenta de que está enamorado de Ellen Olenska y que ese sentimiento puede arruinar su futuro matrimonio. Es por ello que se marcha en busca de May, a la que presiona para acortar su compromiso. May sospecha y le pregunta a Archer si su prisa por celebrar la ceremonia está motivada por el miedo a casarse con la persona equivocada. Archer le asegura que está enamorado de ella, pero a su regreso a Nueva York, le confiesa a Ellen que es a ella a quien quiere. Justo entonces, Archer recibe un telegrama de May en el que le anuncia que sus padres han adelantado la fecha de la boda. Puede que May sea tímida, pero es consciente de la amenaza que supone la femme fatale que encarna su hermosa y exótica prima y se muestra determinada a casarse con su prometido. Con esa finalidad no duda en emplear todo el poder que le brinda la sociedad neoyorkina para hacer que Archer vuelva al redil.

Después de su boda y luna de miel en Europa, Archer y May se establecen en Nueva York. Tiempo después, durante unas vacaciones, Archer vuelve a encontrarse con Ellen, quien le promete que no regresará a Europa mientras ella y Archer no actúen de acuerdo al amor que uno siente por el otro. De regreso a Nueva York, Archer se entera de que el conde Olenski quiere que Ellen regrese junto a él y que ella se ha negado. De nuevo reunidos en Nueva York, Ellen y Archer acuerdan consumar su aventura, pero de repente Ellen comunica su intención de volver a Europa. May ofrece una fiesta de despedida en honor a Ellen y una vez que los invitados se han marchado le anuncia a Archer que está embarazada y que le dio la noticia a Ellen hace dos semanas.

Transcurren entonces veinticinco años sin que sepamos nada de las vidas de los personajes. Nos enteramos entonces de que los Archer han sido padres de tres hijos y que May murió de neumonía. El hijo de Archer convence a su padre de que viajen juntos a Francia. Allí acuerdan visitar a la condesa Olenska en su apartamento de París… ¿Qué ocurre allí? En fin, tendréis que leer el final si queréis saberlo.

Ambientada en la suntuosa “Edad Dorada” de la década de 1870 en la ciudad de Nueva York, la novela es no sólo la historia de tres personajes, sino de las convenciones del “viejo Nueva York” y cómo las costumbres y tradiciones de la sociedad cambian y qué ocurre cuando el nuevo mundo comienza a destruir el viejo. Es éste uno de los temas predilectos de Edith Wharton, quien aborda en otras novelas el asunto de la cambiante escena de la ciudad de Nueva York, las rarezas de sus élites amante de la moda y las ambiciones de la “nueva gente” que, tal como ella lo veía, amenazaban su cultura tradicional.

La novela presenta como tema central la lucha entre el individuo y el grupo. Newland Archer ha sido educado en un mundo donde los códigos morales y de comportamiento dictan las actuaciones del individuo y, en algunos casos, incluso sus pensamientos. En muchos momentos de la historia, se espera de Archer y Ellen Olenska que sacrifiquen sus deseos y opiniones con el fin de no transgredir el orden establecido. Un orden que habitualmente adquiere su forma más concreta en la familia. Uno de los deberes principales del individuo es promover y proteger la solidaridad de este grupo compacto de relaciones maritales y de sangre. En este sentido, cuando Ellen desea reclamar su libertad divorciándose de su marido, acaba desechándolo porque la familia teme que su divorcio suscite cotilleos indeseados. Además, la decisión de Ellen y Archer de no consumar su amor está basada principalmente en su miedo de herir a la familia. Esta obligación para con la familia y la sociedad asegura que cada individuo haya de comportarse de acuerdo con un código estricto de moralidad.

Directamente relacionado con este asunto encontramos el del interés por guardar las apariencias, que rara vez se corresponden con la realidad. La hipocresía campa a sus anchas en el “viejo” Nueva York. Irónicamente, Larry Lefferts, que no duda en declararse como un pilar de la rectitud moral, es también uno de los mayores mujeriegos de la novela. Este profundo sentido de ironía conduce inevitablemente a cuestionarse la elección del título de la novela por parte de su autora. ¿Hasta qué punto es la era del “viejo” Nueva York una “edad de la inocencia”? Su descripción de la hipocresía puede ciertamente llevarnos a cuestionar esta supuesta inocencia. No obstante, como contrapunto a la deshonestidad de Larry Leffers, encontramos la pureza de May Welland, un personaje educado para permanecer inocente, o al menos fingir ignorancia frente a la corrupción que la rodea. Archer, por su parte, resulta inocente si juzgamos su pasión y descontento, al creer que una aventura amorosa con Ellen podría evitarle ser etiquetado por la sociedad como cualquier otra cosa que un adúltero. En este sentido, parece plausible considerar que el título de la novela no es del todo honesto ni del todo irónico.

Curiosamente, el jurado que le concedió a La edad de la inocencia el Premio Pulitzer de 1921 alabó la novela por su revelación de la atmósfera sana de la vida americana y las normas más elevadas de las costumbres y masculinidad americanas.

La tragedia de la infeliz unión de Newland Archer guarda un inevitable paralelismo con el propio fracaso marital de Edith Wharton. El agudo colapso nervioso de su marido precipitó el divorcio de la pareja, lo cual le proporcionó a ella la libertad necesaria para explorar su don de escritora de ficción.

Wharton retrata el “viejo” Nueva York a través de los ojos de Newland Archer. Es por eso que sus propios pensamientos están presentes en buena parte de esta crítica social. De hecho, el lector ve a los otros dos personajes principales, May y Ellen, básicamente a través de la óptica de Archer. Con todo, Wharton emplea también un narrador omnisciente para describir mucho de los detalles del escenario en que transcurren los acontecimientos, así como las historias personales y la apariencia física de varios personajes.

La novela, que su autora escribió en honor a su gran amigo e insigne escritor, Henry James, ha tenido numerosas adaptaciones cinematográficas, televisivas y teatrales. Una de las más conocidas es la película homónima dirigida por Martin Scorsese en 1993, que protagonizaron Michelle Pfeiffer, Daniel Day-Lewis y Winona Ryder.

A.G.

martes, 5 de julio de 2016

Lecturas recientes: La ignorancia

 
La ignorancia (2000)
Milan Kundera

Irena es una emigrante checa que abandonó su país en los años 70 para establecerse en París con su marido. Después de haber pasado veinte años fuera de su país, Irena cede a la presión de sus amigos franceses y decide regresar a la Praga postcomunista. Embarcada en el “gran regreso”, el viaje romántico a casa, se debate entre el despertar de la nostalgia y el temor por encontrarse de vuelta en su tierra nativa, el sueño de todo emigrante.

En el aeropuerto, de vuelta a casa, Irena se encuentra con Josef, un veterinario con el que había tenido un breve encuentro en Praga veinte años antes. Josef está viudo y vive en Dinamarca, y también hace su primer viaje de vuelta. En su exilio, Josef ha experimentado su propia dificultad para reconciliar el pasado en su mente con el tiempo presente.

Aunque le vida resultó ser difícil después de la muerte de su marido, Irena consiguió salir adelante y se siente fuerte e independiente por ello. Josef dejó Checoslovaquia y encontró el amor y la felicidad en Dinamarca. Al encontrarse por casualidad, a la deriva en su propia patria, culturalmente desconectados de sus antiguos colegas y sonándole el idioma extraño a los oídos, Irena y Josef encuentran solaz el uno en el otro. Continúan un antiguo romance que ninguno de los dos recuerda bien.

De vuelta en Praga, Irena se da cuenta de cómo la gente la identifica como la emigrante que se marchó en lugar de permanecer leal a su país. Sus amigos no quieren saber nada de su vida fuera del país. Tras veinte años de aislamiento político y ausencia emocional, nadie cuenta con ella en sus vidas. A Josef, que regresa para visitar a su familia, le ocurre lo mismo. Si Irena redescubre que se había marchado en parte para escapar de su madre autoritaria, Josef, por su parte, revela también que su emigración se debió a una necesidad de escapar.

La alienación de Irene y Josef une inexorablemente a los dos personajes. Al probarse un vestido, Irene se ve momentáneamente apresada en la vida que podría haber llevado de haberse quedado, mientras, para Josef, ver su viejo reloj en la muñeca de su hermano le lleva a una extraña sensación de malestar. Tiene la impresión de haber regresado al mundo tal como lo haría un cadáver que sale de su tumba veinte años después de haber muerto. Incluso su lengua materna le parece un idioma desconocido que solía entender tan bien. Sus memorias no están sincronizadas con las de los que ha dejado atrás. A Irene le sorprende la indiferencia que demuestran sus amigos respecto a la odisea de veinte años que la separa de ellos, pero que se ha convertido en su identidad. Como Ulises, se da cuenta de que su vida y la esencia de ésta, residen fuera de Ítaca.

La novela también revela como la selectividad de la memoria, sea cual sea el desplazamiento geográfico, puede crear rupturas tanto con nuestro anterior ser como con personas con las que se comparte un pasado. Josef, por ejemplo, apenas recuerda la ruptura con su novia de la adolescencia, pero la novela sí que revela el trauma de Irena, que la llevó a un intento de suicidio chapucero tras el cual su belleza quedó dañada por una oreja amputada. Irene también recuerda perfectamente su primer encuentro con Josef, mientras él no recuerda nada, ni siquiera su nombre.

La ignorancia explora, como otras novelas anteriores de su autor, el tema de la nostalgia, entremezclado con los de la memoria y el olvido. La novela reflexiona sobre lo que la gente cree que debería sentir en un momento dado y en cómo las decisiones que tomamos en la “edad de la ignorancia” (al final de nuestra adolescencia y el comienzo de los veinte años) afectan a nuestras vidas. También están muy presentes en la novela los temas del hogar, la patria y la historia del viaje de Ulises en la Odisea y su paralelismo con el “gran regreso” a casa de cada uno de los personajes. En este sentido, Kundera profundiza en el shock cultural que supone tratar de regresar a la patria después de una ausencia de años.

Estilísticamente similar a sus novelas anteriores, La ignorancia es mucho más corta y está menos desarrollada que algunas de sus obras maestras, entre las que sigo quedándome, por supuesto, con La broma y La insoportable levedad del ser.

A.G.

martes, 21 de junio de 2016

Lecturas recientes: Némesis


Nemesis (2010)
Philip Roth

En la mitología griega, Némesis era la diosa de la justicia retributiva, la solidaridad, la venganza, el equilibrio y la fortuna. En la novela homónima de Philip Roth, Némesis adopta la forma de la epidemia de polio de los años 40 que avanza por las calles del barrio judío de la Newark (Nueva Jersey), la ciudad nativa de Roth. Puesto que la enfermad golpea sobre todo a los jóvenes y adolescentes, sus efectos parecen particularmente perniciosos entre la población judía, muchos de cuyos miembros parecen haber contraído la enfermedad en mayor número que otros grupos étnicos.

Los Alidados avanzan en Italia durante el verano de 1944. Mientras tanto, en Newark Bucky Cantor, el profesor de gimnasia y director de la escuela, ha de resignarse con permanecer en el país y no poder servir en el ejército a causa de su mala vista. Se atrapado por un poderoso sentimiento de vergüenza. Su madre murió en el parto. Su padre, un ladrón, dejó de existir para él hace tiempo. Pero nada de ello le importa más que no poder luchar contra los alemanes, junto a sus mejores compañeros, los hombres de su edad hábiles para dicha tarea. La vida, no obstante, lo ha tratado bien. Lo criaron sus abuelos: su abuelo, un inmigrante que le animó a valerse por sí mismo como hombre y como judío; su abuela, una mujer bondadosa con quien vive Bucky cuando comienza la historia. Cantor es consciente de su suerte, lo que le permite albergar no sólo un sentimiento de gratitud hacia ellos, sino un sentido de obligación que le ayuda a soportar sus desilusiones.

Cantor desempeña el papel de director de escuela con una combinación de entusiasmo y dignidad que le hace, a los ojos de los chicos, un héroe absoluto. Sus metas en la vida no son, de hecho, menos exaltadas: quería enseñar a los chicos lo que su abuelo le había enseñado a él: tenacidad y determinación, para ser lo suficientemente valiente y capaz como para no dejarse intimidar por los demás. Sin embargo, ni la fuerza ni la compasión sirven para combatir la poliomelitis, una enfermedad para la que aún no había cura en 1944. Cuando la polio asola la ciudad y se propaga entre los chicos, aumenta el sentido del deber de Bucky. En contra de los deseos de Marcia, su novia, y su familia, decide permanecer y protegerlos. En este punto el libro parece más bien un relato histórico desprovisto de elementos de ficción. El único incidente que presenta una finalidad auténticamente dramática es el que aborda el posible motivo del brote de polio: la aparición de un grupo de italianos en el patio de la escuela, amenazando a los chicos con que iban a propagar la enfermedad escupiendo en el suelo. Cantor, sin embargo, desestima la posibilidad de que la epidemia haya comenzado de esa manera, pero los chicos no tardan en contraer la enfermedad.

A medida que los niños comienzan a morir, uno por uno, y la comunidad judía se ve sumida en el miedo, las bases de la existencia de Cantor empiezan a desmoronarse. Considera aquello como una verdadera guerra, una guerra de muerte, ruina, pérdida y maldición. Demasiado digno para saborear la oportunidad de servir en el frente, demasiado honesto para no reconocer su propio miedo, Bucky afronta la situación lo mejor que puede, es decir, con seriedad, compasión, desconcierto e ira.

Cargando aún con la culpa de no estar sirviendo en el ejército, Bucky aguanta el sufrimiento todo el tiempo que puede, antes de que su novia le convenza por fin de que se una a ella en el campamento de verano, fuera de la ciudad. Enfadado con Dios, Bucky huye de la ciudad y se emplea como encargado de un campamento de verano para chicos judíos en las montañas del este de Pennsylvania. Su novia, que trabaja en el campamento para chicas de al lado, ve la decisión de Bucky como la oportunidad de permanecer juntos, cuando antes, mientras Cantor trabajaba en Newark, tenían que pasar el verano separados. Sin embargo, Bucky no puede evitar que le atormente la conciencia por haber huido. A medida que la epidemia avanza Cantor se ve atrapado entre el deseo y la obligación.

Algunos días después de su marcha, comienzan a cerrarse las escuelas en Newark y a Cantor le asalta el remordimiento. Piensa que si se hubiera quedado más tiempo, no habría tenido que enfrentarse a la vergüenza de la huida. Y lo que es aún peor, no tarda en suceder un brote de polio en el campamento de vacaciones. En este punto de la novela, la tragedia y los acontecimientos desgraciados que suceden evocan uno de los grandes temas de la narrativa de Roth: la injusticia del destino. Al igual que en muchas de sus otras novelas, el sexo y la muerte están unidos desde el comienzo, pero en Némesis la importancia del sexo tarda en hacerse patente.

En la mayor parte de las novelas de Roth tal compañerismo o unión se convierte en pura lujuria. Sin embargo, en Némesis los encuentros sexuales están mucho más restringidos. Podemos ver esto cuando Bucky y Marcia se citan por primera vez en las montañas y en la tarde en el bello paraje de las Montañas Pocono, cuando Marcia lo lleva por los bosques oscuros a su cabaña, cantando durante todo el camino fragmentos de su canción del verano favorita, I’ll be seeing you.

Hacia el final de la novela se produce un súbito cambio de perspectiva y Roth muestra a un Cantor ya anciano recibiendo la visita de los chicos de la escuela que contrajeron la polio. Los chicos descubren que Cantor no ha conseguido recuperarse del dolor de sus primeros años de vida adulta. Con todo, lo que realmente le preocupa, más aún que la pérdida de su destreza física, es la memoria de la novia que lo abandonó en su momento más oscuro. Bucky ha sido víctima de su destino. Un hombre que no es capaz de creer en Dios ni de aceptar su suerte. La auténtica Némesis es la Muerte, el único enemigo al que no se puede vencer. En la mayor parte de sus obras previas los pensamientos acerca de la muerte llevan a los personajes masculinos de Roth a situar sus esperanzas en el sexo. Bucky tiene tantos de estos pensamientos funestos que presta poca atención a los deseos de Marcia, pensando sólo en los chicos muertos de Newark. De hecho, Cantor se siente tan lastrado por la culpa del superviviente que llega a creer que es él quien propaga la enfermedad.

La obra de Philip Roth había sido dividida hasta hace unos años en varias categorías principales: las novelas que tiene como protagonista al novelista Nathan Zuckerman; las novelas sobre el propio Philip Roth; las novelas sobre David Depesh, su protagonista académico, y los libros de no ficción. Con Némesis, Roth nos presenta una nueva categoría, a la que se han añadido obras anteriores: Everyman, Indignación y La humillación, situadas hasta entonces en uno de los otros grupos. Roth ha descrito estas novelas como obras cataclísmicas en las que uno no muere, pero sí lo hacen todos los demás.

A.G.